Como ya deben haber adivinado, el protagonista esta vez es nuestro cangrejo italiano favorito, Deathmask. Esta historia toca temas muy sensibles, como el maltrato infantil y la violencia doméstica, así que recomendamos avanzar con discreción.
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—Cáncer tiene una misión para mí. Tengo que irme y llevarme la armadura conmigo.
Saga y Aioros, sentados en el trono del patriarca y en uno de los apoyabrazos del mismo respectivamente, comparten una mirada confusa antes de volver a mirarlo a él.
—¿Puedes decirnos más al respecto? —le pregunta Aioros con suavidad.
Deathmask bufa, frustrado. Saga nunca le cuestionaba nada, ni siquiera en su papel de Arles. Imagina que confiaría en que no sería tan estúpido como para hacer algo que trajera problemas al Santuario, aunque entiende que ante Aioros se ha hecho una reputación. Tal vez no le molestaría tanto si éste lo confrontara directamente por ello en lugar de hablarle con ese tono tan conciliador que Aioria evidentemente ha heredado de él.
—La verdad que no. Lleva meses fastidiando, pero se niega a darme detalles.
—Bueno, siendo así Saga y yo podemos ir a Star Hill a consultar por ello, entonces-
—No me estás entendiendo. Vine a avisar que me voy, no aguantaré otra noche con la armadura brillando como un faro y cantando a todo volumen.
La cálida expresión de Aioros se torna en una severa, preocupada y de desagrado por su irreverencia. Sí, eso es justo lo que necesitaba. Su mandíbula se relaja al ver a Aioros mostrarle algo más que las eternas sonrisas con las que lo recordaba. Saga, quien hasta ahora sólo se había limitado a observarlos conversar, finalmente toma la palabra.
—¿Sabes a dónde tienes que ir? —él asiente con la cabeza.
—Por lo menos se ha dignado a decirme eso. Supongo que cuando esté allá me dirá lo que falta.
Eso quiere creer. Espera no tener que volver a caer a su punto más bajo para que Cáncer manifieste directamente su voluntad.
—Entonces creo que no tenemos motivos para no permitirte acudir a su llamado.
Usualmente aquí vendría el permiso, pero en lugar de eso le toca ver a Saga preguntarle a Aioros si está de acuerdo con ello. Es cierto, ahora las decisiones que se tomen necesitan una doble aprobación para llevarse a cabo. Al final, el castaño termina asintiendo y lo único que le pide es que les diga a dónde irá. Pero él sólo les dedica a los dos una sonrisa insolente antes de voltearse y emprender camino hacia la doceava casa, ignorando los llamados de Aioros. No le hacía caso cuando tenía diez años, no va a empezar a hacerlo ahora.
Cuando sale del templo el sol de verano hace resplandecer la caja dorada de su armadura. Está a punto de cruzar el camino de rosas de Afrodita, pero una suave voz lo detiene.
—Deathmask...
Con todo el cuerpo tenso, se gira lentamente encontrándose con la límpida mirada de Athena. Detrás de ella el mocoso de Pegaso, Sagitario o lo que sea, lo saluda con un asentimiento que él no corresponde.
—¿Qué? —la apremia. La diosa le sonríe, haciendo que sus mejillas enrojezcan.
—Buena suerte.
Deathmask aprieta los dientes y se gira sobre sus talones... sintiendo que la cara le arde. ¡Maldita sea ella! ¿Acaso piensa que él es como uno de sus caballeros de bronce? ¿O como esa cabra que desde que volvió a la vida busca desesperadamente redención? Ridículo. Tan ridículo como esas rosas inmundas entre las cuales se ve obligado a caminar. Aun así... por alguna razón, su armadura se siente menos pesada ahora.
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Running up that Hill - Outside Stories
FanfictionTodavía no han llegado a la cima, apenas se han encontrado en el mismo punto, y no podrían estar más felices de que así sea. Les espera un nuevo camino, el más anhelado y el que se ve más brillante: el que recorrerán juntos. Secuela del fanfic "Runn...