Porque somos hermanos (5)

125 12 16
                                    

Aioros entra en el templo de Géminis con la esperanza de encontrar allí al guardián, llevando un paquete bajo el brazo y vistiendo por primera vez el atuendo papal que Aioria le regaló, el cual primeramente había decidido guardar para ocasiones especiales por temor a arruinar la suave y lujosa túnica blanca bordada con hilo dorado o la estola color esmeralda. Eleva su cosmo para anunciarse y, cuando entra, se encuentra a Saga esperándolo en el pasillo, estoico y firme como un pilar de roca. Lo único que lo traiciona son sus ojos que lo miran con pavor. ¿Cuánto miedo le ha hecho pasar a su pareja en un solo día?

-¿Cómo se encuentra, Su Santidad?

Ser llamado por su título se siente como un golpe, aún cuando sabe que Saga no lo hizo para lastimarlo sino porque piensa que él todavía quiere que guarde su distancia. Pero después de catorce años Aioros está demasiado cansado de las distancias. Ya no quiere seguir perdiendo el tiempo.

-Completamente recuperado -dice, y lo dice en serio-. Aioria me contó cómo te quedaste a mi lado.

La primera máscara se rompe cuando dice eso. Saga parpadea varias veces, perplejo, pero luego niega con la cabeza.

-Tu hermano exagera.

-Puede que a veces lo haga -coincide Aioros con una sonrisa, pensando en cómo su hermanito ayudó con su luz a disipar la oscuridad de su propio corazón-. Pero pude percibir tu cosmo intentando alcanzar el mío.

Igual que en Asgard, cuando pelearon juntos contra Loki. Igual que aquella noche en que se había quedado atrapado en ese mismo templo y Saga lo ayudó a escapar. Igual que hace casi veinte años, cuando pisó el Santuario por primera vez. Recuerda lo aterrador que le había parecido ese mundo desconocido antes de conocer a Saga y a su amable y compasiva mirada.

-Perdóname, Saga.

-¿Qué...? -Aioros levanta una mano, rogándole que lo deje hablar.

-Hice lo que prometí que nunca haría, usar tu pasado en contra tuyo... todo para llevar a cabo una venganza personal. Escondí mis sentimientos porque tenía miedo de enfrentar la oscuridad de mi corazón y estuve a punto de hacer algo igual de malo. Y eso es completamente mi responsabilidad.

-No tienes que disculparte, no con alguien como yo -vuelve a intentar Saga-. Porque, al final, no lo hiciste.

-Claro que tengo que hacerlo, y el hecho de que tú no lo veas lo hace aún más necesario. Me dejé atrapar por el pasado... y el presente fue lo que me salvó. No puedo tener un futuro, ni una esperanza, sin superar primero el pasado.

Tiene que hacer una pequeña pausa antes de continuar. Antes de abrir su corazón ante el que quiere que sea su compañero de vida como nunca lo hizo. ¿De qué otra forma podría pedirle que haga lo mismo si no?

-Me di cuenta de lo obsesionado que estaba con lo que perdí. Sin darme cuenta, me aferré al pasado buscando algo que ya no estaba y que nunca podría recuperar, por mucho que mi corazón lo deseara. Eso comenzó a infectar mi cuerpo y mi alma, e igualmente intenté convencerme de que si tenía la voluntad suficiente podría con ello. Ahora veo que no es así.

-Aioros...

Puede verlo, la segunda máscara de Géminis ha comenzado a romperse también.

-Esa noche, hace catorce años, hice lo que cualquier caballero devoto a Athena habría hecho en mi lugar. Lo mismo habrías hecho tú si el mal no se hubiera apoderado de tu corazón. No soy tan fuerte como todos me ven, ni tan sabio como todos piensan. Y... eso está bien. No tengo que poder solo con todo, no si podemos hacerlo juntos... como siempre debió ser -dando un paso hacia adelante, le tiende el paquete a Saga-. Es un poco tarde, pero aquí está mi regalo para ti.

Running up that Hill - Outside StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora