10- Balada de relámpagos

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— Sí, sí éramos nosotros…lo tendremos para la próxima, prometido…gracias por su consideración…Adiós.

El pelirrojo colgó el teléfono y se sentó con los demás en la mesa. — Hemos tenido suerte, Doflamingo estaba de buen humor.

Sanji vino con varios platos. Un filete de salmón a la plancha con nata, un filete de ternera con salsa agridulce y arroz frito con verduras y un solomillo al whisky. — Bueno, ¿me vais a decir ya en qué lío os habéis metido?

— Que bonito que te preocupes por nosotros, Sanji.

— No me preocupáis en lo más mínimo, me preocupa que por vuestra culpa mis amigos y mi familia acaben mal.

Niji frunció el ceño. — Somos tus hermanos mayores.

Sanji puso una expresión sombría que aterró a los otros dos. — Unos hermanos que casi me matan. La última paliza que me disteis me rompió dos costillas.

— No fue para tanto, idiota.

— ¡Casi me perforan los pulmones!

Sabo interfirió. — Bueno, bueno, vamos a calmarnos un poco. Es tarde y no creo que nos convenga montar otro escándalo.

— Tiene razón Niji, deja de picarle.

Sanji les dirigió una mirada seria y se retiró. En ese momento, Sabo sacó la carpeta con lo que descubrió. — Mirad.

Los hermanos abrieron la carpeta y vieron la información de la chica. — Como he dicho, no está muerta.

Ambos se quedaron atónitos por la información. Sobre todo Niji. No apartó la mirada de los documentos, incluso empezó a sentir un pitido en sus oídos. Ni siquiera escuchó a su hermano. — ¡Niji!

— ¿E-eh? ¿Qué?

— ¿Estás bien? Parece como si hubieras visto un fantasma.

Sanji suspiró y se acercó. — Creo que deberíais iros a casa y descansar. Además, si el viejo descubre que habéis estado aquí me la cargo.

Los dos se levantaron. — Ah, Niji.

El peliazul lo miró mal. — ¿Qué?

— No cometas ninguna estupidez.

Niji no dijo nada y se fue junto con el pelirrojo. A pesar de los años que pasaron, Sanji conocía a la perfección a sus hermanos. Ichiji era bastante callado y frío de mente, cosa que era brutalmente admirada por su padre. Con respecto a Niji, era más…caótico.

Era bastante hiperactivo, puesto que de vez en cuando se escapaba para robar chocolate de la cocina y sufría caries cada dos por tres. El peliazul iba a paso ligero.

Ichiji ya estaba harto. — Niji, vamos, cálmate.

Niji se dió la vuelta. — ¿Que me calme? ¿¡QUE ME CALME!?

— Niji…

— ¡NI NIJI, NI LECHES! ¡ACABO DE ENTERARME DE QUE COSETTE ESTÁ VIVA! ¿¡NO TE DICE NADA!?

— Niji por favor, estás montando un escándalo innecesario, vamos a casa y lo hablamos tranquilamente.

El peliazul respiró. — ¿Y si Sanji tenía razón?

— ¿Te has chutado algo?

— Piénsalo Ichi. Si padre nos mintió sobre lo de Cosette, ¿sobre qué otras cosas nos habrá mentido?

Niji no llegó a acabar la frase cuando se encontró estampado contra la pared y con un brazo en la tráquea. — No te atrevas a contradecir a padre.

— ¿Por qué esa reacción? ¿Acaso temes que se entere de que tienes un interés en un bombero?

Sabores del corazón (ZoSan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora