Ohm estaba atónito.
Volvió a abrir todos los armarios vacíos como si fuese a encontrar a Fluke hecho un ovillo debajo de las perchas. Volvió a entrar en el cuarto de Bella, miró la cuna vacía y volvió a bajar las escaleras de dos en dos.
– Vuelve a contármelo – le ordenó Ohm a Zenas.
Intentaba contener esos sentimientos que no dejaba que salieran a la luz.
Sentimientos como el pánico y la inseguridad. Los había sentido muchas veces en la infancia y en la adolescencia y había jurado que nunca volvería a sentirlos. Sin embargo, seguía llevándolos dentro, esperaban la ocasión de adueñarse de él para paralizarlo o para que tomara decisiones equivocadas.
Zenas tomó aire y miró con cautela a Ohm, quien estaba pálido y tenso.
– Llegó una limusina diplomática con la bandera de un país extranjero. Se bajaron un hombre árabe y unos guardaespaldas. El hombre tenía credenciales diplomáticas, pero no hablaba ni griego ni inglés y tampoco quería contestar mis preguntas. Su esposo abrió la puerta con su hija en brazos. Unas maletas estaban esperándolo en el vestíbulo...
– ¿Y dejaste que se marchara? – le interrumpió Ohm con incredulidad. – Dejaste que unos extranjeros secuestraran...
– No lo secuestraron. Se marchó voluntariamente. Seguimos el coche hasta el aeropuerto, donde se aprovecharon de los accesos diplomáticos. A nosotros no nos dejaron entrar, pero según lo que pudimos averiguar, un avión privado se llevó al señor Thitiwat y a la niña a Dharia.
El nombre de ese país le recordó algo y frunció el ceño. Había una relación... Mean Phiravich, que había sido socio suyo, estaba casado con el hermano de el rey de Dharia, quien, casualmente, se llamaba Earth, como el hermano perdido de Fluke. Intentó desdeñarlo hasta que pensó en ese impecable secuestro diplomático, se negaba a aceptar que Fluke lo hubiese abandonado voluntariamente, y la sospecha fue tomando cuerpo.
Fluke estaba dando un puñetazo en la mesa. No haría nada y esperaría a que se pusiese en contacto con él. Fluke no lo abandonaría, solo estaba molesto con él y no podía hacer nada al respecto. Él solo estaba pagando del precio de haberle dicho la verdad, y si no le gustaba la verdad, ¿qué podía hacer él?
Se sirvió un whisky con la satisfacción de haber tomado una decisión madura y comedida.
Una hora después, estaba yendo de un lado a otro por el dormitorio vacío.
Aunque Fluke no había pasado ni una noche en su villa de Atenas, su recuerdo estaba por todas partes. Se lo imaginaba en la cama, se imaginaba la suavidad de sus labios, la delicada blancura de su piel y el pelo sedoso entre sus dedos. Se le cortó la respiración cuando vio un pelo castaño y rizado en el tocador y pudo oler el aroma del perfume que le había regalado él en Mykonos. La cama seguía arrugada donde había estado sentado mientras hablaban esa tarde.
Bueno, la verdad era que Fluke no había hablado, había estado muy callado para ser tan hablador.
Pensándolo en ese momento, estaba claro que había estado alterado, muy alterado, y no se había dado cuenta. ¿Cómo era posible que no se hubiese dado cuenta?
Seguía empeñado en pensar lo que había pensado durante dos años, que había sido la víctima de una traición, pero ¿qué pasaría si no hubiese existido semejante traición? ¿Qué pasaría si esa ridícula historia sobre la ropa compartida fuese verdad? ¿Qué pasaría si él lo hubiese abandonado en España, hacía dos años, y no hubiese tenido una excusa para haberlo hecho? ¿Qué pasaría si su matrimonio se hubiese ido al traste por un maldito abrigo rojo y su empeño irreflexivo en enfrentarse por fin a Fluke?
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El dueño de su corazón
FanfictionTras una impetuosa aventura, el multimillonario griego Ohm Thitiwat dejó desolado y embarazado a Fluke Natouch, aunque él no lo sabía. En ese momento, él estaba decidido a llevar una vida nueva con su hijita, pero cuando Ohm volvió a irrumpir en su...