Capítulo 4

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Ohm se había quedado petrificado.

– Eso es imposible.

– ¿Por qué? ¿Eres estéril? – le preguntó Fluke sin inmutarse. – No lo creo, porque hemos tenido una hija que ya tiene quince meses, Ohm.

Ohm lo miró fijamente con la incredulidad reflejada en su atractivo rostro y unos surcos profundos que le bajaban de la nariz a las comisuras de la boca.

– Es imposible – repitió él con un brillo de obstinación en los ojos verdes.

– La última semana que pasamos juntos hicimos el amor en un probador y no te pusiste ninguna protección – le recordó Fluke con rabia. – ¿Por qué crees que intenté ponerme en contacto contigo hasta el punto de que me expulsaron del barco? Necesitaba tu ayuda.

La impresión hacía que su cerebro se rebelara y le dijera que aquello era total y absolutamente imposible, pero su memoria era infinitamente más precisa. Sabía que había corrido aquel riesgo y que no le había dado importancia en su momento, que se deleitó con el placer de que ni la fina capa de un preservativo lo separara de él. También se dio cuenta de que si Fluke estaba diciéndole la verdad, había cometido el error que iba a pagar más caro de su vida.

El pánico atenazó a Fluke cuando vio el brillo en sus ojos verdes. ¿Qué había hecho al soltárselo así?

Vagamente, comprendió que le había devuelto los golpes de la única manera que sabía. Había querido impresionarlo y hacerle tanto daño como le hizo él cuando lo rechazó. Sin embargo, también se dio cuenta de que no debería haber utilizado a Bella como un arma contra él.

– Eso hay que hablarlo – replicó Ohm en un tono tajante.

– No esta noche. Quiero irme a casa en este momento.

– No puedes decirme que podría ser padre y luego...

– Sí, puedo – le interrumpió Fluke con rabia. – Puedo hacer lo que quiera, como tú haces lo que quieres. Y no podrías ser padre, ¡Bella es hija tuya porque yo no he estado con ningún otro hombre!

Ohm sabía que eso era una mentira porque había visto con sus propios ojos que lo engañaba, pero la prueba de ADN les daría la solución que ninguno de los dos podría refutar. Estaba espantado por la idea de que pudiese tener una hija con un chico que no solo mentía y engañaba, sino que, además, tenía antecedentes penales. Hasta las aventuras y matrimonios frustrados de sus padres parecían juegos de niños si se comparaban con eso. Además, su padre se tiraría de los pelos si había una heredera ilegítima de los Thitiwat.

– Quiero verla – exigió Ohm con firmeza.

– No.

– Si esa niña es medio mía, no puedes negarte. Reuniré al equipo de abogados de mi familia – le avisó Ohm. – ¿Quién la cuida cuando estás trabajando?

Un miedo gélido le atenazó las entrañas al oír hablar del equipo de abogados y al darse cuenta de que era un padre trabajador.

– Mi madrastra – contestó Fluke intentando adoptar un tono más conciliador, que le parecía más prudente en esas circunstancias.

– Te visitaré mañana y nos ocuparemos de lo que haga falta – comentó Ohm con frialdad mientras salía al recibidor. – Necesito tu dirección...

– No.

La sensación de sentirse atrapado era tan grande que casi le asfixió. Le había hablado de Bella y lo había hecho de una forma provocadora e irreflexiva, la peor manera de darle una mala noticia a Ohm. Ya era bastante volátil y no necesitaba que lo espolearan. Además, no tenía la más mínima duda de que, para él, enterarse de que era padre era una noticia muy mala y se había puesto muy frío y muy serio.

El dueño de su corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora