Fuego

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Situaciones extremas requieren medidas extremas, creo que así era el dicho.

El ver a todas aquellas personas lastimando a mi madre despertó en mi un odio que nunca había sentido.
Le di una patada a uno de los buzones que había a mi lado y tome el trozo de madera que antes había sido su base.
Sin pensar corrí hacia las 3 personas que estaban sobre mi madre quien aún se encontraba gritando.
Sujeté con fuerzas el trozo de madera y se lo enterré en el pecho del primero.
Este cayó al suelo, lo creí muerto hasta que tomó mi pie y extrañamente quiso morderlo. Siendo aún preso de mi intenso odio clavé sin pena alguna la madera en su ojo izquierdo, y al fin dejó de moverse.
Los otros dos seguían absortos en morder a mi madre y esta ahora emitía sólo unos quejidos. Clavé el palo en la cabeza del segundo quien se quedó quieto al instante. Y al tercero de mis vecinos le asesté el golpe más fuerte que pude darle de lleno en la cabeza, la cual se abrió y lo dejó quieto al fin.

Podía respirar entrecortadamente, me acerqué a mi madre que estaba cubierta de sangre y mordidas, me arrodillé a su lado y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mojandome las mejillas. Dejé caer el palo y tomé su mano entre las mías, sentí como Naomi se acercaba llorando hacia nosotros.
Cuando hubo llegado a mi lado se arrodilló, pero rápidamente se paró y me gritó.

-¡No es mamá!

-¿Que?- pregunté sacándome las lágrimas- Naomi, es nuestra...-y al fin vi lo que a Naomi le cercioraba que esa no era nuestra madre. Aquella mujer tenía el cabello marrón oscuro, y un collar en el cuello.
Había visto a aquella mujer antes, era Maria Johnson. Una vecina de las cuales no podía quejarme, siempre sonriendo y dispuesta a ayudar a los demás.
Me levanté, mire a los otros cuerpos y descubrí para mi espanto que eran sus dos hijos y su esposo. Estos ahora tenían la piel grisacea y teñida del rojo de su sangre que emanaba de su cráneos.
Su expresiones eran la misma que la del niño que me había atacado en el colegio de Naomi, pero... ¿no había dicho esa muchacha rubia que este estaba muerto incluso antes de que ella le disparase?
¿Significaba esto que yo no había matado a aquellas personas?

Tomé a Naomi en mis brazos, la cual no dejaba de llorar aún, quité todo pensamiento de mis mente y comencé a dirigirme hacia nuestro hogar.
Quise abrir la puerta, pero esta estaba cerrada con llave tal cual la había dejado esa misma mañana.
Tomé la llave de mi bolsillo, abrí la puerta y entramos.
Adentro todo parecía estar como esa mañana, incluso la mesa estaba puesta aún, la cuál había prometido a mi madre ordenar cuando llegase a casa ya que ella se acostaría...
Aquellas últimas palabras resonaron en mi mente unos momentos y entonces comprendí,  mi madre nunca había abandonado su habitación.
Subí las escaleras a toda prisa, nada parecía importarme más que lo que estaba detrás de la puerta del final del pasillo. Incluso dejé a Naomi en el living quien aún no entendía nada.
No me detuve a golpear, derribé la puerta de una patada, y allí estaba para mi alivio mi madre aún dormida debido al sedante que tenían sus pastillas para el dolor.
Me tiré a su lado y comencé a llorar como nunca antes lo había hecho, unos instantes después Naomi se me había unido. Mi madre se despertó sobresaltada y lo primero que preguntó fue.

-¿Por qué no estás en la escuela, Naomi?

Tanto ella como yo reímos, y abrazamos aún más fuerte a mi madre. Durante unos segundos fuimos felices, felices de verdad al ver que la persona que habíamos dado por muerta estaba con nosotros, felices de que mi madre estuviese bien, pero por sobre todas las cosas felices de poder verla sana.

Esta felicidad fue aminorando en mi interior, tenía que contarle a mi madre todo lo que habíamos vivido en esas horas.

Así lo hice, y luego de una media hora de los detalles más horribles mi madre hablo por primera vez.

El finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora