Tiempo

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El tiempo es inquebrantable; inalterable, no se puede modificar, transfigurar, y mucho menos invertir.
Por esta razón debemos aprender a vivir con el y sobrevivir a sus caprichos.

Hacía ya unas horas desde que habíamos huido de nuestro hogar, las llamas consumían todo a su paso; los recuerdos de días felices y sin preocupaciones eran ahora una lejana realidad. Una realidad a la que sin duda alguna elegiría volver.

Mi madre conducía por las solitarias calles; vehículos abandonados, sangre y cuerpos formaban ahora parte de ellas.
Naomi se había quedado dormida, y Balto se encontraba en sus brazos. Sus respiraciones eran el único sonido audible, el silencio dentro del auto era increíblemente atemorizante, en mi mente, imaginaba miles de situaciones en las que podría perder a mi familia sin yo poder hacer nada para evitarlas.

Habíamos cruzado ya varios pueblos y ciudades, en cada una de ellas parecía estar ocurriendo lo mismo, las tiendas habían sido totalmente saqueadas pero eso no nos importaba tanto. En el baúl del auto se encontraba toda la comida, bebida y suministros que habíamos podido encontrar en nuestras expediciones.
El viaje era muy lento, no avanzabamos mucho sin tener que bajar del auto para mover uno que otro coche del camino y así poder continuar.
Pequeñas agrupaciones de caminantes se podían vislumbrar en el bosque como si fuesen los más naturales y ordinarios animales.

-Aaron- dijo suavemente mi madre interrumpiendo mis pensamientos-, duerme hijo, necesitas descansar.

-Estoy bien- dije de forma despreocupada-, sigamos hasta llegar al otro pueblo, estoy seguro que podremos encontrar unos cuantos suministros ahí.

-Estuve pensando- dijo mi madre-, deberíamos buscar una armería... ambos sabemos, Aaron, que esto no acabará rápido.

Yo sólo asentí y me recosté en el asiento.
El ronroneo del motor y la vibración del auto me producía muchísimo sueño. El mundo de los sueños me arrastraba hasta sus dominios y mis ojos se cerraban lentamente hasta que caí dormido.

Volvía a estar en el prado verde, ahora sólo, miraba a mi alrededor pero no veía nada así que comenzaba a caminar en cualquier dirección.

De pronto me comenzó a rodear el fuego, más y más fuego, sentía las llamas abrazarme con sus danzarinas manos naranjas.
Lentamente comenzaron a aparecer figuras oscuras rodeandome por completo.
Las caras de todos aquellos que había tenido que matar estaban a mi alrededor, sin poder evitarlo comencé a llorar pidiendo perdón, a lo lejos podía oír el susurro de mi nombre: Aaron... Aaron... ¡AARON!
Éste último grito me volvió al mundo real, seguía en el asiento del auto, mi madre estaba mirándome preocupada y sentía mi frente mojada de sudor.

-Aaron-dijo sin quitarme los ojos de encima-, ¿estás bien?

-Sí, sólo fue una pesadilla... muy real, pero sólo una pesadilla.

Continuamos en silencio un rato más, el amanecer comenzaban a asomar, los primeros rayos del sol iluminaban las copas de los árboles.
-Sería hermoso-pensé-, si no estuviésemos en una puta guerra apocalíptica.

-Buenos días- murmuró Naomi desde el asiento trasero-, ¿dónde estamos?

-Emmmmm... no lo sé-Respondí sin más.

-Lo cierto es que...-intervino mi madre-, no tengo idea de adónde estamos.

Naomi comenzó a reír, era raro escuchar una risa sincera en un tiempo como éste, imaginaba que lo mismo habrían pensado las personas en la segunda guerra mundial, o incluso en cualquier tipo de enfrentamiento en el cuál su vida estuviese en juego.

Sacandome de mis pensamientos, Naomi emitió un pequeño grito lo que hizo que volteara a verla.
Estaba mirando hacia afuera, así que seguí su mirada con la mía y descubrí para mi espanto que en los árboles que estaban al borde de la carretera se hallaban colgados por lo menos, 15 cuerpos.
Mi madre detuvo el auto y echó a llorar desconsoladamente, Naomi asomó su cuerpo entre los asientos delanteros y la abrazó provocando que los sollozos de mi madre quedasen amortiguados en su hombro.

El finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora