Descubrimientos... (Parte 2-3)

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Releí la nota varias veces sin poder entender nada. Una hora atrás Laura estaba acostada en la cama que se hallaba frente a mi, aún podía recordar las heridas en su abdomen y el dolor en sus palabras.
Quité la mochila de mis hombros y la dejé a un lado de la cama, lo mismo hice con mi abrigo, y por último coloqué el revólver en una pequeña mesa a la derecha de la cama.
Me dejé caer sobre las sábanas y para mi sorpresa estas aún tenían el aroma de Laura.
Me acomodé en la cama a la vez que el sonido de la lluvia al chocar contra el techo inundaba el lugar.
Me pude dar cuenta que aún sostenía la nota en mi mano derecha, así que la solté y cayó al suelo.
El sonido de la lluvia, el aroma de Laura en las sábanas y la comodidad de la cama me produjo un bostezo y mis ojos luchaban por mantenerse abiertos.
Lentamente fui cayendo en un mundo de penumbras y sin resistirme quedé dormido.

Luego de mucho tiempo volví a tener un buen sueño, parecía haber transcurrido años desde el último.

Me hallaba en una habitación completamente blanca, el yo del sueño tendría unos 7 años, lo único que interrumpía la monotonía de las paredes blancas era una puerta de metal al final.
Pese a haber unos diez asientos era el único que ocupaba uno.
Mi versión más joven jugaba con un pequeño soldado de plástico,  recordaba aquel juguete, las horas y horas de diversión que éste me había brindado.
La puerta de metal se abrió de golpe y por ella entró un médico.

-Hola, pequeño, ¿Listo para conocer a tu hermana?- La versión más joven de mi mismo se levantó del asiento y sin decir palabra alguna comenzó a caminar hacia la puerta.
Al atravesarla la sala estaba un poco más fría que la anterior.
En una camilla pude divisar un bulto bajo las sábanas y me acerqué a el.
Mi visión de todo aquello era cómo si se tratase de un programa de televisión.
Al llegar a la cama mi madre, con varios años menos, me sonrió.

Acerqué una silla al lado derecho de la cama y tomé la mano de mi madre.
- ¿Cómo estás, mamita?- mi voz sonaba demasiado aguda, mi madre aclaró su garganta y respondió.

-Nunca estuve mejor, amor.
Hay alguien que quiere conocerte.

-¿Dónde está? ¿Es niña? Quiero verla mami, quiero verla.- Mi madre soltó una leve risa y le hizo una señal a la enfermera que se hallaba a unos pasos de mi.

-Bien, guapo, creo que ella quiere conocerte- la enfermera comenzó a caminar hacia mi mientras que en sus brazos cargaba una pequeña niña completamente envuelta en trapos.

Sonreí y alcé mis brazos, la enfermera depositó a mi hermana en ellos y se alejó unos pasos.

-Es... hermosa, mami.

-Lo sé, Aaron, ¿Cómo te gustaría que se llame?- preguntó mi madre.

-¿De verdad puedo escoger?- La sorpresa en mi voz era evidente.

-Sí, amor, tu puedes escoger su nombre.

-Pues... ehmmm...- miré a la pequeña niña en mis brazos y sonreí- ¿Naomi?

La pequeña niña me sonrió y sus suaves mejillas se tornaron rosadas.

-Naomi... se llamará Naomi.

Me desperté sintiendo aún el peso de Naomi en mis brazos.
Yo había escogido aquel nombre, la imagen de su sonrisa llenó mi mente durante unos segundos hasta que un leve ruido a mi lado me alarmó.
Me levanté de golpe y tomé el revólver de la mesa que estaba a mi lado.
Apuntando hacia el ruido comencé a buscar la linterna lentamente.
El sol se había ocultado ya, la lluvia seguía golpeando con más fuerza aún el techo.
De la nada una brillante luz proveniente de la cama me cegó.

-¿Buscabas esto?

Aquella voz... era tan familiar.
Abrí mis ojos cómo dos grandes platos y sonreí.

El finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora