Descubrimientos...

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Había decidido sobrevivir. No por mi, sino, por ellas.
Estaba decidido a encontrarlas aunque fuese lo último que hiciera, aunque me llevase el tiempo que me llevase.

Me levanté el suelo y mire mi reloj, eran las 19:56 p.m. Tenía frío, y podía oír mis tripas gruñir cómo si fuesen perros callejeros.
Revisé mis bolsillos y encontré; dos cargadores enteros para el revólver (12 balas), las llaves de nuestra antigua casa, un cuchillo y una foto que había decidido llevar siempre conmigo.
Aquella foto parecía una realidad alterna; Naomi, mi madre y yo sonreíamos.

Antes de toda ésta basura aquella foto hubiese sido de lo más ordinario,ahora, aquella foto era la mayor de mis metas. Ver sonreír a las únicas dos personas que tenía en mi vida, ver que aquellas personas eran felices y sus deseos de vivir infinitos.

Pero para todo eso tenía que sobrevivir, haría hasta lo imposible por tenerlas conmigo una vez más...

Junté mis pertenencias y las guardé nuevamente en mis bolsillos.
Necesitaba un abrigo, la noche estaba llegando y el frío comenzaba a penetrar en el cuerpo hasta llegar a los huesos.
También debía encontrar comida y agua, y de lo posible, una linterna y más munición.

Comencé a caminar hacia la puerta de metal que cerraba el pasillo dónde me encontraba, apoyé el oído en ella y escuché con atención.

Silencio, era lo único que podía oír, un silencio que congelaba la sangre.
Tomé el revólver en una mano, y revisé el cargador.
Estaba vacío, así que coloqué seis balas en el. Corrí los pasadores de la puerta y comencé a abrirla lentamente.
Un pequeño chirrido metálico resonó al abrirla por completo, afuera estaba despejado. No había señales de caminantes pese a las manchas de sangre seca y destrucción por aquí y allá.
Salí sin mas y comencé a caminar sin dejar de prestar atención a cada lugar de la calle en búsqueda de una señal de movimiento o algo que me advirtiese de la presencia de caminantes.
Arma en mano comencé a dirigirme a una tienda deportiva que se hallaba justo frente a mi.

Al llegar a la puerta me di cuenta que había sido saqueada al igual que muchos comercios a mi alrededor.
La puerta se hallaba tirada a un lado en el suelo, por lo cual pude entrar sin problemas.
Dentro del local todo lo que quedaba estaba lleno de polvo. Vislumbré con el rabillo del ojo un pequeño resplandor plateado, al acercarme pude ver que era una pequeña estatuilla de plata, un premio.
Sin ponerle mucha más atención seguí deambulando por la tienda, en un estante pude hallar una mochila para montaña.
La tomé, y pude notar que no estaba vacía.
Al abrirla y vaciar su interior en el suelo me dio un brinco en el corazón.
Dentro había; una linterna, un pequeño saco para dormir, un cuchillo, una pistola de bengalas con tres bengalas y un kit de primeros auxilios.
Guardé todo dentro de la mochila y la coloqué en mis hombros.

Seguí buscando cosas por la tienda, no quedaba mucho, en un estante encontré un encendedor y baterías extras para la linterna, guardé ambas cosas en la mochila.
Un maniquí traía puesto un conjunto deportivo para montañismo, lo miré e imaginé a mi madre regañandome por sólo pensar en robar.
Pero era necesario, así que tomé el abrigo, los pantalones y las botas quedándome con mi playera de S.O.A.D y mi ropa interior.
Al terminar de vestirme, seguí recorriendo la tienda sin mucha más suerte.
Cuando me disponía a salir comencé a oír aquellos peculiares gemidos y quejidos que emitían los seres no muertos.
Me escondí detrás de un estante y aguardé a encontrarme con ellos.
Pasaron los minutos y el silencio llenó el ambiente nuevamente, decidí levantarme e irme de aquel lugar, pero al mirar hacia abajo me llevé una grata sorpresa.
Un juego de navajas retráctiles se hallaba a mis pies.
-Increíble-pensé.
Y sin pensarlo los metí en la mochila y salí de aquel lugar. La noche había llegado así que decidí volver a aquél pasillo en el que había estado hacía ya un rato, caminé unos pasos y llegué a la puerta.
Al cerrarla detrás de mi, pude ver que aquel pasillo daba a la parte trasera de cinco locales.
Abrí la mochila y tomé la linterna. Al encenderla luz artificial bañó el lugar cómo un espectáculo sin precedentes, había comenzado a pensar que jamás vería luz producida por un pequeño foco, ahora me parecía totalmente asombroso.

El finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora