1

1 0 0
                                    


No podía sacarme de la cabeza lo que había ocurrido hace solo un par de horas. Iba sola en el tren en dirección a la universidad, me veía en el reflejo de la puerta y podría decir que no era la misma persona que fui 12 horas antes.

Cuando cerraba los ojos podía volver a la sensación de mi corazón yendo a mil por hora, no querer separarme de su lado y seguir fundiéndose en uno, pero me esperaba un largo día de clases. Bajé en la estación correspondiente a la universidad y caminaba con la extraña sensación de que todos se fijaban en mí. Aún sentía el pecho inflado con la emoción de todo lo que había vivido. Lo buscaba con la mirada, esperaba encontrarlo en alguna parte de la universidad o encondernos en algún pasillo solo para volver a sentirme como en aquella madrugada, pero habíamos acordado no llegar al mismo tiempo. Los dos tratábamos de esconder lo que había pasado, dejarlo solo para nosotros y hasta ese momento lo hacíamos bien.

Cuando llegué al tercer piso del edificio principal estaba él con su típica cara que lo hacía lucir como si acabara de oler algo desagradable, juro que quería darme la vuelta y salir corriendo porque en definitiva no era a quién quería ver, aunque no le quedaba de otra. Teníamos todas las clases juntos, lo que era uno de los tantos errores de los que sí me arrepentía.

No tuve más opción que acercarme a quién en ese momento era mi pareja. Tom. Un tipo de estatura no muy alta, más alta que yo, pero eso era algo fácil de que sucediera porque un metro y cincuenta y ocho centímetros no son difíciles de superar. No era precisamente el hombre más guapo que había en la universidad, pero tenía lo suyo... pensaba que algo debe haber tenido para que me gustara en primer lugar. Su cabello era de un tono rubio oscuro, su piel clara y sus ojos color miel, dientes no precisamente derechos, mandíbula apretada y el ceño tan fruncido que anticipaba una pronta vejez. Al llegar a su lado levantó la vista hacia mi e hizo una mueca de saludo con la boca para luego volver a mirar la pantalla de su teléfono. Me sentía tan perseguida como un ratón corriendo para no ser devorado. ¿sentirá algo raro en mí? ¿algún olor distinto, tal vez? Me preguntaba a sí misma. O quizás lucía extraña, no hablaba y mis pensamientos trataban de no ir a fantasear en lo que había pasado la noche anterior.

- ¿Cómo te fue en el trabajo ayer? – Preguntó Tom sin siquiera levantar la vista hacia mí.

- Bastante bien, aún no es quincena así que sigue yendo mucha gente –

- "Familia, hoy se come" – Bromeó con su típico tono de no estar bromeando en absoluto, hice como que sonreía y me puse a mirar mi teléfono para distraerme de la presión de tener que correr con más gastos de mi novio de los que hubiese querido.

- ¿Ready guys? – El profesor guía de nuestro proyecto de tesis de estaba junto a la puerta del salón sonriendo en pos de invitarnos a entrar. Detrás de él venía Inés, la novia de Jeffrey, la novia de mi mejor amigo, quién la noche-madrugada anterior había estado conmigo hasta tarde haciendo cosas que los mejores amigos no debiesen hacer.

Inés me sonrió. Éramos muy buenas amigas y nos tenían mucho cariño, pero luego de lo de anoche me dio escalofríos verla acercarse. Estaba segura de que los colores de mi rostro se habían arrancado y mis manos comenzaron a sudar del nervio que sentía. ¿Sentirá el olor de Jeff en mi pelo? ¿Tenía si quiera su olor en mi pelo? No me había alcanzado a bañar esta mañana. Ella lo conoce, son pareja hace más de un año, le conoce los olores... mierda.

- ¿Qué tal el fin de semana?... estás muy pálida hoy Leo ¿te pasa algo? – "Solo dormí con Jeffrey un par de horas luego de besarnos" pensé y se me apretó el estómago ante la inminente idea de que mis pensamientos salieran de mi boca.

-Estoy bien, solo un poco cansada. Han sido semanas duras – Comenté mirando hacia abajo. Lo que acababa de decir no era mentira; mi abuela había fallecido hace casi dos semanas solamente y en los ratos que no estaba estudiando se me caía el mundo encima al recordarla. Todas las cosas que me habían pasado antes de su partida se habían escondido en lo más profundo de mi pequeño ser y solo quedaba una cáscara de mí que recordaba a quien fuera una madre en mi vida. Amarga tristeza era la emoción que me envolvía en ese momento de mi vida y lo único que me había ayudado a salir de eso era lo que había pasado la noche anterior con Jeffrey.

-Lo sé – Dijo sentándose a mi lado. – ¿Te ha hablado Jeff? – Negué con la cabeza. – No me ha respondido los mensajes que le he enviado, espero que solo esté durmiendo – Comentó Inés con un poco de desgano.

La clase fue como siempre. El profesor solo me miraba cuando explicaba y no sabía cómo tomarme eso, pero dado a que no todos lo tomaban en cuenta cuando el pobre hablaba, mejor dicho, nadie lo tomaba en cuenta excepto yo que trataba de responderle todo lo que decía y hacer las preguntas más obvias con tal de que la clase no se pusiera extraña y más aburrida.

Estaba casi terminando la clase cuando se abrió la puerta. Era Jeffrey. Venía con su cabello despeinado como siempre e hizo cómo si no hubiera pasado nada porque venía llegando más de una hora tarde.

-Perdón – dijo haciendo como si nada hubiese pasado.

Traté de que nuestras miradas se encontraran, pero estaba casi segura de que él lo evitó a toda costa. Pasó directamente a sentarse con su amigo, Tom. Qué película más horrible estaba viviendo en ese momento. 

RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora