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Las fiestas patrias estaban encima y como siempre, yo no quería celebrar con nada. Las celebraciones no me gustaban y el no tener a mi familia completa era peor.

Habían pasado dos semanas desde que murió Laura, mi abuela. Creo que desde esa llamada que recibí de mi mamá esa mañana diciéndome que Laura había partido, desde esa llamada mi alma había fragmentado en mil pedazos, unos más grandes que otros y cuando estos pedazos se juntaban aún se podían ver las trizaduras dejando a la vista los intentos de reparar algo que era irreparable. Las noches no eran lo mismo, el despertar de las mañanas se sentía como un esfuerzo casi inhumano para mantenerme en pie, respirando... viviendo.

Mi mente y estado de ánimo por esos días tenía muy pocas formas. La mayoría del tiempo era yo avanzando como un caballo de feria con anteojeras para no mirar a los lados y seguir siempre hacia delante.

Se suponía que en los días previos a las fiestas los supermercados y malls se llenaban de gente, pero aquel sábado parecía que se había tragado a todo mundo. A penas pasaba una que otra persona a comprar al supermercado donde trabajaba y las propinas que me dejaban por envolver sus compras en bolsas era casi mínima. Ese era el problema de trabajar a propinas y la fecha no me había acompañado en lo absoluto. Al parecer todos habían hecho lo que Jeffrey y se habían ido fuera de la ciudad a celebrar con sus familias.

Esa noche llegué demasiado cansada a mi casa y con el ánimo por el suelo. No tener clientes me significaba tiempo libre y tiempo libre era sinónimo de sobre pensar muchas cosas que no debía.

Ya había pasado poco más de una semana desde lo que había pasado con Jeff y yo intentaba lo más posible que mi "sobre pensamiento" no fuera en esa dirección. El problema era que tampoco iba en una muy buena dirección; me la pensaba recordando a Laura y cuánto la extrañaba, en ese punto ya no sabía qué era más dañino para mí, si el primer pensamiento o el segundo.

Aquella noche había salido antes del trabajo y llegué con ganas de simplemente tirarme a la cama y dormir, era temprano y yo nunca me dormía tan temprano, pero parecía ser una de esas noches en las que lo haría.

- ¿Cómo te fue mi bebé? – Me preguntó mi mamá cuando entré a la casa.

- No muy bien, creo que el mejor turno fue el de ayer, hoy apareció alrededor de... ninguna persona –

-Lo lamento, pero ya te irá mejor la próxima semana –

-Eso espero, con tal de que me alcance para pagarme el pasaje del metro y comer en la universidad, quedo feliz –

-Te va a alcanzar, por cierto, pensé que no querrías salir mañana para celebrar el cumpleaños de Bernardo, así que le pedí a mi mamá que viniera con el tío Oscar – Mercedes, la mamá de mi mamá era mi abuela biológica, pero Laura, la madrastra de mi mamá fue mi abuela, mamá, amiga... todo. – Yo sé que no es como estar con Laurita, pero Meche también te quiere mucho y ha sido buena contigo –

- Lo sé mami, solo no tengo muchos ánimos de fiestas además tengo mucho que hacer con mi tesis –

-Pero comparte, aunque sea un rato –

-Lo haré, en serio – Prometí – Pero no estaré en la sala todo el día porque tengo mucho que hacer y creo que ahora me iré a dormir -

- Está bien – Mi mamá se acercó a mi para darme un beso en la mejilla y subió a su cuarto. En cuanto a mí, me fui directo a mi cama y me acosté sin siquiera quitarme la ropa de trabajo. Solo me tapé hasta la frente y dejé que la tristeza me envolviera de nuevo. No sé cuánto tiempo estuve llorando, solo sé que me quedé dormida así.

Los días siguientes a las fiestas patrias los pasé en casa, sin tener mayores planes y realizando el análisis de los datos obtenidos de la investigación de mi tesis. Era bastante poco habilosa creando gráficos en documento así que lo usé de excusa para pedirle a Jeffrey que me ayudara y así tener más tiempo de hablar con él.

RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora