2

1 0 0
                                    


Después de esa clase Tom y yo fuimos a almorzar al comedor, busqué con la mirada a mis amigas, pero no las veía. No quería estar a solas con él, me sentía incómoda y la única compañía que quería era la mía y la de mis pensamientos para poder pensar en todo lo que estada dándome vueltas. Además, estar con Tom me significaba arriesgarme a recibir una invitación para ir a quedarme a su casa lo que a su vez significaba que, si no quería que me tocara un pelo durante la noche, tendría que quedarme despierta hasta muy tarde esperando que él se durmiera primero que yo cosa que para mí ya era muy difícil sin contar que hoy había dormido apenas dos horas y ya tenía resaca por todo lo que había bebido anoche.

- ¿Te quieres ir conmigo hoy? – Preguntó. Lo sabía. Pensé en cómo decirle que no quería ir sin que se desatara el caos con él.

- Tenía pensado llegar a descansar hoy – Dije mirando mi comida.

- Puedes descansar en mi casa también – Comentó en un tono más serio.

-Si, puede ser –

- ¿Quieres o no? – Ya se había empezado a molestar. La verdad no quería, pero tampoco quería una escenita en la universidad quedándome aún dos clases antes del fin de la jornada y poco más de año y medio para dejar de verlo aquí.

- Voy a ir, pero solo hoy. Quiero estar en mi casa también –

- En tu casa puedes estar siempre – Argumentó comiendo.

- Obvio, es mi casa. En la tuya también puedo estar siempre y siempre voy –

-Sabes, si no quieres ir mejor dime eso y así dejo de hacer el ridículo insistiéndote – Aquí vamos de nuevo.

-Ya te dije que voy a ir –

-Pero no quieres, ¿para qué vas a ir si no quieres? – Ya había empezado a molestarse.

-Basta, ya te dije que iré –Ya me estaba haciendo perder la poca paciencia que tenía.

- ¿Sabes qué? Mejor que no vayas, no estoy de humor –

- Está bien – Me sentía más cómoda si él me pedía que no lo hiciera, así al menos tenía una razón que darle si se ponía a cobrarme sentimientos.

Terminamos de comer en un incómodo silencio y luego partimos a nuestra próxima clase. Como era de esperarse no me habló en el resto del día y yo tampoco me sentía con ánimos de intentarlo, después de todo esas discusiones estúpidas eran pan de cada día incluso cuando intentaba hacer todo exactamente como él quería. Después de 4 años juntos la verdad ya estaba acostumbrada a esas estupideces, además hubo discusiones peores, con él siempre podía ser peor. A veces me pregunto por qué seguía con él, aunque la pregunta real era por qué no podía dejarlo.

Mis sentimientos ya no iban en su dirección hace mucho tiempo, incluso antes de lo que pasó con Jeff. Mi corazón ya lo había dejado y este mismo se había ido de mi cuerpo el día que murió mi abuela. Ya no me importaba estar con él, tampoco me importaba dejarlo, había un solo sentimiento en mí y ese era el querer volverla a ver, sentirla a mi lado abrazándome, hablándome con esa voz tan dulce y particular de ella que extrañaré hasta que vuelva a verla en algún lugar.

Siento que desde que ella se fue la depresión llegó de golpe y fue dura conmigo. Me apagué, respiraba por inercia y estaba simplemente cansada de todo. No recuerdo haber sentido esta desolación antes a pesar de ser una persona con tendencia depresiva, siempre he tratado de disfrutar cosas y poner pensamientos negativos de lado, pero en el último tiempo se me estaba haciendo difícil. Demasiado difícil. Era un cuerpo vacío y apagado que había despertado un poco con Jeffrey, pero la mejoría no iba más allá de eso. Por su parte, después de un tiempo que nos distanciamos con él, ahora volvíamos a ser amigos y era el mejor amigo que podía tener. Me acompañaba en todo y lograba hacerme reír, cosa que por esos días era difícil o casi imposible. Me hacía moverme, en realidad me obligaba, y no era como que él saliera conmigo, sino que me jodía hasta que yo hiciera alguna cosa porque Inés le agotaba casi todo el tiempo de la semana completa. Jeff solía ser una persona divertida. Siempre estaba haciendo algo que nos hacía reír a todos, siempre salía con alguna idea genial para las cosas que debíamos hacer en la universidad y tenía ese lado infantil, que lo llevaba a ser impulsivo y vivir del momento, todo eso era inmensamente contradictorio con el hecho de que él siempre me hablaba de que era más bien depresivo, o quizás lo primero era solo una máscara para lo segundo, mientras que yo era bastante "cuadrada" en mi forma de ser y pensar y si estaba mal, estresada, enojada o cualquier otra cosa se me notaba demasiado. No era buena fingiendo o disfrazando mis emociones.

En fin, aquel día volví a mi casa e hice lo que solía hacer en las tardes: Sentarme con mi laptop en las piernas escuchando canciones que me hicieran sentir aún más triste mientras todos en hogar se habían ido a acostar y gracias al cielo que lo hacían temprano. No me sentía capaz de verlos ni compartir con ellos por mucho tiempo sin abstraerme o quedarme con mirada perdida viendo la pantalla de mi teléfono.

Durante la tarde tampoco recibí mensajes de Jeffrey y tampoco de Tom. Tenía unas ganas tremendas de hablarle al primero, quería hablar con alguien de lo que había pasado y él era la única persona a quien podía comentárselo, era mi mejor amigo. No podía decírselo a Inés por razones obvias y a mis amigas menos ya que me mataba pensar en el juicio de ellas y en la reputación que tendría luego de eso. Lo que había pasado entre nosotros no era algo simple de explicar, trataba de explicarme a mí misma por qué lo había hecho y lo que más me intrigaba era por qué no me hacía sentir remordimiento ni cargo de conciencia, solo me preocupaba que nadie lo supiera a menos que ambos termináramos con nuestras respectivas parejas, pero además de eso no lograba sentirme mal por Tom o Inés, incluso, cuando me fui a dormir esa noche luego de mi rutina depresiva me quedé pensando en la experiencia que había vivido, era quizás lo más salvaje que había hecho en mucho tiempo y me hizo sentir un poco más viva.

Mi cabeza era una eterna película con Cruel Summer de Taylor Swift como soundtrack: "Devils roll the dice, angels roll their eyes..." esa parte me hacía más sentido que nunca.

... nuestras cabezas estaban tan cerca la una de la otra que nuestras narices ya rozaban al igual que nuestro pecho que se inflaba por la dificultad para llenar los pulmones de aire. Agradecía el silencio inmaculado que había en la habitación y solo se rompía con nuestra nerviosa y a su vez ansiosa respiración. No supe quién tomó la iniciativa o si fuimos los dos al mismo tiempo, la cosa fue que nos besamos, nos besamos sin despegar nuestros labios por varios segundos hasta que la necesidad de respirar se hizo presente. Nos miramos a los ojos un instante y ya no había vuelta atrás. Volvimos a besarnos con tal fiereza que no nos dimos cuenta cuando nuestros cuerpos estaban tan juntos y una pierna mía estaba enroscada a su cadera mientras su mano la acariciaba.

Con una destreza impensada viniendo de él, se recostó sobre su espalda y me llevó consigo, dejándome sentada sobre su cadera. Sus brazos me jalaron hacia su pecho y nos seguimos besando. En ese momento ya no estaba pensando, solo sentía; sentía su cuerpo reaccionando al mío, moviéndose con suave frenesís bajo de mí y solo quería más, más de él, más de sus caricias, más de sus besos, de sus manos recorriendo caminos que creo nadie había descubierto antes. No sabía si había pasado horas o solo minutos cuando el sol empezó a aparecer a través de la ventana iluminándonos tenuemente, dejándonos ver todo aquello que solo habíamos estado sintiendo al tacto y creo que requirió de una gran fuerza de voluntad el no habernos quitado la ropa.

Cuando empezaron a sonar cosas en mi casa fue cuando me di cuenta de que mi familia se había levantado y se estaban arreglando para comenzar un nuevo día. Nosotros estábamos abrazados, con su cuerpo pegado a mi espalda.

Los minutos siguientes se sintieron como horas. No podía haber un solo sonido viniendo de aquí y cuando al fin mi madre se llevó a todos con ella a empezar su día, nosotros volvimos a ponernos de frente, conmigo esta vez recorriendo su pecho por debajo de su ropa, en la medida que volvía a agitarse mi respiración y volvía a dirigir mis labios a los suyos.

- ¿Has pensado en estar con alguien más? – Susurré sobre sus labios. Él entendió a qué me refería... 

RushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora