CAPITULO CATORCE.

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Definitivamente no sé nada de construcción.

Llevamos media hora revisando una y otra vez los planos y seguimos en las mismas, ninguno entiende nada. Dejo caer mi frente en la mesa en la que estamos con ese trozo de papel, lamentando no haber buscado trabajo de construcción.

Ladeó mi cabeza varias veces, intentando descifrar a fondo el plano y el cómo plasmarlo en ladrillo. Mis hermanos continúan discutiendo sobre este plan, Arturo ya comenzó a desconfiar si fue buena idea o no, mientras que Flavio expone su punto del porque debemos quedarnos.

Yo dejé de participar en sus quejas después de unos minutos en los que quede centrado en los planos, es imposible que pueda plasmar tanto cuadrado en una casa. Rasco mi cabeza, por esto fue que no quería elegir ninguna ingeniería.

—Bueno y qué tal que nos estamos equivocando y Fernán-

—Termina esa oración y recogerás tus dientes en el lodo. —advierto arrastrando mis palabras sin dirigirle la mirada a Samuel.

Para fortuna mía, mi voz sale con normalidad, escondiendo perfectamente el ligero nudo que se formó por las palabras de mi hermano. Mi mano se sostiene con fuerza de la esquina de la mesa, controlando el enojo creciente.

Suficiente tengo con que Fernández este convencido de un maldito suicidio como para que uno de mis hermanos se ponga de su lado. No levanto la mirada pero sé que Arturo está de mi parte cuando Samuel murmura un “lo siento” y vuelve a quedarse callado.

—Fernández solo está cuidando su puesto. Cerrarán el caso de nuestra hermana sin llegar a la verdad.

Arturo se apoya en la mesa en dónde estamos, o mejor dicho, dónde estoy revisando los planos. Ninguno de mis hermanos sabe nada de constitución, y a ninguno parece importarles esto así que soy el único que se digna a revisar y entender cómo va esto de la obra. Mínimo hay que hacer un trabajo decente.

—Por eso mismo debemos estar acá. —Flavio expresa. —No solo para conseguir información sino para vengarnos.

Dejo mi lengua en mi mejilla, dándole vueltas a los planos sin éxito alguno. Una idea llega a mi mente a la tercera vuelta del papel. ¿Quien siempre tiene solución a todos los problemas? Sonrió. Fácil, YouTube.

Saco mi celular y me meto a la aplicación, buscando: cómo construir una casa sin saber nada de construcción.

—¿No se han dado cuenta? —Flavio pregunta y levantó por segundos la mirada, viéndolo admirar una parte del rancho. —Esta gente está forrada en lana.

Ruedo los ojos, regresando mi atención a mi celular, mi dedo baja lentamente los vídeos, intentando encontrar un tutorial que me sirva de guía.

—¿Qué estás insinuando? —por el tono de Arturo está claro que el comentario de Flavio lo acaba de poner al centro de un regaño.

Estoy acostumbrado a los pensamientos intrusivos e interesados que tiene mi hermano. No es como si el dinero para él fuese lo más importante pero eso no le impide desear tenerlo.

Sin embargo, en este momento esos comentarios no hacen más que aumentar mi molestia. Conozco a Flavio y puedo presentir que está por decir una estupidez que hará que Arturo se moleste tanto como yo lo estoy ahora.

—Pues que son ricos. —Flavio responde como si fuese lo más obvio. —Mira nada más la casota que tienen, los coches de lujo, los caballos. Podemos sacarles lo que queramos.

Muerdo el interior de mi mejilla, sintiendo un ligero dolor que ayuda a que evite soltarle un puñetazo a alguno de esos dos tarados.

—Flavio, no vuelvas a repetir eso. —levantó la mirada de mi celular, viendo cómo Arturo se acerca a Flavio, apretando sus puños. —La vida de mi hermana no tiene precio ¿entiendes?

Gracias a Dios, Flavio se queda callado igual que Samuel y eso me da paz. Mi atención se centra en el vídeo y cuando el hombre comienza a explicar, siento la mirada de mis hermanos sobre mí.

—¿Qué? —preguntó, elevando mi ceja.

—Quita eso. —Flavio me ordena después de unos segundos de silencio, me quita los planos y se pone a analizarlos junto con Samuel.

—¿Tienen una mejor idea? —cuestiono, mirándolos a ambos con seriedad, silencio total. —Eso pensé, ninguno sabe siquiera hacer mezcla de cemento, así que, calladitos se ven más bonitos. Déjenme ver mi tutorial.

Samuel suelta una ligera risa y niega divertido mientras Flavio me mira con fastidio. Arturo simplemente me mira y sacude la cabeza, dejándome ver mi video.

Le pongo play al vídeo y me concentro en todo, no miento al decir que ninguno sabe hacer mezcla de cemento. El único que debe saber es Arturo pero los demás mínimo debemos tener una idea de cómo se hace.

Le quitó una hoja de papel a Flavio y tomó el lápiz que traigo detrás de la oreja para comenzar a anotar los materiales.

Flavio rueda los ojos mientras los otros dos me miran con curiosidad. Arturo se cruza de brazos, prestando atención a las instrucciones y a lo que estoy escribiendo en la hoja.

—Bien, ten. —le pasó la hoja a Arturo que me mira entre diversión y seriedad. —Es lo que necesitamos para iniciar con la construcción.

—¿Sacaste todo esto de un tutorial? —Arturo me pregunta con diversión, revisando la lista de materiales.

—YouTube es mágico, carnal. —le sonrió, guardando mi celular y rodeando la mesa. —Voy contigo.

Mi hermano no se niega y me hace una seña con su cabeza para que lo siga. Agradezco eso. Samuel nos llama, seguramente queriendo que nos quedemos pero ninguno lo escucha. Por mi parte no cometeré ninguna estupidez y Arturo me escuchará, podré mantener el control de cualquier posible contratiempo.

No soporto estar un minuto más con Flavio y Samuel, está conversación dejó un amargo sabor en mi boca y estoy seguro que si alguno de ellos hace otro comentario sobre Alma terminare dándoles un puñetazo y no quiero terminar peleado con alguno de ellos, menos por la mención a nuestra hermana.

—Estás muy callado. —Arturo rompe el silencio mientras cruzamos el lugar de la construcción.

—¿Cómo pueden creer que se suicidio? —cuestionó, tratando de que mi voz no se quiebre. Me detengo a unos metros de la camioneta, mirando a mi hermano con los ojos casi llorosos. —Puedo soportarlo de Fernández pero ¿Samuel?

Arturo chasquea, acercándose a mí para poner su mano en mi hombro. Mi mirada queda fija en la suya.

—No te pongas así, loquito. —yo sonrió conteniendo mis lágrimas por ese apodo, Alma y yo lo compartimos desde niños. —Ya sabes cómo es Samuel, también Flavio. Les duele.

Lo sé. Claro que lo sé, a todos nos duele. Pero no entiendo cómo pueden creer que una persona llena de vida podría haber hecho eso.
Arturo me abraza por los hombros, haciendo que volvamos a caminar.

—Vamos a encontrar al desgraciado que le hizo esto, te lo juro.

Me promete y yo le creo, confío a ciegas en mi hermano mayor y sé que encontraremos al culpable, qué él estará conmigo y me dejara recostarme en su hombro y llorar si lo necesito.

—¿Ya soy tu favorito? —preguntó en voz baja, con la intención de dejar de lado ese tema para poder controlar las punzadas en mi pecho.

Él me contesta empujándome al frente con una sonrisa, yo río un poco y fingió indignación. De niños, siempre supe que Alma era su preferida, sé que Arturo me ama pero con mi hermanita tenía una conexión diferente. Ella siempre fue su niña.

Arturo jamás aceptó tener un favorito pero yo solía molestarlo con eso en todo momento, hoy duele un poco recordarlo pero al ver la sonrisa de mi hermano, empiezo a creer que, tal vez, llegué un momento en el que su recuerdo no duela tanto.

𝐌𝐈 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 | 𝑨𝒏𝒅𝒓𝒆𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝑱𝒖𝒏𝒄𝒐.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora