CAPÍTULO QUINCE.

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Arturo conduce hasta el interior del rancho, el camino es tranquilo hasta que un caballo se atravesó de imprevisto. Logre meter mis manos antes de que Arturo frenara de golpe, haciendo sonar el claxon. Alterando de inmediato al animal y provocando que casi tirara a la señorita Sofía.

Salimos de la camioneta corriendo hacía ella. Arturo trató de tranquilizar al caballo que no dejaba de levantar las patas delanteras, completamente alterado. Mi atención viaja de mi hermano a Sofía, cuidando que el animal no lo pise y que ella no se caiga.

Apenas Arturo salta sobre el caballo, yo corro frente al animal, tratando de que centre su atención en mí y poder tomar las riendas para poder tratar de calmarlo.

Poco a poco lo logro y él permite que lo acaricie.

—Buen chico, tranquilo. —susurró pegando mi frente a la suya, acariciando parte de su crin. —Shh, ya está bien.

Mi pequeña conversación con el caballo se ve interrumpida por los reclamos de la señorita Sofía, me separó un poco y es cuando noto que mi hermano la tiene abrazada por la cintura.

—Bajese, no tenía porqué hacer eso.

Elevó una ceja, poniendo los ojos en blanco y regresando mi mirada al caballo, sigue nervioso así que continuó acariciándolo lentamente. Es hermoso, su pelaje es gris muy claro con manchas negras, es un semental.

—Su caballo estaba a punto de tirarla, se dice gracias. No sea malagradecida. —Arturo le respondió con molestia, bajándose del caballo.

—¡Usted tuvo la culpa! —me pongo al costado del caballo cuando veo que Sofía quiere bajar del caballo. Para mí fortuna ella aceptaba mi mano y yo la ayudo a bajarse —Gracias. —yo le sonrió, mirando con diversión como regresa a reclamarle a mi hermano. —¡Por venir conduciendo como un animal!

Ciertamente ella tenía razón, fue culpa nuestra que su caballo se alterara de esa manera. Sujeto la rienda del caballo y sigo acariciandolo, ambos pendientes de la discusión frente a nosotros.

—No es más que un patán y un abusivo. —Sofía reprocha, causandome diversión.

—¿Sí? Usted es una niña malcriada y soberbia, como ve. —Arturo le regresa y puedo presentir una cachetada.

—¿Intervengo? —preguntó en voz baja al caballo, me encojo de hombros y regreso mi mirada al frente. Que mi hermano lo resuelva.

Efectivamente llegó una cachetada pero Arturo le sujetó la mano antes de que impactará en su cara.

—Mucho cuidado con lo que hace. —él advierte. —No es buena idea querer domar a un semental por las malas.

Guardó silencio, apretando mis labios y procesando las palabras de mi hermano. ¿Qué dijo? Entre abro la boca, cuestionando si Arturo es consciente de lo que acaba de decir. Me esperaba todo menos esa frase.

Llámenme loco pero puedo sentir una tensión entre esos dos que no sé si apartar la mirada o quedarme disfrutando de la función que se me presenta.

Las palabras de Arturo, para fortuna mía, no fueron malinterpretadas por la señorita.

—¡No le ocurra volver a tocarme! —Sofía retira su mano pero no se aleja de Arturo. —Porque de lo contrario soy capaz de-

—¿Tienes algún problema, mi cielo? —Un hombre de traje blanco interrumpe.

Mi cuerpo se congela al verlo sin razón, mi respiración se atora en mi garganta y siento como un escalofrío me recorre la espina dorsal. Sus ojos se están clavados en mi hermano y mi cabeza solo tiene un pensamiento: huir.

𝐌𝐈 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 | 𝑨𝒏𝒅𝒓𝒆𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝑱𝒖𝒏𝒄𝒐.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora