Capítulo XII; Una promesa

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Sakura

Vacaciones perfectas, perfectamente imperfectas. Fracasé una y otra vez, planee todo con meticulosa atención, aún así la mayoría de mis planes se habían visto frustrados de algún modo. Pero Sasuke se lo tomaba con mucha calma, parecía no importarle en lo absoluto, encontraba una respuesta optimista y convertía aquellos momentos incómodos en momentos felices. De recordar cada una de sus acciones se me aceleraba el corazón.

— Después de todo lo de hoy la ducha me vino de maravilla — venía entrando a la habitación, con una toalla en la cabeza —. Quizás cargar una persona en la espalda debería considerarse como un deporte extremo.

— Creía que a los gatos el agua no les iba — le aventé la almohada más cerca que tenía —. No creí que tu espalda soportara tan poco, solo tuviste que tenerme encima unos momentos.

— ¿Poco? — sonreía mientras se acercaba a mí —. Me gusta tenerte encima, pero no de esa manera.

No entendía si tenía intenciones ocultas cuando soltaba cosas como esas, se le veía tan natural, ni siquiera sonreía coquetamente, pero eso no significaba que sus palabras no tuvieran impacto en mi.

— ¿Ya no te duele? — se sentó al lado mío en la cama.

— Estoy mejor.

Era cierto, la hinchazón ya había bajado, y el color había disminuido, solo me daba una ligera molestia si me apoyaba con el durante un tiempo.

— Me alegro.

Se acercó a mi, para darme un pequeño beso en la mejilla, el contacto me resultó electrizante, luego volvió a darme otro, y otro más. Me resultaba increíble los efectos que Sasuke con tan poco causaba en mi.

Tomó con sus dedos mi barbilla y me obligó a verlo con suavidad, para este momento el corazón ya me latía con fuerza, como en todos los momentos que compartía con el.

Se acercó, mirándome a los ojos, y luego a la boca, puso su mano alrededor de mi cuello, donde con cada caricia me estremecía por completo.

— ¿Puedo besarte?

Solía preguntar con frecuencia si podía hacerlo o no, suponía que había adoptado esa manía desde aquel incidente.

Y con frecuencia yo solía decir que si.

Cerré los ojos a la espera del contacto, sus labios, tan suaves como la última vez se movían despacio sobre los míos. Era cálido, amable y gentil.

Después de un momento los besos se volvían más profundos, reprimí con todas mis fuerzas cualquier sonido que pudiera escapar de mi boca en cuanto sentí su cálida lengua se abría paso buscando la mía.

La mano que descansaba sobre mi cuello bajo sobre mi clavícula y después sobre mi pecho, el ligero apretón qué le dió hizo que algo cálido saliera de mí. Su boca, tan dueña de la mía, impedía que los sonidos se escaparan.

— No podemos — apenas pude pronunciar, la realidad es que no quería soltar sus labios —. Podrían escucharnos.

— Entonces no hagas ruido.

Sentí una nueva oleada de calor recorrerme desde la cabeza hasta la punta de los pies, no es que me considerará una persona atrevida o arriesgada, pero el hecho de que pudiéramos ser descubiertos me excitaba de cierta manera.

La mano que llevaba buen tiempo masajeandome el pecho se metió por debajo de mi camisón, estaba lista para ir a dormir así que no tenía sostén. Me retorcí un poco cuando me apretó el pezón, el camisón se me había subido tanto que dejó al descubierto mis piernas, la brisa fresca de la noche me dio un ligero escalofrío.

Gato de media noche [Sasusaku] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora