Capítulo XXVIII

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El silencio dentro de la casa era sepulcral. El amanecer llegó y junto con él, los rayos del sol penetraban las ligeras cortinas grises. Las puertas corredizas de la habitación de huéspedes se encontraban completamente abiertas, dejando que el viento frío de la mañana abrazara el cuerpo de la castaña, quien se encontraba sentada frente al verde jardín, sus manos estaban unidas sobre su pecho, frente suya yacía la katana que el Uchiha había dejado con ella la noche anterior, junto a los kanjis de Izuna escritos con delicadeza sobre un pequeño papel que adornaba la funda de la katana. Rezaba por el alma de su antiguo amigo.

El silencio que la rodeaba se vio interrumpido, los pasos de su compañero de hogar fueron audibles hasta ella, este no se animaba a acercarse a la puerta, mucho menos a tocarla. Desconocía las circunstancias por las cuales la castaña se comportaba diferente desde su llegada la noche pasada, tan sólo había escuchado como esta entre lagrimas le preguntaba lo sucedido mientras se aferraba a una katana que no parecía provenir de su colección de armas. Después de aquel momento, Kae se encerró dentro de aquella solitaria habitación, pasando la noche en ella. Hasta el momento no habían cruzado palabra alguna.

Tobirama se detuvo finalmente frente a las puertas de la habitación de huéspedes, colocando una de sus manos sobre esta, se sentía inseguro, no era propio de él.

Con suavidad abrió una de las puertas, observando su interior. Kae se encontraba de espaldas a él, indiferente a la presencia del albino, murmurando con suavidad palabras inaudibles para el Senju. Una pequeña vela se encontraba encendida a su lado.

El cabello castaño de la chica se encontraba suelto y ligeramente despeinado, las pequeñas marcas debajo de sus ojos denotaban su falta de sueño, sus manos temblaban levemente. Tobirama sintió un apretón sobre su corazón.

—Kae... —Llamó, parado en el umbral de la puerta, no obtuvo respuesta—. Kae, por favor.

La castaña colocó sus manos sobre el suelo, haciendo una pequeña reverencia hasta la katana que se encontraba sobre el suelo. Con aquel movimiento el Senju pudo observar el papel frente a la katana, palideciendo.

¿Uchiha Izuna...? Se preguntó, buscando atar cabos.

Con delicadeza, Kae tomó la katana entre sus manos, llevando esta hasta una pequeña mesa que se encontraba en uno de los extremos de la habitación, junto a la vela encendida y el pequeño papel. Después de unos segundos, la de ojos verdes llevó su vacía mirada hasta el Senju, quien al notarlo, se erizó en su totalidad. No terminaba de entender, pero en su mente ya tenía una idea muy confusa sobre lo ocurrido.

—Por favor... Déjame sola. —Pidió la más baja, cerrando la puerta frente a Tobirama.

Este se mantuvo en silencio, frío.

...

Con el rostro hundido sobre uno de sus tantos libros, Tobirama analizaba lo ocurrido en su casa horas antes de su llegada al edificio del Hokage. Este se encontraba sentado frente a su escritorio en completo silencio y soledad, sin idea alguna de lo que ocurría en su vida.

—¡Tobirama! Deberías dejar de venir todos los días... —Saludó su hermano, ingresando a la oficina del albino sin permiso alguno.

El albino asintió, retomando su postura sobre la silla, no buscaba que su hermano se enterase de sus problemas personales —Maritales—.

—Te veo decaído ¿Estás bien? —Preguntó preocupado el mayor, tomando asiento frente al menor.

Pero era inevitable, su hermano lo conocía tan bien como a la palma de su mano. Tobirama soltó un suspiro, cansado de mentirle a su familia.

Su intención de cuidar a Kae lo obligaba a mentirle a la única familia que le quedaba, odiaba eso, pero la quería y si esperaba que la castaña se quedase en su vida, debía proteger su identidad de todo aquel que pueda ser una amenaza para ella. A su mala suerte, su hermano era el Hokage.

El Ave Roja |Senju Tobirama|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora