Capítulo XXIX

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Con desgano y cierto aburrimiento el más joven de los Senju dejó a un lado el libro entre sus manos. Sentado sobre el tatami de su habitación con las puertas corredizas abiertas de ambos lados, este se mantenían esperanzado a que la castaña que vivía con él le dirigiese la palabra, al menos la mirada. Del último suceso, ya había pasado 1 semana.

Kae tan sólo había salido un par de veces de la habitación, ignorando por completo la presencia del albino cada que lo sentía cerca. A la castaña no le gustaba el nulo contacto con el Senju, pero su corazón y mente seguían saturados. Sus actividades en el día se reducían a rezarle a la antigua katana de su difunto amigo, esperando recibir un perdón que, obviamente, nunca llegaría.

Tobirama se levantó de su asiento al escuchar las puertas de la habitación contaría abrirse. Con esperanza dirigió su mirada hasta el pasillo, donde la castaña se paseaba con pasos ligeros y casi inaudibles.

El albino ya estaba cansado, harto de desconocer la situación por la cual ambos pasaban. No sabía a ciencia cierta el que tenía que ver el más joven de los Uchiha con ella, mucho menos porque guardaba aquella katana con ella, o de donde la había sacado, este tan solo quería dirigirse hasta ella y enfrentarla, escuchar de sus labios la desconocida razón de su aislamiento. La extrañaba, no era que le diera pena admitir.

—¿Si?

El Senju salió de su trance al notar como, sin conocimiento alguno, se encontraba detrás de la castaña, sosteniendo la manga de su yukata. Kae lo observaba con ojos serios e indiferentes, esperando respuesta del albino quien se mantenía mudo en aquella posición. Después de una semana, aquel era su primer contacto.

—Y-yo... —Titubeó, sin encontrar las palabras adecuadas.

Verlo nervioso no era algo común, la de ojos verdes sabía que quizás ya había sido demasiado tiempo el cual había tomado lejos de este para respirar y dejar que sus pensamientos volasen, para ya no sentir aquella presión en su mente y cuerpo, pero mirarle a los ojos le era difícil.

—Tu... —Continuó Kae, buscando que el albino terminase de hablar.

Este respiro profundo, ensanchando su pecho.

—¿Podríamos hablar? —Preguntó el Senju, soltando la manga de la chica.

Kae le dirigió una mirada dudosa, tomando aún más distancia de este, ya no podía continuar evitándolo, después de todo, sus manos tampoco estaban limpias. La castaña asintió, caminando hasta el kotatsu de la estancia, donde tomó asiento, esperando a que el albino la siguiese. Tobirama rápidamente la siguió.

—No quiero ser demasiado directo y creo que tampoco encuentro otra manera de abordarlo, pero... —Habló el Senju haciendo contacto visual con Kae—. Quiero saber ¿Qué fue lo que pasó hace una semana?

A Kae en lo absoluto le parecía extraña su duda, era cuestión de tiempo para que el menor se acercase a ella en busca de respuestas, quien no se encontraba lista para responderlas era ella.

—Últimamente he puesto en duda algunas cosas... —Dijo la mayor, decidida a dejar sus sentimientos sobre la mesa—. Sé que buscas ayudarme, Tobirama, y agradezco eso con mi alma, pero —Pausó, tomando un profundo respiro—, no creo que sea conveniente que me quede contigo.

Tobirama frunció el ceño, entreabriendo levemente los labios.

—¿Qué?

—Y no se refiere a una cuestión de si quiero o no hacerlo —Explicó apresuradamente, el albino parecía no dar crédito—, creo que quedarme puede causarte problemas y lo que menos quiero es seguir siendo una intrusa.

—Kae...

—Me doy cuenta de que esta sangre que mancha mis manos después de tantos años... —Interrumpió, observando sus delgadas manos sobre la mesa—. Nunca se irá de ellas.

El Ave Roja |Senju Tobirama|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora