locura existencial

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Al despertar en las mañanas, siempre me invade una sensación de inquietud. Mis pensamientos danzan en mi mente como espectros oscilantes, dispuestos a llevarme por un camino desconocido. ¿Qué será de mi alma y de mis pensamientos hoy? Me pregunto mientras me levanto de la cama y me dirijo hacia la ventana que da al jardín de mi casa.

El sol apenas se asoma en el horizonte, pintando el cielo de tonos rosados y anaranjados. Observo cómo las flores del jardín comienzan a despertar, desplegando sus pétalos hacia la luz del nuevo día. Sin embargo, mi mente no puede concentrarse en la belleza de la naturaleza que me rodea. En cambio, se sumerge en un mar de pensamientos tumultuosos, preguntándose qué aventuras me deparará esta jornada.

Mientras desayuno, mi mente divaga por los recuerdos de momentos pasados. Recuerdo las risas de mis amigos, las conversaciones profundas con mi familia, los amores perdidos en el tiempo. Todo eso forma parte de mi ser, de mi esencia. Pero también sé que la locura acecha en las sombras, siempre lista para atacar y perturbar mi paz mental.

Decido dar un paseo por el bosque cercano, en busca de respuestas a las preguntas que atormentan mi mente. El silencio del lugar me envuelve, solo roto por el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles. Cierro los ojos y dejo que mis pensamientos fluyan libremente, buscando una señal, un destello de claridad en medio de la confusión.

De repente, algo llama mi atención. Entre los árboles, veo una figura oscura y difusa que parece observarme fijamente. Mi corazón se acelera, y un escalofrío recorre mi espalda. ¿Quién o qué será esa presencia misteriosa que me observa desde la distancia? Siento un impulso irrefrenable de acercarme, de descubrir la verdad detrás de ese enigma que desafía mis sentidos.

Con paso firme y decidido, me adentro en el bosque, siguiendo la silueta que se desvanece entre las sombras. El camino se hace cada vez más intrincado, las ramas de los árboles se entrelazan formando un túnel que parece no tener fin. Mis pasos resuenan en la oscuridad, creando una atmósfera inquietante que me sumerge en un estado de alerta constante.

Finalmente, llego a un claro en el bosque, donde la figura oscura se detiene y se vuelve hacia mí. Con un estremecimiento, reconozco en sus ojos la misma locura que habita en mi mente. ¿Acaso soy yo mismo el reflejo de mis propios temores y anhelos? La figura sonríe con malicia, desafiándome a enfrentar mis miedos más profundos.

En un acto de valentía impulsiva, me acerco a la figura oscura y le pregunto quién es y qué desea de mí. Su risa resonante llena el claro, haciendo eco en las paredes invisibles de mi mente. "Soy tu sombra, tu reflejo más oscuro y perturbador", responde en un susurro siniestro. "Estoy aquí para recordarte quién eres realmente, para mostrarte el camino hacia la verdad que tanto temes".

La revelación me golpea como un rayo, sacudiendo los cimientos de mi ser. ¿Acaso he estado huyendo de mi propia sombra todo este tiempo, evitando confrontar la locura que habita en mi interior? Las lágrimas brotan de mis ojos, mezclando el dolor con la liberación de años de negación y evasión. Acepto mi locura, mi alma atormentada, y abrazo mi sombra con amor y comprensión.

Desde ese día, al despertar en las mañanas, ya no siento miedo ni incertidumbre. Sé que mi locura es parte de lo que soy, de mi esencia más profunda. Y aunque los pensamientos sigan enloqueciendo mi ser, ahora los abrazo con gratitud y aceptación. Porque la locura es simplemente otra forma de creatividad, de complejidad, de conexión con lo desconocido. Y en esa conexión, encuentro la paz que tanto anhelaba. La paz de ser yo mismo en toda mi magnífica locura.

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