Dame tu mano (2)

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Era una noche fría y oscura en la que el protagonista, un joven atormentado por la ausencia de su amada, se encontraba sumido en la desesperación y la locura. Había pasado meses sin verla, sin sentir su mano delicada sobre la suya, sin escuchar su risa melodiosa que solía llenar su corazón de alegría.

La ausencia de su amada lo había sumido en un estado de desesperación y angustia que lo consumía por dentro. Las noches se hacían eternas, los días grises y sin sentido. La locura lo acechaba, amenazando con llevarlo a un abismo del que no podría regresar.

Una noche, en medio de la oscuridad y la soledad, el joven decidió hacerle una súplica a su amada. Con voz temblorosa y ojos llenos de lágrimas, pronunció las palabras que tanto tiempo llevaba guardando en su corazón.

"Dame tu piadosa mano para no caer en la locura. Dámela. Solo extiéndela para poder agarrarte y no caer en la desesperación de estar sin ti. No sabes lo que haría yo sin poder rozar aunque sea tu delicada mano. La locura me carcomería", susurró el joven en medio de la oscuridad.

A medida que pronunciaba esas palabras, una extraña sensación de terror lo invadió. La habitación parecía llenarse de sombras y susurros inquietantes. Sin embargo, el joven no estaba dispuesto a dejarse vencer por el miedo. Su amor por su amada era más fuerte que cualquier fuerza oscura que intentara separarlos.

Con valentía, el joven continuó su súplica, elevando su voz hacia el vacío de la habitación. "Por favor, te lo ruego, dame de tu mano para poder salir del fondo infernal de donde estoy. Con tan solo vértela extendida bastará para saciarme. Ayúdame. Sácame de aquí. No te pido nada fuera de este mundo. Solo pido de tu mano amiga para poder estar de nuevo a tu lado".

En ese momento, una luz tenue comenzó a brillar en la habitación, iluminando el rostro del joven con una luz suave y reconfortante. Una figura etérea se materializó frente a él, con una mano extendida hacia él en un gesto de consuelo y apoyo.

El joven no podía creer lo que veía. Su amada, aquella que había jurado permanecer a su lado como las constelaciones en el cielo, estaba frente a él, dispuesta a ayudarlo en su momento de mayor necesidad.

Sin pensarlo dos veces, el joven extendió su mano hacia la de su amada, sintiendo una oleada de emoción y alivio recorrer todo su ser. Con el simple contacto de sus manos, la oscuridad y la locura que lo habían acechado durante tanto tiempo se disiparon como si nunca hubieran existido.

Juntos, el joven y su amada se abrazaron con fuerza, prometiéndose nunca más separarse. Esa noche, en medio de la oscuridad y el terror, el amor triunfó sobre todas las adversidades, demostrando que incluso en los momentos más oscuros, el amor verdadero puede iluminar el camino hacia la felicidad y la paz.

Y así, entre susurros de amor y promesas eternas, el joven y su amada se dispusieron a escribir juntos una nueva historia llena de luz, amor y esperanza. Porque cuando el amor es verdadero, no hay fuerza en el universo que pueda separar a dos almas destinadas a estar juntas por toda la eternidad.

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