Capítulo 6

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Me apresuro a seguir a Kazuha cuando sale de la sala de conferencias, con una pizca de preocupación

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Me apresuro a seguir a Kazuha cuando sale de la sala de conferencias, con una pizca de preocupación. Parece desanimada, y la forma en que me mira me recuerda todas las veces que la herí sin querer en mi afán por llamar su atención en la preparatoria.

Puedo adivinar lo que está pensando: que estoy apuntando a ella nuevamente al elegir adquirir este proyecto específico. Si le dijera que estaba igual de sorprendido al enterarme de su participación, ¿me creería? No estoy seguro, pero que me condenen si dejo que esto abra una brecha entre nosotros.

―¡Kazuha! ―grito, pero ella no deja de caminar, ni siquiera mira hacia atrás. En todo caso, simplemente acelera el paso y se desliza entre las
puertas del ascensor que se cierran antes de que pueda detenerla. Maldita sea.

Veo hacia la puerta que conduce a las escaleras, tomo mi decisión en una fracción de segundo, y antes de siquiera pensar conscientemente en lo que estoy haciendo, ya estoy a mitad de camino de las escaleras. He esperado años para tener una oportunidad con ella; no esperaré ni un segundo más, no dejaré que mi propio comportamiento tonto se interponga entre nosotros como solía hacerlo.

Llego a la planta baja momentos antes que el ascensor, con la respiración entrecortada. Las puertas se abren y Kazuha se queda congelada a medio paso, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Ella se ve tan jodidamente hermosa con ese vestido negro, su cabello salvaje enmarcando su rostro, tentándome a alcanzarlo, agarrarlo y nunca soltarlo.

Su expresión se cierra y me ignora mientras se da la vuelta para salir del edificio. Sonrío y me pongo a su lado.

―¿Qué crees que estás haciendo? ―pregunta con tono molesto.

―Caminando hacia mi auto ―le respondo alegremente.
—Estoy estacionado justo al lado tuyo.

Ella me ve, con pura exasperación en su mirada, y me río entre dientes, mientras mi corazón se calienta. Prefiero esto a la desgana que mostró
cuando salió de la sala de reuniones.

―Me encantó tu presentación ―le digo, mis palabras son genuinas.
—Tu atención al detalle es incomparable.

Algo cambia en su expresión, y ver esa derrota escrita en su bonito rostro me destroza. Ella mira hacia otro lado y acelera el paso, claramente
ansiosa por alejarse de mí.

―Oye ―murmuro, mi mano envuelve su muñeca mientras la detengo a unos pasos de su auto.
—¿Qué pasa?

Ella levanta la cara, pero no me ve a los ojos. En vez de eso, mira por encima de mi hombro, con un suave suspiro en sus labios.

―No pasa nada ―niega, como si no me diera cuenta de la forma en que tensa sus hombros, la forma en que pareció perder la fe en su propia
propuesta a mitad de camino, cuando sus ojos normalmente ardientes se volvieron vacíos.

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