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Mientras seguíamos bailando, me di cuenta de que Héctor parecía tener algo en mente. Después de un rato, se inclinó hacia mí y susurró en mi oído: "Ven conmigo morena."

Curiosa y emocionada, asentí y lo seguí mientras me llevaba de la mano a través del festival. Nos alejamos un poco de la multitud y la música ensordecedora, adentrándonos en una zona más tranquila cerca de una pequeña área ajardinada iluminada por luces suaves y coloridas.

"¿A dónde me llevas?" pregunté, riendo ligeramente.

Héctor sonrió y se detuvo junto a un banco de madera pintado de blanco. "Te quiero dar una cosa, en estos dos dias me has demostrado mucho sin conocernos apenas y creo que te lo mereces morena."
{Madre mía cuando me llama morena...🤤}

Sacó algo del bolsillo de su chaqueta y me lo entregó. Era una pequeña caja envuelta en papel de regalo plateado con un lazo dorado. Me miró con una mezcla de nerviosismo y emoción.

"Espero que te guste", dijo mientras me lo entregaba.

Tomé la caja con manos temblorosas, la abrí con cuidado y dentro encontré una pulsera de plata con un pequeño colgante en forma de estrella. Era delicada y preciosa, reflejando la luz de las lámparas de colores a nuestro alrededor.

"Ayyyy Hectorrr" exclamé, mirándolo con asombro. "No tenías porque que hacerlo."

Mis ojos se llenaron de lágrimas de emoción y me acerqué para abrazarlo. "Ayy tío esque soy muy llorica tío no me quiero poner a llorar, muchas gracias de verdad, ven aquí anda."

Nos quedamos abrazados por un momento, disfrutando de la calma y la conexión que sentíamos. Luego, me aparté un poco y le pedí: "¿Me ayudas a ponérmela?"

Héctor asintió y me colocó la pulsera en la muñeca. "Perfecta", dijo suavemente.

Nos miramos a los ojos, y en ese instante, sentí que todo lo que necesitábamos estaba justo aquí, en este momento. La música del festival aún se oía a lo lejos, pero ahora, la verdadera magia estaba en lo que estábamos compartiendo.

"Gracias Héctor", repetí, dándole un suave beso en la mejilla.

"De nada, Keyla. Vamos a disfrutar el resto de la noche. Juntos", respondió, tomando mi mano de nuevo mientras regresábamos al corazón del festival, listos para seguir creando recuerdos inolvidables.

Cuando regresamos al corazón del festival, aún de la mano, nos encontramos con los chicos. Sus miradas curiosas y sonrisas traviesas nos recibieron. Al vernos llegar tomados de la mano, las bromas y comentarios no se hicieron esperar.

Lamine fue el primero en hablar, con su tono burlón característico. "Hombreee la parejita ha vuelto¿Qué habeis estado haciendo? ¿Planeando la boda?"

Nos reímos, y Pau añadió: "Sí, contar contar, ¿qué ha pasado en ese sitio secreto?"

Me sonrojé un poco pero respondí con una sonrisa. "Que dices tú de bodas, estás fatal eh."

Héctor, sin soltar mi mano, levantó la muñeca con la pulsera que me había regalado. "Le he dado un regalito."

Melody, emocionada, se acercó a ver más de cerca la pulsera. "¡Ayyy qué bonita!, todas queremos y necesitamos un Hector."

Salma, con una sonrisa traviesa, "Bueno Héctor, si sigues así, nos dejarás a todas con envidia."

Alexandra, riendo, agregó: "tienes un galán a tu lado. Nosotras queremos uno también."

Fermín, siempre el más relajado, comentó: "Buen, suficiente de romanticismos por hoy. Vamos a seguir disfrutando del festival. Que Calvin Harris no toca todos los días"

Asentimos y comenzamos a movernos de nuevo al ritmo de la música. Héctor y yo seguíamos tomados de la mano, y aunque había un montón de gente a nuestro alrededor, sentía que estábamos en nuestro propio mundo.

Lamine, sin perder el ritmo, se acercó y nos dijo en voz baja: "Oye, Héctor, cuida bien a Keyla."

Héctor sonrió y respondió: "Y tanto que la cuidare."

Mientras la noche avanzaba, seguimos bailando, riendo y disfrutando cada momento. Era nuestra última noche en Ibiza, y estábamos decididos a hacerla inolvidable. La música, las luces y la compañía de nuestros amigos hicieron que todo fuera perfecto.

Y aunque el festival eventualmente terminaría, sabíamos que los recuerdos de esta noche quedarían con nosotros para siempre. Especialmente para Héctor y para mí, que habíamos compartido algo realmente especial bajo las estrellas de Ibiza.

Keyla se levantó de repente, diciendo que iba a por algo de beber. Los chicos y las chicas la vieron alejarse y continuaron con la fiesta. Sin embargo, diez minutos pasaron y Keyla no volvía. Héctor, preocupado, decidió ir a buscarla. Pasó cinco minutos caminando entre la multitud, buscando esa figura familiar con el vestido rosa pastel y los tacones blancos. Finalmente, la vio, apartada del bullicio, y se dio cuenta de que estaba llorando.

Con el corazón en un puño, Héctor se acercó rápidamente y la tomó suavemente de las manos. "Keyla, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?"

Ella levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas, y trató de esbozar una sonrisa, pero su tristeza era evidente. "Es... es una tontería. Déjalo."

Héctor sacudió la cabeza, preocupado. "Porfavor dime lo que te pasa."

Keyla respiró hondo, intentando calmarse, y comenzó a contarle su historia. "Cuando tenía 13 años, sufrí mucho por comentarios sobre mi cuerpo. Me decían cosas horribles y me afectó tanto que dejé de comer. Estuve muy mal durante mucho tiempo. A veces, esos recuerdos vuelven y me hacen sentirme muy mal conmigo misma."

Héctor escuchaba atentamente, manteniendo sus manos firmemente en las de Keyla. Sentía una mezcla de tristeza y empatía por ella. Cuando terminó de hablar, él la miró a los ojos y comenzó a hablar con voz suave y llena de sinceridad.

"Keyla, lo siento mucho. Nadie merece ser tratado de esa manera y menos una persona como tú. Eres increíblemente fuerte por haber superado todo eso y estar aquí hoy. Quiero que sepas que no tienes que cargar con esos recuerdos sola. Puedes contar conmigo, siempre. Estoy aquí para ti, para escucharte, para apoyarte. Eres una persona increíble, tanto por dentro como por fuera, y no dejes que esos gilipollas te hagan dudar de ti misma, vale?"

Keyla asintió, sus lágrimas comenzando a secarse mientras escuchaba las palabras de Héctor. "Gracias, Héctor. De verdad, significa mucho para mí que estés aquí."

Él sonrió, apretando sus manos suavemente. "Siempre, Keyla. No estás sola. Y recuerda, eres fuerte, eres valiosa y te mereces toda la felicidad del mundo. Vamos a volver con los demás, ¿vale?."

Keyla, aún tomada de la mano de Héctor, se detuvo antes de regresar con los demás. "Espera un momento," dijo, su voz temblando ligeramente.

Héctor se la quedó mirando, sus ojos llenos de preocupación y ternura. "¿Qué pasa?"

Sin decir una palabra más, Keyla se acercó a él, y en un impulso de gratitud y emoción, se levantó ligeramente sobre sus puntas de pie y lo besó. Fue un beso suave, lleno de emociones reprimidas, un gesto que parecía decir más que cualquier palabra.

Héctor se quedó quieto por un momento, sorprendido, pero pronto respondió al beso, envolviendo sus brazos alrededor de ella y acercándola más. Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban un poco entrecortadamente, sus ojos aún cerrados mientras procesaban el momento.

"Gracias," susurró Keyla, con los ojos brillantes. "Por estar aquí para mí."

Héctor sonrió, su mano acariciando suavemente su mejilla. "Siempre, Keyla. Siempre estaré aquí para ti."

Con una sonrisa renovada y sintiéndose más conectada que nunca, Keyla tomó la mano de Héctor y juntos regresaron al grupo. Al llegar, los demás los miraron con curiosidad y preocupación.

Conexión InesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora