01 PASIÓN DESCONTROLADA

128 9 3
                                    

PASION DESCONTROLADA

KAGOME

-¿Qué pensará la gran diseñadora de moda, Kagome Higurashi? -Preguntó con curiosidad la conductora de aquél programa de chismes.

-No lo sé Mayu. -respondió su compañera-. ¿Acaso perdonará a su esposo? Esta no es la primera vez que lo captamos con otra chica.

-Pero recuerda, querida Enju que, la vez anterior, su esposo se justificó diciendo que la persona que lo acompañaba era su "hermana".

-Tienes razón, aquella ocasión que nuestras cámaras lo captaron, no pudimos ver el rostro de la chica, por eso pudo librarse fácilmente. Sin embargo, ahora tenemos identificada a la chica en cuestión: Juliette Laurent, famosa modelo en todo Francia. Y no sólo eso, sino que los captamos besándose...

Apagué el televisor y me dejé caer en la cama; me llevé una mano a la frente, tratando de contener la maraña de pensamientos y emociones que me invadían. Era agotador ver mi vida privada convertida en un espectáculo para la diversión ajena.

Sabía que debía hacer algo, tomar una decisión firme, pero todo parecía tan complicado. Las imágenes de mi esposo con Juliette Laurent eran claras y contundentes, difícilmente podrá justificarlas esta vez. ¿Cuánto tiempo más podría seguir soportando las mentiras y las infidelidades?

El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era mi amiga Sango, mi confidente de toda la vida, mi hermana por elección. Decidí no contestar, no me sentía con ganas de entrar en detalles sobre lo que estaba pasando, no quería confirmarle que el imbécil de mi esposo estaba follándose a una modelo en Francia. Minutos después de la llamada de Sango, unos mensajes comenzaron a llegar a mi celular; esta vez eran de Kikyo, mi hermana.

-¡Kag! Se que no vas a responder, pero ya es momento de que pienses en tu felicidad. Es lo único que diré por ahora. Espero que cuando regrese, hayas mandado a la mierda a ese maldito de Bankotsu

Suspiré y dejé el teléfono a un lado, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia. Sabía que mi hermana tenía razón, pero dar ese paso se sentía como saltar al vacío. Quizás, ya era el momento de encontrar el coraje que siempre había admirado en otros y que, hasta ahora, había creído ausente en mí misma.

Me levanté a prisa, tomé un ducha y busqué entre mi ropa un vestido coqueto. Basta de seguir sufriendo por alguien que no me valora. Me miré al espejo y me gustó la imagen que veía. El vestido era muy corto, sin dejar mucho a la imaginación. Era color plata con brillos, de tirantes delgados que caían sobre mis hombros, dejando mis brazos y cuello al descubierto. El escote delantero era pronunciado, en forma de V, resaltando delicadamente mi busto. La espalda estaba casi completamente desnuda, con solo un par de finas tiras cruzándose para mantener el vestido en su lugar. La tela brillante se ceñía a mi cuerpo, realzando mis curvas y dándome un aire de confianza y sensualidad que hacía tiempo no sentía. Mi cabello caía en ondas suaves hasta la mitad de mi espalda. Su color oscuro contrastaba perfectamente con el vestido plateado, y los mechones brillaban bajo la luz, como si también estuvieran cubiertos de sutiles destellos. Definitivamente estaba satisfecha con mi apariencia.

Tomé las llaves de mi auto y salí de casa con determinación. Necesitaba un cambio de ambiente, un lugar donde pudiera olvidar mis problemas por un rato. Acelere el auto y me dirigí hacia un antro popular en el centro de la ciudad, conocido por su ambiente vibrante y su música que hacía vibrar el suelo. Al llegar, el sonido de la música y las luces parpadeantes me envolvieron. Dejé el auto en el estacionamiento y me dirigí hacia la entrada, sintiendo el murmullo de la multitud y la energía del lugar. Entré y me dirigí directamente a la barra, decidida a empezar la noche con una bebida.

NOCHE DE COPASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora