trollhunters/Stricklake Oneshots

El festival 5/8

Barbara regresó al fondo de la cueva con Qume. Miró a Bárbara con los ojos muy abiertos. "¿Eres amigo de un cambiante?"

"Sí", respondió Bárbara con cautela. Sabía lo que pensaban los trolls de los cambiantes. Qume parecía pensativo. "Escuché que el Trollhunter tenía algunos cambiantes peleando a su lado. ¿Ese era uno de ellos?"

Barbara sonrió ante su curiosidad. "Sí, lo conocí cuando tenía su apariencia humana. Su nombre es Walter Strickler, aunque creo que ahora se hace llamar Stricklander". Los ojos de Qume se abren de par en par al oír el nombre. "He oído hablar de ese. ¿Son ustedes dos muy cercanos?"

-Sí -a veces me gustaría que estuviéramos más cerca-. Conozco a algunos de ellos y son un poco rudos, pero pueden ser leales siempre que los trates bien.

Qume se quedó pensativa ante lo que dijo. Justo en ese momento, Bagdwella se acercó con algunos artículos en sus brazos. "Barbara, debemos terminar de prepararte". Qume comenzó a alejarse de los dos. Barbara notó que Qume se mantenía separada de los demás. "De hecho, si a Qume no le importa, me gustaría que me ayudara a prepararme". Ambos trolls se sorprendieron por su pedido, pero Qume sonrió ampliamente y pareció decir ¡Aaarrrgghh!. Bagdwella parecía molesta, pero simplemente se encogió de hombros y dejó los materiales sin hacer comentarios.

Qume la llevó a una roca que tenía un espejo roto frente a ella. Hizo que Barbara se quitara las gafas y empezó a peinarse en un moño alto. Agarró algo y comenzó a sujetarlo a la parte posterior de la cabeza de Barbara usando hilo para tejerlo en el cabello de Barbara. Barbara intentó entrecerrar los ojos para ver qué era, pero lo único que pudo distinguir fue un semicírculo multicolor. Qume tomó un segundo y luego un tercero, colocándolos en capas formando una corona. Luego le puso un collar a Bárbara, con una mancha roja y otra azul. Barbara se puso las gafas y se quedó sin aliento al ver su aspecto.

El collar tenía dos espadas de cristal, talladas para que parecieran la luz del día y el eclipse, las armas principales de su hijo. La corona estaba formada por tres anillos de cristales, no más gruesos que palillos chinos, colocados en capas hasta rodear su cabeza. A Barbara le recordaba los halos de las antiguas pinturas cristianas, que la hacían parecer una santa. También eran rojos y azules, los cristales azules tan oscuros como el océano y los claros a juego con sus ojos, los cristales rojos tan profundos como la sangre y rosa claro.

Qume se puso de pie y ató una capa a los tirantes del vestido. Era de un material más ligero y transparente en comparación con el vestido, cubierto de cristales rojos y azules de no más de una pulgada de largo en la mitad inferior. Se dio la espalda al espejo y miró por encima del hombro para ver bien todo y se rió. Era simple, pero Barbara se sentía tan majestuosa. Qume sonrió y aplaudió mientras daba una vuelta.

Volvieron a sentarse y Barbara continuó respondiendo las preguntas de Qume sobre el mundo humano, principalmente sobre ser médico. Barbara podía oír que el sonido de las conversaciones y los murmullos fuera de la cueva aumentaba. Qume vio su mirada curiosa hacia la cortina. "La ceremonia comenzará pronto", explicó. Barbara sintió que sus nervios aumentaban, pero también parpadeó cuando su estómago gruñó. Fue lo suficientemente fuerte como para que Qume lo oyera y el troll se rió. "Deberíamos conseguirte algo de comer".

Bárbara sonrió sombríamente. "Desafortunadamente, la comida troll no es algo que pueda comer. Tendré que pedirle a Bagdwella mi bolso; tenía comida dentro". Pero antes de que pudiera levantarse para hacer precisamente eso, el olor a pescado cocido llegó a su nariz y sintió que se le hacía la boca agua al instante.

Bagdwella se acercó a la cortina para investigar y regresó con una gran piedra plana con un pescado entero, un cuenco de madera lleno de manzanas y un tenedor. Los otros trolls olfatearon y se burlaron de la exhibición ("¡Cómo puedes hacerle eso a un pescado perfectamente bueno!", Gritó Glug), pero Barbara pensó que parecía la comida más deliciosa del mundo. Bagdwella lo colocó frente a Barbara y vio un trozo de papel debajo del cuenco que simplemente tenía una palabra escrita con la elegante letra de Walt: Comer . Bárbara negó con la cabeza. ¿Por qué los hombres en su vida siempre tenían que cuidar de ella?