Agua salada

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—Claro que si, caracoles traídos justo de la isla de la diosa del mar. Atraen la buena suerte y la abundancia— sonrío ampliamente dirigiéndose hacia un grupo de adolescentes que habían preguntado por los famosos "caracoles mágicos"

La verdad, nada era genuino

No eran más que caracoles normales, traídos de una playa normal. Al igual que todo en su puesto de "cachivaches". Tonterías, él era Hinata Shoyo, y sus productos eran tan reales como el césped sintético

—Y ese que le llamó la atención señorita? Claro que si, un místico collar antiguo perteneciente a la gran diosa de la belleza. Yo mismo me encargué de traerlo desde su templo— se acercó a una mujer que ya llevaba tiempo viendo las cosas de su puesto— pero no veo necesario que usted lo adquiera por su precio normal, puesto que usted es, si me deja decirlo, muy hermosa— con sutileza quitó el collar de las manos de la joven en un intento de acariciar las mismas—dos monedas de plata y una de bronce para ti, muñeca

Tenía un sencillo pero magnético puesto donde vendía sus cosas cerca del puerto, ubicado en el reino de Wakutani. Desde que tuvo la habilidad de hablar y caminar tenía memoria de estar relacionado con el mundo de las "ventas", desde periódicos hasta dulces hechos a mano, relojes, pulseras y hasta productos de belleza. Más no fue hasta los doce años que se percató que vender cosas baratas a precios altos, era mucho más simple. Estafador, comerciante, bribón y hasta un vil mentiroso, eran infinitas las formas en las que había sido llamado a lo largo de su vida; la verdad, daba igual, era uno muy bueno si es que se le permitía opinar

La mujer se sonrojó y llevó una de sus manos hacia el bolsillo de sus largos pantalones dispuesta a pagarle, hasta que fue interrumpida por una multitud de gente

—LADRÓN! NO LE COMPREN NADA A ESE DESCENDIENTE DEL DIABLO!!—gritó exasperante un corpulento hombre con una navaja en mano

—Mierda..que le vendí?..—pensó Hinata moviendo su cuerpo hacia un lado tomando la larga capucha de tela pesada color marrón que usaba cuando quería vender por las calles sin tener que llevar todo su puesto consigo

—Chicos, chicos, podemos arreglarlo, no creo que sea tan grave la situación—acomodó la capucha sobre sus hombros intentando parecer relajado ante la multitud furiosa que tenía frente a su puesto

—EL MALDITO CERROJO QUE ME VENDISTE NO SIRVIÓ DE NADA, ROBARON TODO!!

—En mi defensa, yo le dije que era infalible en el 99 por ciento de los casos

—ERES UN IDIOTA, VOY A MATARTE!!—el hombre arrojó una daga hacia él logrando perforar la tela que cubría todo su puesto

—Hermosa, puedes llevarte el collar, pero recuerda pagarme cuando vuelva—le guiñó el ojo izquierdo a la mujer antes de salir corriendo a través de las telas ya perforadas del puesto

—NO DEJEN QUE ESCAPE! POR SU CULPA ROBARON MI CASA!!—gritó el grande hombre acompañado de al menos siete personas

—ALGUIEN ATRAPE A ESE DIABLO!!

No sabía a dónde correr, sus piernas habían comenzado a moverse por si solas y ahora que lo pensaba, fue una muy mala idea correr hacia más cerca del muelle, a donde mierda se supone que iría?. El miedo de no tener un plan que asegurara su vida le estaba invadiendo y cerrando su pensamiento lógico

—MIREN! LO ENCONTRÉ!—uno de los hombres lo acorraló frente al atrancadero de botes, el resto de la multitud no tardó en llegar

EL ECO DE TU BARCO EN MI CORAZÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora