VII

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Había dejado descansar mi mente desde la última vez que vi a Satoru. Se acercaba el verano y comenzaban mis vacaciones escolares.

Al día siguiente, al despertar, noté que algo en mí había cambiado, mi forma de pensar y de ser con los demás. Imaginé que era debido a los entrenamientos con Kenzo sensei ya que me habían vuelto más fría en combate. Me enseñaba que no debía tener piedad con quien me atacara. Cada nueva técnica me hacía más poderosa y confiada, pero también me daba la sensación de que me estaba preparando para algo importante.

Dejando mis pensamientos atrás, me vestí rápidamente y me dirigí a mi sesión con Kenzo sensei. Ese día descubrí algo nuevo sobre mi técnica, algo que Kenzo sensei describió como único en mí. Mientras intentaba concentrarme en crear un arma con energía maldita, sentí una oleada de poder recorrer mi cuerpo. Invocando toda mi fuerza y concentración.

Invoqué un Shikigami en forma de dragón negro

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Invoqué un Shikigami en forma de dragón negro. Aunque aún no tomaba bien su forma, y el color morado de sus ojos brillaba con una intensidad feroz y se adaptó de inmediato a mí. Domarlo fue un desafío por que requería un esfuerzo titánico y consumía una cantidad abrumadora de energía maldita. A pesar de la dificultad, logré mantener el control.

Kenzo sensei, observando con cautela y admiración, y así entonces me preguntó

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Kenzo sensei, observando con cautela y admiración, y así entonces me preguntó.

—¿Ya pensaste en un nombre para él?

—Sí, se llamará Kuronaga —dije, acariciando su cabeza. Sentí una conexión profunda y poderosa con el dragón.

—Con que ya tienes un guardián que te cuide siempre, ¿no es así? —dijo una voz suave y delicada que conocía muy bien.

Pensé que estaba soñando, pero no era así. La voz pertenecía a mi querido hermano, Suguru Geto. No la había escuchado desde que me dejó al cuidado de Kenzo sensei para que pudiera entrar a la escuela de hechicería. Me giré lentamente y lo vi, con su presencia siempre tan imponente y calmada. Él sonrió con esa expresión que mezclaba sabiduría y misterio.

—Parece que has avanzado bastante desde la última vez que te vi —dijo Suguru, acercándose con tranquilidad

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—Parece que has avanzado bastante desde la última vez que te vi —dijo Suguru, acercándose con tranquilidad.

—Suguru... —mi voz temblaba ligeramente

Estaba sorprendida pero emocionada por su presencia, aunque tenía la inquietud de lo que ocurrió con Satoru y pensaba que probablemente le había contado sobre aquel día. Sin embargo, no pude mantener la compostura ante él y, dejando a un lado mis pensamientos, corrí a abrazarlo. Suguru me rodeó con sus brazos, devolviendo el abrazo con calidez.

—Kuronaga es un buen nombre. Fuerte y lleno de significado. Pero recuerda, no es solo un guardián, es una extensión de tu poder y voluntad.

—Lo sé, pero no esperaba verte aquí. Has cambiado demasiado, hasta tus orejas están perforadas y tu cabello ha crecido —dije, alejándome ligeramente pero sin soltarlo del todo —Pensé que habías dejado atrás todo esto cuando te fuiste.

—No todo puede dejarse atrás tan fácilmente —respondió Suguru con una mirada penetrante —Especialmente cuando algo o alguien tiene un lugar especial en tu corazón.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, y sentí una mezcla de emociones que apenas podía contener.

—Además, te dije que te visitaría y tuve la sensación de que cambiarías después de que me fui —continuó Suguru —Y veo que no me equivoqué. Has crecido mucho, no solo en poder, sino también en sabiduría. Kuronaga es prueba de ello.

—He tenido un buen maestro —dije, lanzando una mirada agradecida a Kenzo sensei.

—Pero aún hay más por aprender —añadió Suguru —Siempre hay un nuevo desafío, una nueva técnica, un nuevo enemigo. ¿Estás lista para lo que viene?

—Estoy más que lista —respondí con determinación

—Esa es la actitud —dijo Suguru con una sonrisa aprobatoria —Entonces, prepárate. Porque lo que viene no será fácil, pero sé que estás más que preparada para enfrentarlo.

En ese momento Kenzo sensei asintió, sus ojos brillando con orgullo y confianza. Sabía que, con aliados como ellos y con Kuronaga a mi lado, estaba lista para cualquier cosa.

Pero yo tenía tantas cosas de las que quería hablarle a mi hermano mayor. Sentía una invasión de emoción al pensar en conversar con él, ya que casi había pasado un año desde la última vez que lo vi. Había acumulado tantas experiencias, secretos y pensamientos que deseaba compartir con él.

Recordé nuestras largas charlas nocturnas, cuando nos quedábamos despiertos hasta tarde hablando de todo y de nada al mismo tiempo. Me imaginaba contándole mis aventuras, los pequeños triunfos y las dificultades que había enfrentado, y escuchar sus consejos y opiniones. La idea de reconectar con él, de recuperar ese lazo fraternal tan especial, me llenaba de una mezcla de nostalgia y alegría.

𝕰𝖑 𝖘𝖊𝖈𝖗𝖊𝖙𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝖕𝖆𝖎𝖘𝖆𝖏𝖊 𝖒𝖔𝖗𝖆𝖉𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora