XXXI

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Corrí, notando la presencia de aquellas maldiciones que estaban con mi hermano.

—¡Malditos insolentes! Les dije que no se intrometieran en la escuela —dije, molesta.

Pero me detuve al ver a los profesores correr hacia donde se estaba formando un velo. No podía pensar claramente, la preocupación por Megumi me tenía al borde. Los demás entraron, y me acerqué de inmediato a Satoru.

—¡Oye tú! —grité a Satoru— ¿Por qué te quedas ahí parado, inútil? ¿No ves el peligro que hay?

Mi tono sonaba absurdamente molesto, no me estaba controlando, y si seguía así podría acabar mal.

—Selene —me llamó Satoru— Lo sé, pero este velo no me permite pasar. Intentaré romperlo desde afuera, pero tú entra y mantén a salvo a nuestros alumnos.

—Ellos no son mis alumnos, son mis amigos —dije, molesta.

—Ten cuidado —me dijo antes de entrar.

—Estaré bien, gracias —respondí por último.

Brincaba por los árboles dentro del velo hasta encontrarme con Maki y le hice una seña para que me siguiera.

—¿Qué ocurre? —me preguntó al verme concentrada.

—Es una maldición de categoría especial, y si no me falla mi visión, está con Noritoshi, Megumi y Toge —dije, tomándola del uniforme y teletransportándonos a donde estaban ellos.

Al llegar, Maki atacó a Hanami y yo miré molesta a la maldición para hacerle entender que no había seguido mis indicaciones. Atacamos hasta que Maki la golpeó lejos del techo donde estábamos. Los teletransporté cerca, aunque no fue suficiente después de discutir.

—Tienes que buscar a los demás, Geto. Megumi y yo nos encargaremos —dijo Maki antes de teletransportarlos.

—¿Cómo me pides eso? ¡Mira cómo quedaron! No dejaré que les pase nada. No permitiré que peleen con esa maldición, es muy fuerte para ustedes —grité, molesta.

—Tranquila, Selene, estaremos bien. Solo busca apoyo —dijo Megumi, sonriéndome para calmarme.

—Está bien, tengan cuidado. Iré a buscar a los demás y los mandaré —dije, teletransportándolos hacia Hanami.

Cuando sentí la energía proveniente de Itadori, corrí a toda velocidad hacia ellos y les comenté todo para que luego me siguieran. Mientras corríamos, conjuré a Kuronaga para que me ayudara. Llegamos rápido y vi cómo Maki estaba sostenida por la maldición. Cuando escuché gritar a Megumi.

Volteé y mi cuerpo dejó de moverse; mi pequeño estaba muy mal, con una planta en su estómago

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Volteé y mi cuerpo dejó de moverse; mi pequeño estaba muy mal, con una planta en su estómago. Por mi mente pasaba lo peor, el miedo constante de que lo podría perder.

—¡No, Megumi! —grité, corriendo hacia él sin pensar. Pero antes de llegar, la maldición me golpeó con fuerza, lanzándome contra los árboles y atravesándolos.

𝕰𝖑 𝖘𝖊𝖈𝖗𝖊𝖙𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝖕𝖆𝖎𝖘𝖆𝖏𝖊 𝖒𝖔𝖗𝖆𝖉𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora