CAPITULO V

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Antes de que pregunten, sí, estoy re-subiendo este capítulo porque me pareció muy corto. La primera mitad es lo mismo que ya estaba antes, pero la segunda mitad es completamente nueva, espero disfruten.

...

Leo tuvo mucho tiempo para re-acostumbrarse al Campamento Mestizo, especialmente debido a que Piper y Jason permanecieron inconscientes durante dos días.

Leo voló a través del consecuente interrogatorio pretendiendo no tener idea de lo que le había pasado. Describió como Grover los había guiado al campamento, la extraña muerte de Tristan McLean y cómo Jason y Piper habían derrotado al Minotauro.

No pasó mucho tiempo antes de que, flotando sobre su cabeza, apareciese la deslumbrante imagen holográfica de un martillo en llamas.

Muy bien, Hefesto estaba al pendiente de su llegada, lo que era de agradecerse.

Lo siguiente que Leo supo fue que un gigantesco chico afroamericano con manos del tamaño de guantes de béisbol lo estaba guiando en su recorrido por el campamento.

"Así que este es el legendario Charles Beckendorf"—pensó para sí mismo, sin saber muy bien qué debía de hacer o de decir.

Beckendorf parecía bastante agradable. Le enseñó todos los usuales que el clásico campamento de verano para híbridos humano-dios tenía por ofrecer: buques de guerra griegos anclados en la plata, talleres de artesanía, el bosque plagado de monstruos, las cabañas, el pabellón del comedor y la palestra de combates.

—Así que... por eso de ser hijo de Hefesto y tal... ¿voy a poder construir mis propias máquinas?

Beckendorf soltó una risotada, dandole un amigable golpe en la espalda que estuvo a punto de derribar a Leo.

—Tú de eso no te preocupes. Para la semana que viene, me encargaré de que estés ensamblando armas mágicas para el desayuno.

Llegaron a la cabaña 9, la cabaña de Hefesto, que estaba tal y como Leo la recordaba: una caravana descomunal con relucientes paredes metálicas y ventanas con lamas de metal. La entrada era como la puerta de una caja fuerte de un banco, de forma circular y con bastantes centímetros de grosor. Se abría con numerosos engranajes de latón que giraban y pistones hidráulicos que expulsaban humo.

Leo silbó.

—Como me encanta el rollo mecánico.

La cabaña, como de costumbre, estaba desierta. Los demás chicos seguramente estarían trabajando en las fraguas. Eso le daba tiempo a Leo de admirar aquel edificio que nunca terminaba de aburrirle. Mirando la rebosante cantidad de chatarra, tornillos, pernos, arandelas, clavos, remaches y millones de cosas más, Leo se recordó a sí mismo que necesitaba ir al Búnker 9 lo ante posible para recuperar su cinturón Portaherramientas mágico. Pero, claro, un problema a la vez.

—Amo este lugar—suspiró, antes de que un siniestro pensamiento recorriese su cabeza. 

En su tiempo, su cama era la misma que el propio Beckendorf había ocupado antes de morir. 

—Así que... ¿dónde voy a dormir?

Beckendor no pareció reparar en su repentino cambio de actitud. Estudió la habitación y se encogió de hombros.

—Tenemos algunos espacios libres, siéntete libre de elegir.

Leo tomó el primer catre vacío que encontró. Sentía una extraña presión en su pecho, preguntándose con nerviosismo si acaso tendría él que tomar el lugar de Beckendorf como líder otra vez, o si quizá podría salvarlo de su futuro.

El Ladrón y el RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora