¿Quién eres?

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Colin

Habían pasado semanas desde el accidente y cada día se sentía mucho más largo que el anterior. La habitación del hospital se había convertido en mi nuevo hogar. Me negaba a dejar a Penelope sola. Mis hermanos habían contactado al resto de mi familia, quienes se habían traladado hasta acá en conjunto con la horrible familia de Penelope, quienes no hacían más que interrogarme con preguntas absurdas, que ni yo mismo sabía muy bien que responder.

El reloj en la pared parecía moverse más lentamente con cada tic-tac, aumentando mi desesperación. Me encontraba sentado al lado de su cama, sosteniendo su mano, rezando para que sintiera mi presencia, para que de algún modo donde fuese que estuviese su mente, pudiese contar conmigo.

Todo era un gran caos en aquel lugar, ambas familias nos habíamos trasladado al pueblito que Pen había escogido para escapar, por lo que los Featherington y los Bridgerton nos reuniamos todas las tardes, ellos discutian en voz baja sobre todo lo que había sucedido, pero cada palabra retumbaba en mi cabeza como un recordatorio constante de la incertidumbre que enfrentábamos.

Portia  se acercó y puso una mano en mi hombro.

-Querido, debes descansar. No puedes seguir así.

Sacudí la cabeza, sin apartar la vista de Penelope.

-No puedo irme, ella podría despertar en cualquier momento y quiero estar aquí cuando lo haga.

Portia suspiró, con los ojos llenos de compasión. Sabía que no iba a convencerme de alejarme, pero su preocupación era palpable, estoy seguro que jamás en todos los años que la conocia la habia visto tan preocupada por su hija.

Pero nada me daba consuelo desde su accidente, me encontraba atrapado en una rutina de esperanza y desesperación. Las noches eran las peores, muy largas y llenas de culpabilidad, todas las horribles palabras que le había dicho llegaban a mi mente como un cruel recordatorio. Pero fue en una de esas noches que me quedé dormido junto a su cama, y tuve un sueño que me hizo sentir ligeramente en paz.

En el sueño, Penelope y yo estábamos en un campo abierto, rodeados de flores silvestres. El cielo era de un azul brillante y el sol cálido nos bañaba con su luz. Penelope estaba de pie a unos metros de mí, riendo y llamándome con su voz melodiosa.

-Colin, ven aquí. -Su risa era contagiosa, y no pude evitar sonreír mientras corría hacia ella.

Alcancé su mano y la atraje hacia mí, girándola en un baile improvisado. Sus ojos brillaban con alegría y su sonrisa era todo lo que necesitaba, me miraba con amor, un amor con el que yo anhelaba que volviese a mirarme desde que nos separamos.

-Te he echado tanto de menos, Penelope -dije, con mi voz cargada de emoción.

-Estoy aquí ahora, Colin. Siempre estaré aquí -respondió, acercándose más a mí.

Nos detuvimos y simplemente nos quedamos mirándonos, como si el tiempo se hubiera detenido. Su presencia era tan reconfortante, tan real.

De repente, todo comenzó a desvanecerse. El campo, las flores, el cielo... y finalmente, Penelope. Desperté con un sobresalto, mi corazón latiendo con fuerza. Por lo que me tomó un momento darme cuenta de que seguía en el hospital, su mano aún en la mía.

La luz de la mañana comenzaba a filtrarse por las ventanas cuando la puerta se abrió y entraron mis hermanos, seguidos de la familia de Penelope. La esperanza brillaba en sus ojos, a pesar de las semanas de espera.

-¿Alguna novedad? -preguntó Eloise, con la voz cargada de ansiedad.

Negué con la cabeza, luchando contra el agotamiento.

seduciendo a Penélope FeatheringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora