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Marina Vista Hotel
Habitación 765

Los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana, proyectando suaves haces de luz que acarician la habitación. Supongo que ayer, cuando volvimos de la fiesta, lo último en lo que pensamos fue en echar las cortinas. Un bostezo se escapa de mis labios y, al abrir los ojos, me enfrento a la claridad matutina.

Giro hacia mi derecha, buscando refugio de la luz, y lo veo. Charles duerme aún plácidamente, su respiración es profunda y tranquila, creando una armonía suave y rítmica. Me quedo mirándolo, maravillada por la paz que emana de su rostro relajado. Los suaves rayos de sol acarician su piel, resaltando sus rasgos con un brillo casi etéreo.

Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras acerco mi mano y, con la mayor delicadeza, acaricio su cabello despeinado. No puedo evitar sentir una oleada de ternura al verlo así, tan vulnerable y hermoso. Sus labios, entreabiertos, parecen tentarme con una promesa de besos por venir.

Me acerco un poco más, disfrutando del calor que emana de su cuerpo. Mis dedos trazan un recorrido lento por su mejilla, bajando hasta su cuello, sintiendo el latido constante de su corazón. En este momento, todo parece perfecto, como si el tiempo se hubiera detenido para nosotros.

—Buenos días, dormilón —susurro suavemente, no queriendo romper el hechizo del momento.

Charles se mueve ligeramente, parpadea y abre los ojos, encontrando los míos con una mirada todavía somnolienta pero llena de afecto. Una sonrisa perezosa se extiende por su rostro, y sin decir una palabra, me atrae hacia él, abrazándome con fuerza.

Fruto de la conexión de anoche, nuestros cuerpos sienten el calor del otro sin ningún intermediario. Charles deja besos suaves sobre mi hombro, subiendo lentamente hacia mi cuello, sus labios explorando con una ternura que me hace estremecer. Sin embargo, se detiene y empieza a jugar con mi melena, enredando sus dedos en mis cabellos.

—¿Pensaste en lo que te dije? —pregunta en un susurro, su voz apenas audible pero cargada de esperanza.

—Sí —confieso, sintiendo cómo mi corazón late más rápido.

—¿Y qué? —insiste, sin poder ocultar el nerviosismo que tiñe su voz.

—Acepto —confirmo, mirándolo directamente a los ojos.

La reacción de Charles es inmediata. Me separa de él ligeramente y empieza a cubrir mi rostro de besos efusivos, cada uno de ellos una celebración. Me río ante su entusiasmo, mis manos acariciando su espalda. Sus besos bajan de nuevo hacia mi cuello, deteniéndose más tiempo en esa zona, ahora de una manera más sensual. Sus dientes rozan mi piel, y no puedo evitar que un suspiro se escape de mis labios.

—Te lo agradezco, y ahora nos preparamos —murmura con un tono lujurioso, sus ojos brillando de deseo mientras se coloca suavemente sobre mi.

Nuestros cuerpos se entrelazan, moviéndose con una sincronía natural, como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro. Sus manos recorren mi cuerpo, sus caricias encendiendo un fuego que arde cada vez más fuerte. Nos movemos juntos, nuestros labios encontrándose una y otra vez, mientras el sol sigue su ascenso, iluminando la habitación con su luz dorada, nos entregamos completamente al otro.



Aeropuerto Internacional de Singapur
08:23 a.m

Una gorra negra oculta mi rostro, asegurándome de pasar desapercibida. Charles está ocupado con los últimos detalles del avión, mientras nuestra hora de embarque sigue acercándose rápidamente. Existe siempre la posibilidad de que nos descubran. Concentro mi atención en enviar un mensaje rápido a María antes de abordar para mantenerla informada.


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⏰ Última actualización: Jul 08 ⏰

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