¿Qué ocultas?

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La conversación entre Asteria y Miron había comenzado con una tensión palpable, cada palabra intercambiada era como un juego de ajedrez, donde ambos buscaban respuestas sin revelar demasiado. El aire en la habitación estaba cargado de expectativas, y aunque Miron intentaba desentrañar el misterio que envolvía a Asteria, ella se mantenía firme, protegiendo su pasado y sus emociones detrás de una armadura invisible.

Finalmente, después de lo que pareció un duelo de voluntades, Asteria soltó un suspiro cansado, como si la lucha interna la hubiese agotado más de lo que estaba dispuesta a admitir. Su mirada, antes fija y desafiante, se suavizó ligeramente, mostrando por un breve momento la vulnerabilidad que intentaba ocultar.

—Es tarde, Miron —dijo con voz baja, como si la conversación hubiera drenado las pocas fuerzas que le quedaban—. Deberíamos descansar.

Miron asintió lentamente, comprendiendo que, por ahora, había llegado al límite de lo que Asteria estaba dispuesta a compartir.

—Tienes razón —respondió con un tono más suave, intentando no presionarla más—. Mañana será un día largo.

Con esas palabras, la atmósfera de la habitación cambió. La tensión se disipó lentamente, dando paso a un cansancio compartido.

Hubo un breve momento donde ella y el minotauro entraron al barco, y le mostró las habitaciones. Él escogió la derecha, y, notando a Asteria repentinamente tensa y distante, no decidió decir mucho más que un débil "gracias".

Alrededor de veinte minutos pasaron hasta que Miron se detuvo frente a la puerta de la habitación de Asteria, vacilando por un momento. Sabía que no debía entrar sin permiso, pero había un detalle que no lo estaba dejando dormir en lo mas mínimo:

A pesar de la buena voluntad, y todo lo compartido, el deseo de obtener respuestas era más fuerte que su sentido de la privacidad. No se conocían en lo absoluto.

¿Zarparías las olas con un desconocido?

Cualquiera con un mínimo de sentido, esperaría al día siguiente o sería mas discreto. Minos no, claramente, por su falta de convivencia. Finalmente, alzó la mano y llamó suavemente a la puerta.

—¿Asteria? —preguntó, en un susurro.

—Puedes entrar —respondió ella, fríamente.

Él titubeó ante su tono distante, pero empujó la puerta y entró en la habitación. La oscuridad envolvía la estancia, apenas rota por una débil luz que iluminaba la figura de Asteria en la cama, cubierta por una manta excepto por la cabeza. Se notaba la armadura pesada bajo la sábana.

—¿Puedo molestarte un momento? —preguntó Miron, con un tono más suave.

—¿Qué necesitas? —respondió ella, su voz manteniéndose fría y distante. Estaba muy diferente que hace unos minutos.

Miron dio unos pasos hacia la cama, manteniendo una distancia respetuosa. Su expresión era seria mientras hablaba.

—Necesito respuestas, sobre ti y sobre... lo que ocultas —dijo él, con la voz cargada de inquietud.

—¿Ocultar? —repitió ella, alzando una ceja, aunque su tono seguía siendo imperturbable.

—Tu vida, tu origen, y... —continuó Miron, sin desviarse del tema—. ¿Por qué llevas puesta tu armadura aun bajo las sábanas? eso no es normal, y me hace pensar que estás escondiendo algo.

Asteria lo miró fijamente, su expresión no cambió, pero había un destello de fatiga en sus ojos.

—¿Solo porque te he dicho que es mi armadura favorita piensas que oculto algo? —preguntó, firme, pero su tono sugería que estaba cansada de la conversación.

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