Nuevos Aires

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Miron, aparentando ser un toro común, caminaba al lado de Asteria mientras atravesaban el pueblo. Las miradas desconfiadas de los habitantes los seguían hasta que finalmente llegaron a una granja aislada, rodeada por un extenso campo donde pastaban otros animales.

Asteria hizo entrar a Miron en el recinto con cuidado. Su padre fue el primero en acercarse.

-Asteria -la llamó con tono firme.

-Padre -respondió ella, esforzándose por parecer calmada-. He vuelto... y he vencido al minotauro.

Asteria le entregó la riqueza que Minos le había dado, sin permitir que la tensión en su rostro delatara su secreto.

-¿Dónde encontraste a este toro? -preguntó su padre, mirando a Minos con recelo.

-Lo hallé cerca del laberinto. Es viejo, pero robusto. Creo que puede ser útil para la granja -contestó Asteria, acariciando la cabeza de Minos para reforzar la apariencia de docilidad.

-Los toros de esos lugares son peligrosos... ¿Y si es un minotauro disfrazado?

Asteria esbozó una sonrisa tranquila, aunque por dentro la ansiedad le quemaba el estómago.

-No te preocupes, padre. Prometo cuidarlo bien.

Tras unos momentos de duda, el hombre finalmente asintió.

-Está bien. Confío en ti, Asteria.

Una vez a solas, Asteria llevó al toro viejo a un corral apartado, asegurándose de que estuviera fuera de la vista de los demás animales. Allí, le desató la soga y retiró el bozal que cubría su rostro.

-Puedes quitarte esa manta si quieres -dijo, mientras suspiraba-. Te advertí que quedarte aquí sería peligroso.

Aún en silencio, se quitó la manta y la dejó caer al suelo, revelando su verdadero aspecto. Asteria lo observó por un momento, notando la tensión en sus ojos.

-¿Estás bien? -preguntó ella, intentando que su tono fuera suave.

Él asintió ligeramente, pero su expresión mostraba su preocupación.

-Sí... estoy bien -respondió, aunque su voz delataba algo de incertidumbre.

Asteria se acercó y empezó a preparar un rincón del corral, esparciendo paja suave para hacer una cama improvisada. Miron la observó en silencio, sorprendido por su gesto.

-No es mucho, pero al menos no tendrás que dormir sobre el suelo duro -dijo Asteria con un suspiro, sentándose en el borde del corral.

-Gracias por esto -murmuró él, sinceramente.

-No tienes que agradecer -respondió Asteria, sin mirarlo-. Supongo que esta noche es lo más relajado que podremos estar...

Después de unos segundos de silencio, Minos se atrevió a preguntar.

-¿Cómo planeas mantener esto en secreto?

-Mi padre está ocupado con sus tareas. Si mantienes un perfil bajo, creo que podremos ocultarte por un tiempo.

Él asintió lentamente, aunque la incertidumbre todavía lo embargaba.

-¿Pero por cuánto tiempo? -insistió, incapaz de contener su ansiedad-. Esto no puede durar para siempre.

Asteria lo miró fijamente, reconociendo la verdad en sus palabras.

-No lo sé, Miron. Pero mientras esté en mis manos, haré lo posible por protegerte.

La conversación quedó en silencio por unos instantes. Minos, después de una pausa, habló nuevamente.

-¿Qué planeas para el futuro? -preguntó, con una mezcla de curiosidad y preocupación-. No entiendo por qué decidiste quedarte aquí.

Asteria lo miró, notando la melancolía en su tono.

-Tal vez no hay un futuro definido -admitió ella, relajando su postura-. Pero no me gusta la idea de que sigas huyendo. Si no tienes un lugar al que ir, este podría ser un buen comienzo.

Solo... quería cambiar un poco de aires -respondió él, aún con cierta duda-. No había nada más interesante que ver en ningún sitio.

Aparentemente, Minos tenía cierta frustración. ¿Acaso él no tenía un verdadero hogar en ningún sitio?

Asteria mantuvo silencio por un momento, escuchando sus palabras. Su expresión se volvió ligeramente comprensiva.

-Entonces... ¿simplemente... te quedaste? -preguntó ella, con una calma que escondía su sorpresa. Aún manteniendo silencio por un momento, ella solo suspiró ligeramente mientras miraba a Miron.

Miron mantuvo silencio, aún relajado, pero con cierta tensión a su alrededor. Su expresión tenía un leve dejo de frustración, aunque intentaba esconderla.

-Sí... -respondió él en silencio, con calma-. Nada mejor para hacer. Ningún sitio al cual volver.

Hubo silencio entre ambos durante un momento, mientras que Minos mantenía silencio, aún relajado pero aún con ciertos nervios.

Asteria mantuvo silencio por un momento... Escuchar su respuesta le hizo sentirse extrañamente triste por él. Aún con calma, ella pensaba que la forma en que él le respondió era preocupante... pero, ¿cómo hacer que él se sintiera mejor?

-¿Realmente nada...? -preguntó ella, esta vez sin tensión en su voz.

Miron mantuvo silencio por un momento, todavía relajado, pero con un dejo de tristeza y tensión en él. Su mente todavía estaba en caos, aún con la tensión por hablar con Asteria.

-No tenía nada. Ni un hogar, ni lugar al cual ir...

Tras un momento, él habló nuevamente. Su tono todavía relajado aunque un poco triste.

-¿Tú tienes un lugar al cual ir? -preguntó.

-En general -agregó, con calma. Aún con un dejo de tensión, aunque intentaba mantener cierta calma en él mientras observaba a Asteria.

Miron se quedó en silencio, procesando sus palabras. Quizá, pensó, este refugio improvisado podría ser un lugar donde finalmente descansar de su eterno vagar.

El Refugio Del VencidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora