Viajero

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Caminaban en silencio la mayor parte del tiempo. Miron, a pesar de su tamaño, se movía con una sorprendente gracia, mientras Asteria escudriñaba el horizonte, siempre alerta por si había algún peligro. El bosque los protegía, pero no podían quedarse allí para siempre. Tenían que encontrar un lugar donde abastecerse.

-¿Dónde iremos? -preguntó Miron después de un rato, su voz grave resonando suavemente entre los árboles.

Asteria se detuvo por un momento, considerando sus opciones. Sabía de un pequeño pueblo cercano, pero la gente allí era curiosa, y Miron difícilmente pasaría desapercibido. No podían arriesgarse a ser descubiertos tan pronto.

-Hay una aldea a unos días de camino -respondió Asteria-, pero no podemos ir directamente. Necesitamos encontrar provisiones antes. No duraremos mucho sin comida ni agua.

-¿Cómo lo haremos? -preguntó Miron, claramente desconcertado-. No puedo entrar a una de sus... ¿aldeas? La gente me vería y... no quiero asustarlos.

Asteria suspiró. Sabía que tenía razón. Miron no podía mezclarse con los humanos, y aunque ella podía hacerlo, ir sola la expondría a otros peligros. Pero no tenían muchas opciones.

-No te preocupes -dijo finalmente, con una sonrisa que trataba de transmitir confianza-. Me las arreglaré. Podemos encontrar algo antes de llegar a la aldea. Tal vez algún viajero o alguna caravana con la que negociar.

Miron asintió, aunque Asteria notaba su inquietud. Después de unos momentos, rompió el silencio de nuevo, esta vez con una pregunta que la sorprendió.

-¿Qué haré cuando lleguemos? -preguntó-. No sé... cómo comportarme con los humanos. No sé qué hacer con ellos. En el laberinto, todo era simple. Aquí... todo parece tan complicado.

Asteria se detuvo y lo miró, dándose cuenta de lo desorientado que debía sentirse. Miron era fuerte, capaz, pero en muchos sentidos, era como un niño perdido en un mundo que no comprendía. Ella tenía que ser su guía.

-No tienes que preocuparte por eso ahora -le dijo suavemente-. Aprenderás, poco a poco. Los humanos no son tan diferentes a ti, solo que no te conocen aún. No saben lo que eres capaz de hacer, ni quién eres realmente.

Miron la miró con una mezcla de gratitud y confusión. No respondió de inmediato, pero Asteria vio cómo sus ojos oscuros se suavizaban ante sus palabras. Él quería aprender, quería entender este nuevo mundo. Pero sabía que su lucha no sería fácil.

Continuaron caminando, cada paso los alejaba más de la villa y los acercaba a lo desconocido. Los árboles parecían estrecharse a su alrededor, y Asteria comenzó a sentir un leve malestar en el aire, como si algo los estuviera observando desde las sombras.

-Siento algo -murmuró Asteria, deteniéndose-. No estamos solos.

Miron, con sus instintos agudizados, también se tensó. Su nariz se movió, tratando de captar cualquier olor extraño. Los sonidos del bosque se habían desvanecido, dejando un silencio pesado y cargado de peligro.

-¿Qué hacemos? -preguntó Miron, preparándose para lo peor.

Asteria desenvainó su espada, moviéndose con cautela mientras sus ojos barrían el entorno. El viento cambió de dirección, y de pronto, lo vieron: una figura encapuchada, envuelta en sombras, observándolos desde la distancia.

-No quiero problemas -dijo una voz ronca desde las sombras-, pero no puedo dejar que sigan adelante sin advertirles. No hay lugar seguro más allá de estos árboles.

Asteria no bajó la guardia, pero tampoco atacó.

-¿Quién eres? -preguntó, manteniendo su espada firme.

El Refugio Del VencidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora