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Un Rodrigo de 6 añitos caminaba detrás de su madre con la mirada vacía. La mujer llevaba rato gritándole todo tipo de insultos habidos y por haber, pero el pequeño no entendía nada, solo comprendía que su progenitora lo odiaba, y la razón le era inconclusa.

-Intenté abortarte, intenté matarte, probé de todo para acabar contigo de una puta vez, ¿cómo es que sigues vivo? -gritaba la mujer caminando como podía, pues estaba en un fuerte estado de ebriedad. El maquillaje corría por sus mejillas debido a la lluvia, dándole un aspecto aún más devastador-. ¡Mierda, por tu culpa no me queda nada!

Rodrigo inclinó levemente la cabeza como muestra de no haber comprendido. ¿Qué había hecho mal? En su memoria no hizo nada malo, hacía todo lo que le ordenaban e intentaba estorbar lo más mínimo, llegando incluso a no hablar con nadie a no ser que sea necesario. Por eso no entendía el odio que le tenía su madre, y no es como si eso le entristeciera, más bien lo confundía.

La mujer cayó al suelo cuando uno de sus tacones se rompió, y un grito desgarrador lleno de frustración salió de su boca. Sonaba como si le hubieran aplastado o algo por el estilo, lo cual hizo que el pequeño Rodrigo entendiera que su madre sufría mucho.

-Y-yo lo tenía todo, a-amaba mucho a tu padre. E-entonces, ¿por qué todo se fue a la mierda? -murmuraba la mujer con dificultad debido a las lágrimas que no dejaban de salir, pero se mezclaban rápidamente con la lluvia.

Rodrigo se acercó a ella sintiéndose un poco mal. Aunque no le tenía cariño, al menor no le gustaba ver a otros sufrir. Entró en un debate interno donde no sabía si debía consolarla o no, en sí no sabía cómo hacerlo así que al final no hizo nada.

-¿Por qué naciste? ¿Por qué no puedes morirte de una vez? -seguía murmurando la mayor, y en un arrebato de enojo repentino, agarró a Rodrigo del cuello lo suficientemente fuerte como para empezar a ahorcarlo-. ¡Muérete de una vez! -chilló tan fuerte que dos mujeres llegaron rápidamente para intervenir.

Antes de que Rodrigo llegara a perder la consciencia por falta de aire, su madre había sido alejada de él.

-Señora Kim, cálmese.

La mujer solo chasqueó la lengua y siguió caminando, ahora con más dificultad teniendo solo un tacón.

Rodrigo, quien no tuvo reacción alguna ante lo ocurrido, le hizo una reverencia a las mujeres y siguió a su madre. Las chicas se miraron entre ellas confundidas por la actitud del menor, no parecía asustado y mucho menos triste y es que Rodrigo estaba más concentrado en buscar al que ahora está seguro que es Iván. Siempre estuvo en esas situaciones de riesgo, y esa no era la excepción. Lo encontró flotando en el cielo, con esos grandes y brillantes ojos rojos que lo observaban con intensidad.

Rodrigo siguió caminando detrás de su madre sin apartar la mirada de Iván, por eso no se dió cuenta de cuando la mujer se detuvo en medio del puente para mirar el horizonte.

Sin querer chocó con ella y retrocedió rápidamente, ahora enfocándose únicamente en la mujer esperando que le gritara por el contacto. Pero no ocurrió, la mujer solo mantenía la mirada perdida, y una idea se cruzó por su cabeza.

No estaba bien, tal vez había desarrollado mucha dependencia emocional hacía su ahora exmarido, o simplemente su salud mental siempre fue mala como para poder mantenerse así misma ella sola.

No podía, no podía seguir así, ni siquiera logró acabar con la razón de su malestar, su hijo, quien estaba ahí presente mirándola con esos ojos sin vida. Ahí tomó una apresurada decisión, si no puede matarlo entonces se mataría a ella misma, y en menos de un minuto su cuerpo moribundo se hallaba con varios huesos rotos en la carretera que estaba a unos 10 metros bajo el puente.

𝖄𝗘𝗢𝗠𝗡𝗔 || 𝐑𝐎𝐃𝐑𝐈𝐕𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora