El herbolario

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La conmoción fue total con Izuku, quien miraba desde los límites como aquel sujeto castaño llevaba al niño de la mano adentro de la casa. Un niño totalmente idéntico al dragón, incluso se llamaba igual.

Se llevó una mano a la cabeza nervioso, ¿Cómo llegó tan lejos en la arboleda de las hadas? ¿Fue una burla del destino? Comenzó a respirar apresurado, entrando en un shock ansioso a punto de ir a preguntarle si lo reconocía, si sabía lo mucho que hizo por él en otra vida. Las flores cercanas susurraron al hada con intención de calmarlo, no debía ser precipitado.

Estaba en una aldea de humanos, no era adecuado quedarse ahí sin información suficiente, además, debía volver a la Orden Feérica antes de que anocheciera, el cielo estaba muy gris por la lluvia.

Antes de irse quiso indagar, solo un poco más, se acercó despacio hacia la fachada de la casa, a unas maceteras con flores en la ventana. Las flores de ahí estaban aturdidas de ver que se trataba del nuevo líder de las hadas, reconocieron fácilmente su energía. Izuku miró de reojo entre las plantas notando al padre y el niño acudir hacia un dormitorio, no pudo ver nada más. Suspiró frustrado golpeando un dedo varias veces en el margen de la ventana.

"¿Quiere saber de ellos? Es una familia de tres, el padre se llama Masaru, su hijo es Katsuki, y la madre que últimamente ha estado muy enferma se llama Mitsuki."

―¿Desde cuándo están aquí? ―preguntó Izuku mirando las margaritas en macetas.

"Nosotras tenemos solo unos cuantos meses, la mujer nos cuida bastante bien"

―Por favor, mantenganme al tanto...

Suplicó con impaciencia volviendo a los confines del bosque, quería saciar muchas dudas pero tampoco podía exponerse al peligroso.

Era complejo asumir que se trataba del mismo Katsuki que hace unas horas visitó su tumba. De solo imaginar tener una oportunidad de hablarle y recibir respuesta como antes lo volvía en el tiempo que estuvo confinado en la tribu Dracomante. De la primera persona que no lo vio con odio, lo trató con cuidado y lo refugió, sanando varios traumas con los que fue creciendo en más de cinco décadas encerrado entre acero.

La noche abrumó el entorno con dóciles luces de luciérnagas y setas luminiscentes que lo llevaban a la civilización de las hadas. La Orden Feérica lo recibió con entusiasmo y devoción, Izuku era bastante querido e implantaba mucha confianza por las decisiones que acercaban a recuperar los territorios robados.

Esta vez Izuku no devolvió los saludos, no se presentó al gran comedor a cenar con los demás. Llegó al área de los lirios del valle donde vivía y se echó boca abajo en la cama de pétalos con un gesto totalmente decaído.

El suspiro fue tan desalentador y sonoro que fue percibido por quien lo siguió unos metros de la entrada a ese cuarto de enredaderas florecidas.

―Woah, ese fue un gran suspiro. ¿Qué sucede?

La voz afable fácilmente la reconoció con su antecesor, giró la cabeza para mirar a Yoichi acercarse, era ese período donde podía caminar por un tiempo antes de caer agotado. Tomó asiento en la orilla de la cama palmeando con gentileza la cabellera verde.

―¿Por qué no fuiste a cenar? Las flores en la entrada no dejan de susurrar que estás triste.

―Creo que hice algo malo... ―susurró con angustia enterrando su rostro en la almohada.

―¿Qué tan malo puede ser?

Las alas de Izuku tensaron, poco después las desvaneció para girar parte del cuerpo a un lado.

―¿Podemos conceder deseos no solo a los humanos? ―La pregunta llevó a Yoichi a arrugar el entrecejo extrañado.―Como a un dragón...

El albino rascó su mejilla pensativo, nunca había oído que las hadas pudieran conceder deseos a seres más allá de los humanos, pero ese hecho era complejo de asumir ya que ningún dragón jamás fue benevolente con las hadas.

Mis esmeraldas [BkDk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora