Colgante de acero

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Los días fueron prósperos, avanzando en sus entrenamientos, tratando de mantener a raya a los dragones que seguían en contra y buscaban más apertura a conquistar las tierras restantes de las hadas, cualquiera estuviera con mucho estrés por ese trabajo, pero con Izuku no fue así, al menos su carga no se sentía pesada luego de encontrar una bonita razón. Esa razón era un niño humano que frecuentemente visitaba su pueblo.

La mayoría de las personas eran agradables, bastante agradecidas con los insumos de boticaria que 'Deku' y compañía llevaban. La curandera principal de longeva edad era de las más felices con sus visitas ya que siempre llenaba sus estantes con hierbas medicinales.

Izuku trataba de ser cortés con la anciana, pero también ansiaba salir de su casa y mirar a Katsuki al menos a lo lejos para saludarlo, como se encontraba y si tenía algo para contarle.

—Oh, será mejor que vayas con cuidado, es un lindo collar pero últimamente hay muchos ladrones en el pueblo.

Dijo la anciana sellando la caja llena de frascos en la mesa mientras observaba el colgante de cuerda con un rubí que asomaba de la camisa de Izuku.

—¿Ladrones? —Replicó el hada ladeando la cabeza extrañado.

Era curioso que en su vida jamás escuchara ese término tal cual.

—Es un rubí, ¿no? Ten cuidado o te lo pueden quitar.

La sola mención fue suficiente para que Izuku sujetara el colgante y lo ocultara dentro de la ropa nervioso, no iba a separarse del único vestigio tangible que conservaba del dragón. Esa pequeña piedra que fue su obsequio y quería tanto. Le recordaba las iris escarlatas que lo miraba con tanto amor tiempo atrás.

—Nos veremos la próxima semana —despidió Izuku saliendo de la casa de la anciana.

Caminó con menor peso del que llegó a ese pueblo, ondeó los brazos tratando de estirar los hombros con fatiga y paseó por el entorno con el pretexto de llevarles algunos caramelos de dulce de caña y cera de miel a las hadas, aunque su objetivo era otro.

Pasó cerca de la casa de los Bakugo y percibió a Mitsuki con un canasto de ropa que sacaba al sol, al notar al peliverde ella sonrió, después de todo gracias a él fue que seguía convida.

—Hey Deku, ¿cómo has estado? ¿Acabas de llegar?

—No, ya terminé de entregar lo que correspondía, es bueno verla caminar sin problemas —dijo con total formalidad recordando cuando Mitsuki ni siquiera podía poner un pie fuera de la cama.—Se siente muy silencioso por aquí.

Dijo con total indirecta de lo pacífico que era el entorno sin los niños jugando. Desde que Katsuki cumplió nueve años no era tan apegado a rondar cerca de su casa, además de que no tenía ya porque vigilar el estado enfermo de su madre.

—Ya, ¿lo dices por Katsuki? Últimamente le ha gustado estar husmeando en las minas de la salida oeste, conoció al dueño y está totalmente admirado en él luego de lo que pasó hace unos días.

La sonrisa formal de Izuku desvaneció por varios motivos, desde ya no encontrarse casualmente con el menor u oír que estaba apegado con alguien más.

—¿En serio? Ah... ¿pues qué pasó? —Tanteó el tema con nerviosismo.

—El dueño de la mina es el señor Yagi, un hombre que a pesar de lucir escuálido es fuerte, detuvo a unos asaltantes que pretendían robar la carreta con tesoros extraídos. Katsuki quiere que lo haga su discípulo o algo así —carcajeó Mitsuki distendiendo unas sábanas.—No tengo problemas que vaya, solo le dije que no estorbara los negocios de su padre con el dueño.

Mis esmeraldas [BkDk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora