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Era viernes por la noche, el mural está quedando perfecto, solo faltan algunos detalles y estará listo para mostrárselo a mi familia, y a todo el barrio.

Ya quiero estar en la universidad y poder aprender más, aunque toda mi vida me he dedicado a pintar todavía me siento muy inexperto, además me gustaría probar otras áreas, puede que encuentre una pasión nueva.

Realmente espero poder destacar con mi arte y cuando regrese a México pintaré algo increíble para la gente que quiero.

Además, quiero poder sentirme más libre, ese es otro tema del que necesito hablar con ellos, ni siquiera lo he platicado con Salo, sé que es mi hermano y me quiere, pero siempre existe ese miedo, esa angustia que da el pensar que dirán, más cuando se trata de la familia cercana.

No quiero ser una decepción para nadie, conozco a mi familia y sé que tienen un gran corazón, como lo tuvieron cuando Nandy llego a formar parte de nuestro núcleo. Solo necesito encontrar el momento adecuado, otra vez.

— Pedro Pablo. — Casi dejo caer mis pinceles del ligero brinco que di.

Me gire de inmediato al escuchar a Bosco decir mi nombre, estaba vestido casualmente, sonreía tan bonito que me hacía sentir cosquillas en el estómago, estaba tan alto como siempre que me hacía mirar hacia arriba y tendría que ponerme de puntas si quisiera...

— ¡Hey! Pedro Pablo, te quedaste como pasmado, ya sé que estoy muy galán pero no exageres. — Bos se reía de mi mientras agitaba su mano frente a mi cara.

— Tienes un ego muy grande, a todo esto ¿qué haces aquí?

— Quería hablar contigo.

— ¿Sobre qué?

— Gala va a tener una pijamada con sus amigas, lo más seguro es que Giovanna vaya y no quiero dormir sabiendo que ella está a unos metros.

— Y eso tiene que ver conmigo ¿por?

— Le dije a mi papá que me invitaste a dormir.

— ¿Tu de verdad quieres dormir aquí?

— Antes que estar en mi casa sí.

Imaginar que Bosco pensó en mi primero que alguien más me hace sentir cosas que no debería.

— Bueno vamos a hablar con Salo para que nos preste su cama.

— Puedo dormir contigo — susurro apenas audible, gracias al silencio de la calle lo escuche.

— ¿Qué dijiste?

— Nada, vamos. — Bosco evito el contacto visual y se fue.

No pude evitar sonreír, a mí también me gustaría dormir con él.

— Vaya vaya, a quien tenemos aquí, pero si es el señorito Roble y su novio. — El tal "tortuga" llego, junto con dos amigos más.

— No molestes quieres — dije, intente pasar de largo, pero me detuvo poniendo una mano en mi hombro.

— Deberías tener más respeto por el barrio y no andar haciendo tus espectáculos raros en público.

— No estamos haciendo nada malo, además a ti que te importa lo que hagamos.

— Son unos degenerados, hay que darles una lección.

Tortuga me tiro un golpe directo a la cara, me aturdí y caí sentado, mi mejilla ardió de inmediato, pasé mi mano por mi labio por suerte no estaba sangrando.

— Con mi amigo no te metas — hablo Bosco el cual se veía muy molesto.

Se lanzó sobre tortuga dándole un golpe en el estómago, se tambaleó un poco, pero los otros dos chicos lo sujetaron de inmediato dejándolo sin oportunidad de defenderse.

— ¡Basta! ¡Suéltenlo! — Me levante para intentar ayudarlo, pero uno de los tipos me empujó de vuelta.

Tortuga golpeaba a Bosco en la cara y en el cuerpo, aunque el intentará forcejear no podía liberarse.

No sabía que hacer, eran más que nosotros y no podía pelear, nunca me había metido en peleas como mi hermano.

— ¡Aléjense de él! — Por suerte el guardaespaldas de Bosco llegó — ¡Largo! — Logro quitarle a los chicos y los tres huyeron como cobardes.

— ¿Están bien chicos? — pregunto Fobo mientras se acercaba a Bosco.

Bosco se levantó rápidamente ignorando al mayor, vi cómo me buscaba desesperado, en cuanto sus ojos se encontraron con los míos corrió hacia mí, se hincó y tomó mi cara delicadamente entre sus manos.

— ¿Estas bien? — pregunto, se escuchaba muy preocupado.

— ¿Como puedes estar preocupado por mí?, mírate. — Era verdad, él estaba más lastimado que yo.

— Esos malditos, te hicieron daño.

— ¡Bos! Basta de mí, vamos a casa a curarte.

Tome a Bosco del brazo y lo lleve adentro, afortunadamente no había nadie en casa.

— Nunca había curado golpes, ni siquiera de mi hermano y eso que a cada rato se metía en problemas.

— No te preocupes, no es necesario, estoy bien — dijo — déjame curarte a ti.

— Quédate quieto — Bosco seguía moviéndose cada vez que le pasaba el algodón con alcohol por la herida que tenía en la ceja derecha.

— Duele — se quejó, tenía una expresión de dolor. Tomó mi mano evitando que le siguiera limpiando la herida.

— Déjame verte — Bosco me hizo sentarme junto a él, con su pulgar acaricio suavemente mi mejilla derecha.

— Ouch.

— Te dije que me dejaras curarte.

— Tu estas más herido que yo.

— Ya no me duele tanto, gracias por el hielo y el alcohol.

— En realidad era carne congelada. — No pude evitar reír cuando vi la cara de disgusto de Bosco.

— Olvidando lo desagradable que suena eso, ayudo mucho con mis golpes, gracias, Pedro Pablo.

— Lamento que esto haya pasado.

— No fue culpa tuya, yo lamento no poder defenderte, me sentí muy inútil. — Bosco bajo la mirada.

— ¡Hey! Ni siquiera fue una pelea justa, esos tres se aprovecharon de nosotros dos.

— Yo debería protegerte, yo quiero protegerte — dijo — no sé porque, pero tenía mucho miedo de que algo te pasara.

— Gracias por defenderme Bos.

Bosco sujeto mi cara entre ambas manos, recorrió cada parte de ella con sus dedos suavemente.

— ¡Oh! Cuidado — hable tan bajo que apenas él podía escucharme, lo cual no era tan difícil debido a la inexistente distancia que nos separaba.

— Lo siento — respondió soltándome.

— Deja de disculparte.

— Voy a disculparme por una última vez.

Me tomo por la nuca acercándome a su rostro para besarme, Bosco me estaba besando. Fue tan rápido que me tomó desprevenido.

Me besaba tan dulce, tierno y delicado, como si temiera que fuera a romperme, con tanto amor que seguramente ninguno de los dos éramos conscientes de lo que hacíamos.

Duramos unos segundos y cuando me separe Bosco tenía los ojos cerrados, sus mejillas estaban enrojecidas y los labios más rojos y brillantes. Tan lindo.

— Lo siento — dijo una vez que abrió los ojos.

— Discúlpate otra vez.

Sin necesidad de explicárselo Bosco entendió a que me refería y sin dudar volvimos a besarnos.

— Me imagino que los labios rojos también son por los golpes.

Ambos estábamos tan felices que ni la presencia de Fobo nos quitaba la sonrisa de la cara.

Mejor a tu lado - BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora