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Al principio me sentía mal por ser diferente a los demás.

Desde que era más joven me di cuenta de esa diferencia, no tenía los mismos intereses que mis compañeros. Recuerdo esos momentos de confusión y soledad, cuando me di cuenta de que mis sentimientos y preferencias no coincidían con lo que se consideraba normal en mi entorno. Yo me sentía atraído por otros chicos, y en lugar de soñar con salir con una de mis compañeras de clase, me imaginaba tomándole la mano a uno de mis compañeros.

Este descubrimiento fue una etapa difícil para mí, la aceptación no llego de inmediato, fue una batalla interna con un cuestionamiento constante de por qué no podía ser como los demás. Me preguntaba si había algo malo en mi por no seguir el camino que se esperaba, y sentía que mis sentimientos eran incorrectos. Miraba a mi hermano y me preguntaba por qué no podía ser como el, tener novias y encajar en el mundo.

Tampoco podía hablarlo con alguien, no tenía ningún amigo de confianza, y la idea de contárselo a mi familia me daba terror. No tuve más remedio que investigar por mi cuenta, era tanta la culpa que tenía por sentirme así que esperaba estar equivocado, buscaba información en internet, veía videos en YouTube, hasta llegué a buscar test en internet. Pero cuanto más investigaba, más me daba cuenta de que mi orientación era una parte genuina de quién soy.

Tuve que guardar el secreto, por lo menos hasta ser más grande y libre, por eso deseo tanto empezar de cero en otro lugar, en este país todavía hay muchos baches para nosotros. Aun si me quedara, quiero hablar con mi familia, primero con mi mamá y con mi hermano. Aunque sé que cuento con ellos y me aman, siempre ha existido ese miedo y temor al rechazo, podría soportarlo de cualquier persona, pero no de ellos.

— ¿Por qué tan pensativo, Carnal? ¿Te hizo algo el Bosco? —. Salo me miraba con curiosidad. Ni siquiera me di cuenta de cuándo llego, por lo menos no estaba pensando en voz alta.

— No, para nada, él no me hizo nada — respondí, algo sorprendido por la pregunta, ¿Por qué pensaría eso?

— Si te pasa algo, sabes que puedes hablar conmigo.

— Lo sé, gracias —. Le sonreí con sinceridad.

— Bueno, venía a decirte que mi jefa quiere hablar contigo — dijo Salo ahora un poco serio, mientras indicaba la salida del cuarto con un gesto de la mano. No se me ocurría razón por la que quisiera hablar conmigo.

Seguí a Salo fuera del cuarto, al parecer no había nadie más en la casa que nosotros tres, mi hermano se sentó junto a mi mamá mientras yo me quede de pie frente a ellos.

— ¿Qué pasa? ¿De qué quieres hablar conmigo? — pregunté.

— Pepa, estuve pensando y creo que es mejor que no te vayas —. Mamá me miro con una mezcla de seriedad y tristeza.

— Pero mamá, ya habíamos hablado de esto. ¿Por qué este cambio tan repentino?

— ¿Es que por qué te quieres ir Pepa?, ¿Por qué quieres aceptar tu beca? Aquí esta tu familia, tu gente, nada te hace falta —. Su voz tenía un tono de súplica.

— Bueno yo pensé que ya lo habías aceptado, un día dices que sí y al otro no mamá — respondí, algo confundido y con un sentimiento de frustración al no entender por qué cambio de opinión en una decisión que ya estaba tomada.

— Pues si hijo, pero es que si te vas nos va a hacer mucha falta, solo nos tenemos a nosotros, no entiendo porque tienes tanta insistencia en irte tan lejos —. Podía sentir su preocupación y su dolor por el tono de su voz. Guarde silencio un momento mientras respiraba profundo para calmar mis nervios.

— Mamá, Salo, creo que merecen saber la verdad. Sí, en parte quería irme para crecer, pero es que hay otra cosa, no tiene caso seguir ocultándolo — dije con la con temblorosa, mirando el suelo mientras mis manos jugueteaban nerviosamente —. Quería irme para ser libre, porque pues aquí, aquí jamás podría ser feliz. Sería más fácil empezar desde cero en un lugar en donde nadie me conociera, tengo miedo a que no me acepten.

— Ey, ey, ey, a ver, a ver — mi mamá hablo rápidamente mientras me dejaba un lugar para que me sentara entre ella y Salo — Mijo, porque dices eso, soy tu mamá, porque te da miedo ser tú mismo conmigo chiquito —. Su rostro lleno de preocupación mientras apartaba mechones de cabello de mi frente dulcemente.

— Pepa te conozco desde que usabas tus pañales ¿cómo puedes decir que no te vamos a aceptar? No manches — añadió Salo con tono angustiado, su voz temblando ligeramente.

Ambos se juntaron para darme un abrazo, dándome mi momento para llorar y sacar todo lo que tenía guardado, mi corazón se hizo chiquito al sentir todo su cariño, pero al mismo tiempo me dio fuerzas para seguir hablando con ellos.

— Soy gay — solté de golpe, sintiendo una oleada de alivio al revelar mi verdad. Mis labios temblaron un poco al decirlo y mis ojos se llenaron de lágrimas mientras buscaba el apoyo en sus miradas.

Mi mama abrió los ojos con sorpresa, y su rostro mostro una breve mueca de dolor antes de transformarse en una expresión de ternura. Sus lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras me tomaba de la mano con suavidad.

— Mi niño lindo soy tu madre, y siempre te voy a querer así, así tal cual eres. Me duele mucho que no hayas tenido la confianza de decírmelo Pepa — habla de una manera tan dulce que no podía creer que hace unos minutos estaba aterrado.

— Simón Pepa, sabemos que has tenido una vida difícil, y pues no fui el mejor hermano, y estuvo bien duro para los dos que mi papá nos haya dejado.

— Ay, pero ustedes no tienen la culpa — respondí, tratando de tranquilizarlos, con los ojos llenos de lágrimas.

— Lo que quiere decir tu hermano es que pues, no nos detuvimos a observarte a escucharte a dejarte decir quién eres en realidad, perdón —. Su voz se quiebra con cada palabra que pronuncia y el corazón se me encoge al verla de esa amanera.

— Es que siempre te veías tan cool, tan chido, tan fresco, que, pues no me imagine que tuvieras tanto dolor guardado, gracias por compartirlo con nosotros — añadió Salo, colocando una mano reconfortante en mi hombro.

— Pepa mira en la vida hay caminos bien fáciles y otros pues muy enredados ¿no? Pero todos los tenemos que transitar y tu viviste este proceso sólito mi niño — dijo mi mamá —. Me duele mucho no haber estado ahí para acompañarte.

— Y yo no te podía dar tantos consejos, pero pues a lo mejor algo le sé, ¿no? Somos vatos, y neta, no manches, vivimos, o sea, dormimos en el mismo cuarto, ¿cómo no me iba a dar cuenta?, pues si no estoy ciego, nomás que pues no te quería forzar a hablar — dijo Salo sonriendo ligeramente, tratando de aliviar la tensión.

— Wow y yo que pensé que sería de gran tema — conteste soltando una risa nerviosa.

— Pepa no necesitas perderte para encontrarte, soy tu madre y en mi corazón siempre va a haber un lugar para ti.

— En el mío también, ahora entiendo lo de tu viaje, querías andar de loco ¿eh? — añadió Salo, con una sonrisa traviesa.

— Cállate — respondió mi mama riendo y dándole un empujón travieso a mi hermano.

— Pepa claro que quiero que aceptes tu beca mijo, claro que sí, solo que pues no en este momento, eres mi bebé y siempre vas a ser mi bebé y tú también ¿eh? — dijo mi mama, mirando a ambos con ternura.

— Yo por ustedes dos soy capaz de dar mi vida — añadió.

— ¿Que nos damos otro abrazo o nadota? — pregunto Salo.

— Pues yo creo que si — contesto mi mamá sonriendo ampliamente mientras los tres nos fundíamos en un abrazo lleno de amor y apoyo.

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⏰ Última actualización: Jul 11 ⏰

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