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— Cuando se termine de secar tu ropa te la entrego —. Era evidente que nuestra ropa terminaría sucia después de la pelea de hace un rato.

— Esta ropa que me prestaste me queda enorme, esta rara, ¿no es tu ropa o sí? — pregunto Bosco mientras estiraba los extremos la playera mostrándome lo grande que es.

— Era de un amigo — conteste dudando, no tenía por qué saber la verdad ¿no?

— Mmm ya — dijo con un tono no muy convencido.

— ¿Cómo te sientes del golpe, duele mucho?

— Solo un poco no te preocupes.

— Déjame verte — Bosco se acercó demasiado a mi — Uy si esta feo —. Continúo examinándome mientras dejaba caricias en el hematoma que se formó.

— Voy a cerrar los ojos y hacer de cuenta que no vi nada —. Ambos volteamos en dirección a la puerta donde vimos a mi hermano recién llegando.

— ¿De qué hablas Salo? — pregunté.

— Bueno, yo no soy quién para juzgar, pero tampoco anden de cariñosos aquí en la entrada —. Salo señaló la evidente cercanía que teníamos, Bosco se separó de mí.

— A ver, no estamos haciendo nada, Bosco solo quería ver el golpe que me dieron.

— No manches ¿pues que les pasó?

— Fue tortuga — respondí.

— Voy a tener que hacer una sopa de tortuga, porque nadie se mete con mi carnal y su... ¿neta ustedes dos solos son amigos? —. Puse los ojos en blanco por su pregunta, claro que somos amigos, creo.

— Que si — dije —. Además, no quiero que lo golpees, ya tenemos muchas broncas Salomón.

— Ay si carnal, pero ve como vienen.

No quisiera que Salo se enterará de la razón por la que nos golpearon, me haría muchas preguntas si sabe que lo hizo para molestarme porque es verdad.

— Bosco, ¿qué haces aquí? ¿qué les pasó? — pregunto mi tía Paz quien venía llegando junto con su hija, mi abuela y mi mamá.

— Voy a creer que viniste hasta el barrio a moquetearte a mi hijo —. Mi jefa señaló a Bosco acusándolo.

— Él no me pegó, fue un accidente en bici.

— Yo le cure muchos golpes a tu hermano, no creas que me voy a creer ese cuentecito — contraataco ella.

— Eso fue lo que pasó, de verdad — hablo Salo intentando ayudarnos, lo cual agradecía.

— Además estamos bien, Bosco se va a quedar a dormir, mejor ya nos vamos a descansar.

Tome a Bosco del antebrazo tirando de él para llevarlo a mi habitación.

— No tenías que mentirle a tu familia —. Bos tomó asiento junto a mí en la cama.

— Solo no quiero ser un problema más, no pasó nada grave, no te preocupes demasiado.

— No quisiera irme y saber que puede volver a pasar algo así otra vez.

— Te prometo que voy a cuidarme, nada malo me va a pasar.

— Aun así, no estaré tranquilo, pero bueno sé que puedes cuidarte solo.

— Mejor ya vámonos a dormir, debes descansar —. Me levante de la cama para cambiarme a la otra y que Bosco pudiera dormir en esta.

— Ya te dije que no me duele tanto, pero está bien, ¿cómo vamos a dormir?

— Puedes dormir en mi cama sin bronca, Salo va a dormir en la sala y yo voy a dormir en su cama — dije —. Por cierto, ya te cambié las sábanas.

— Gracias, también por la ropa que me prestas, va a sonar raro, pero no me siento seguro en mi casa, no sabiendo que Giovanna puede llegar en cualquier momento.

— Y aquí ¿te sientes tranquilo? —. Bosco me miro mientras asentía con la cabeza.

— ¿Sigues pensando en irte de México?

— Pues sí, la neta hay tantas cosas que puedo hacer allá afuera — conteste, animado —. No sé, incluso me entusiasma la idea de vivir más libre.

— Quien fuera tú, yo siento que mi vida está cada vez más destruida — se sincera y hace una mueca.

— Ya te dije que yo estoy aquí, para ayudarte y apoyarte — Sonrió mostrando los dientes y su expresión de disgusto cambia una más calmada.

— Pues sí, pero para eso tendrías que quedarte, porque si tomas la beca muchísima gente te va a extrañar incluyéndome a mi —. Abrí los ojos sobremanera y me quedé paralizado unos segundos.

— ¿De qué son estas sábanas? —. Bosco tenía una mueca de desagrado mientras analizaba la sábana verde.

— ¿Qué?, ¿no te gustan?

— Creo que son de puro poliéster y me está dando toques.

— Ay no, ¿en serio?

— Si mira —. Bosco se levantó de su respectiva cama, me mostró su brazo para que viera la "electricidad" que le causó la sábana según él.

— Ay no, pues perdón su alteza, a lo mejor usted duerme en pura sabana de satín.

— No no no a ver, duermo con pura sabana de 400 hilos ¿Por qué crees que me veo tan bien?

— Ay no bueno, te dan cuerda y te sigues — dije —. Bueno si quieres cambiamos de cama

— Déjame probar la tuya —. Antes de que pudiera salir de la cama Bosco se metió en las sábanas conmigo.

— No está tan mal — comenta mientras acercaba su cuerpo más al mío.

— Son las mismas sábanas.

— Algo tiene esta cama que se siente mejor.

— Si lo que querías era dormir conmigo lo hubieras dicho — menciono con diversión.

— Claro que no es eso, es que, hace frío — concluye.

— Aja, hagamos como que te creo.

— Pedro Pablo, actuaste medio raro cuando te pregunte de quien era la playera que me diste — dijo —. ¿De verdad era de un amigo?

— ¿Por qué preguntas eso?

— Solo es curiosidad, ¿ese amigo era solo un amigo o...? — pregunto dejando la última oración incompleta, aunque creo saber a qué se refiere.

— Tal vez era más que un amigo — conteste intentando sonar desinteresado, pero Bosco no parecía querer dejar el tema.

— Y él ¿te gustaba? — curiosea, elevando una de sus cejas.

— Dijiste que solo era curiosidad.

— Solo contesta.

— Me gusto un tiempo, pero no era recíproco — suelto, tenso —. No tuvimos ninguna clase de relación.

— Ya.

— Vamos a dormir.

Nos quedamos callados unos segundos que parecen horas, puedo notar que no está dormido, pero tampoco emite sonido alguno, siento su cuerpo rozar el mío, su mano derecha casi tocando la mía, percibo su calor corporal, pero es agradable.

— Me siento raro estando aquí, pero al mismo tiempo se siente como en casa — comenta Bosco después de un rato, mis ojos habían comenzado a cerrarse, pero de inmediato le pongo atención.

— A mí se me hace tan raro tenerte aquí, nunca lo hubiera imaginado — agrego sin dejar de sentirme avergonzado.

— Ni yo, todo es tan diferente en nuestras casas, nosotros somos tan distintos —. Se gira un poco hacia mí con dificultad, era evidente que no cabemos en la misma cama.

— Pero al mismo tiempo, esa diferencia es la que nos hace conectar ¿no crees? — Él sonríe y lo miro.

— Lo creo, completamente —. Mis ojos no pueden apartarse de los suyos, sobre todo cuando me mira de esa manera.

Mejor a tu lado - BospaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora