4. Mudo

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-Así que... Magia, eh? -pregunta el oso, mirando de reojo cómo el castaño se acomoda lentamente en el pasto y asiente, sonrojado-. No sabía que vos eras el mago de cumpleaños del que tanto hablaban la primera semana.

Juan lo mira, sonriendo tímidamente.

-Pensaban que ibas a salvarnos a todos con algún hechizo -agrega, sin esperar respuesta del colombiano-. ¿Cómo funciona?, ¿es algún tipo de don o algo así?

El más bajito ladea la cabeza de un lado a otro como un "más o menos".

Pasan la tarde mirando el cielo, todo se encuentra bastante tranquilo, Shadoune regresa con comida, Quackity y Missa cocinan la cena cuando llega el anochecer.

-¡Ya está listo, vengan a cenar!

Todos se sientan, Juan duda un momento a lo que Missa le sonríe y se levanta.

-Preparé una papilla para ti, si quieres puedo ponerle más agua para que sea más fácil tragar, espero que te guste.

Juan le sonríe en agradecimiento y se sienta, removiendo la comida molida con la cuchara, Quackity le da un manazo en la mano.

-No se juega con la comida cabrón.

Missa y Rubius sueltan una carcajada, Shadoune y Juan sonríen levemente.

A Spreen no parece haberle hecho mucha gracia, pero continúa comiendo, echándole miraditas de vez en cuando a Juan, que no ha tocado la comida.

Después de unos minutos se lleva un bocado a la boca, saboreando la papilla en su paladar, alargando la acción más de lo debido.

Cuando traga, hace una mueca de dolor y suelta la cuchara de golpe, cerrando sus puños con fuerza.

-¿Juan?

Cuando abre los ojos ya nadie está comiendo, lo miran atentos, Spreen parece molesto por alguna razón.

Quackity que se encuentra a su lado, soba su espalda de arriba a abajo, Missa le acerca un vaso de agua.

Juan levanta el pulgar y todos parecen tranquilizarse, continúan comiendo.

-¿Está bien así o le pongo más agua? -insiste Missa a lo que el castaño asiente, al final la pasta se convirtió en una sopa algo desagradable a la vista, pero mucho más sencilla de tragar.

***

-Parece que está sanando bien, no está inflamado y el color se ve normal, abre la boca -indica Missa, acercando una linterna pequeña a su garganta-. Mhm...

-¿Y? ¿Cómo está? -pregunta Spreen, impaciente.

-No parece haber laceraciones internas, pero hay irritación. ¿Puedes tragar saliva? -Juan acata la orden, haciendo una mueca de dolor que Missa ya se esperaba-. Sí, en efecto. La garganta sigue irritada, por eso le duele al pasar saliva o comida. Juan... ¿Puedes... Puedes intentar hablar?

Juan lo mira nervioso, abre la boca e intenta emitir sonidos, pero solo logra lastimar su garganta así que se detiene.
Missa tuerce la boca, concentrado en seguir analizando su cuello, buscando inflamaciones o alguna otra señal de alerta.

-Tranqui gafotas, ya volveremos a escuchar tu odiosa voz -bromea Spreen, aligerando el ambiente y sacándole una sonrisa al castaño.

-Si hay alguna molesta me dices, ¿va? Bien, entonces ya puedes levantarte Juan.

El colombiano busca la libreta que Quackity le había prestado y comienza a escribir bajo la mirada del mexicano y el argentino.

»Debo irme a casa, gracias por todo«

-No.

-Spreen, tal vez no es mala idea, sería bueno que descansara en su refugio, no en la casa de unos desconocidos, debe extrañar su hogar, además...

-Dije que no -Se cruza de brazos, completamente serio-. Y no somos ningunos desconocidos.

Juan se apresura a escribir »mis mascotas«

-Zorman se está encargando.

-Spreen, sería bueno para su recuperación que descanse en su casa, en su propia cama -insiste Missa, tanteando el terreno.

-No sabemos si Marki sigue intentando vengarse, así que no. No pienso... -se interrumpe a sí mismo, buscando las palabras adecuadas para no decir de más-. No podemos exponerlo, ¿entendés?

El mexicano asiente sin decir nada más, comprendiendo la preocupación del oso, Juan no parece muy de acuerdo, pero no insiste todavía.

-Podés quedarte en mi cama hasta que te sientas mejor.

Sin más, sale de la casa azotando la puerta.

***


Juan jala la sábana para taparse, se acurruca en la suave almohada con aroma al híbrido.

El cansancio y el sueño lo invaden, pero la preocupación por saber dónde se encontrará el oso lo mantienen despierto.

Se remueve inquieto, no le agrada dormir boca arriba pero debido a sus heridas es la mejor posición.

Escucha la puerta abrirse y voltea discretamente, sin querer parecer tan ansioso. Está muy oscuro pero no hace falta iluminación para saber que esos pasos pesados pertenecen al argentino.

¿Dónde se habrá metido todas esas horas?

—Sé que estás despierto.

El castaño pega un saltito, avergonzado de haber sido sorprendido espiandolo.
Siente el lado izquierdo del colchón hundirse ante el peso del pelinegro, huele a madera y humo.

Lo escucha quitarse los zapatos y bajar la cremallera de su pantalón.
Espera, ¿qué?

Gira el cuello para reiterar lo que parece haber oído, mala idea.
Las suturas se estiran, mandando oleadas de dolor hasta sus hombros y cabeza, no puede evitar un quejido que capta la atención del recién llegado.

Sin embargo y para sorpresa de Juan, no dice nada. Lo mira unos segundos que para el colombiano pasan como horas, tensa la mandíbula y con una exhalación se recuesta del otro lado de la cama, dándose la vuelta para darle la espalda.

Juan traga saliva, nervioso y confundido al mismo tiempo.

¿Por qué se comportó así?
¿Estará molesto?
La mente del colombiano divaga en mil pensamientos y escenarios, descansando por fin cuando al cabo de unos minutos cae en un sueño profundo.


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Capitulo cortito.
Disculpen la demora, me quedé sin inspiración.

El chico del pantano | Spruan | Mc Extremo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora