CAPITULO 1 🫀

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LUCIFER

8 de noviembre del 2016


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Tiro al piso el cigarrillo y con la bota de combate lo apago, subo los dos escalones de la entrada y tomo el pomo de las grandes puertas blancas de madera, entro a casa después de salir del comando, estoy cansado, fastidiado y enojado.

Hoy practique batalla aérea y es de lo más estresante cuando no soy yo quien lleva el mando. Me toco ser el acople del irresponsable de Abel, y en menos de nada nos pusieron en la mira.

De castigo nuestro coronel Voinescu, nos dio 5 horas de entrenamiento físico, mañana que tenga más fuerza voy a matar a Abel por incompetente y por inútil.

Nunca me habían puesto en la mira en una práctica al aire. De todos los pilotos yo siempre he sido lo mejor de lo mejor, incluso supere al general y mi padre, Hernán, y por mucho a decir verdad.

No veo a nadie en el vestíbulo y subo los escalones cubiertos por la gran alfombra azul plomo de dos en dos, tomando el ala izquierda de las mismas y de la casa, atravieso el pasillo que conduce a mi habitación y entro cerrando detrás de mí.

Por el teléfono pido mi comida a la cocina y me siento en la cama para quitarme las botas en lo que me dicen que me servirán, cuelgo y me saco la playera por encima de la cabeza y en lo que la suben entro a darme una ducha con agua tibia para que me relaje los músculos.

Elevo el rostro y dejo que el agua lo empape mientras disfruto del contacto con ojos cerrado, tomo mi jabón y esparzo la espuma por entre mis cabellos y el cuerpo entero.

La necesitaba demasiado.

Al salir de la ducha coloco la crema en el cuerpo y roció el desodorante.

Salgo con la toalla en la cadera cuando una empleada va entrando con mi bandeja, la deja en el pequeño comedor y me mira mientras yo me seco el cabello con una toalla, esta va bajando su mirada de mi rostro a mi cuerpo recorre los tatuajes del pecho, los abdominales, llega a la V que se pierde en la toalla y finaliza en mi entrepierna, y solo me quedo ahí quieto inflando el pecho, esperando a que termine de admirarme.

Es joven unos veintitantos creo. Ella nota lo que está creciendo poco a poco debajo de la tela y se relame los labios seximente.

- ¿Quieres tocar? -Le pregunto a la chica en mi habitación, ella vuelve la mirada a mis ojos con las mejillas sonrojadas.

-Lo siento joven, no, yo, lo lamento.

Se queda callada cuando arrojo la toalla con la que me secaba el cabello y doy pasos hacia ella.

-Si quieres también la puedes probar -Mi voz la desestabiliza, meto el dedo pulgar en el borde de la toalla que me cubre de la cadera hacia abajo.

La veo temblar y morderse los labios, me quito la toalla de la cintura para que vea lo que se va a comer, abre los ojos y le sonrió de lado con la malicia que me caracteriza en el rostro, cosa que provoca que su cara se acalore.

-De rodillas -Demando y envuelta en el trance de mí mirada obedece sin más, masajeo mi entrepierna y cuando la tiene a centímetros la sacudo y me sobo los huevos.

-Abre.

Lo hace y la toma con su mano, no alcanza a cerrarla y traga saliva con lo que tiene enfrente y la estudia determinadamente, le da una lambida a la gota que apenas salió y la saborea como si fuera lo mejor del mundo, sigue pasando su lengua por toda la cabeza y luego por la venas que se marcan en mi miembro, se la mete de un tirón y la tomo con suavidad de la mandíbula para ver que tanto tienen que abrir la boca y la garganta, sus lambidas son suaves y sus chupadas terminan por desesperarme, la tomo del cabello con fuerza y comienzo a follarle la boca como me gusta, duro, rápido y con vehemencia, veo sus lágrimas bajar y antes de que llegue mi semen se la saco de la boca y los dejo caer en su pecho, manchando su piel y el vestido, toma aire y se limpia la comisura de la boca.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora