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BY TOM

Esa tarde bebí tanto que tengo lagunas en mis recuerdos en el camino a casa. Lo que recuerdo es todo lo que paso durante mi estancia en ese lugar. Estaba más inquieto qué de costumbre, se le notaba que quería decirme algo, pero ese no era mi problema.

En la mesa de centro se acumularon las latas de cerveza, las botellas de vodka barato y de todos los imbéciles presentes, probablemente yo era el más borracho de todos.

Así que muchas energías para discutir con él, no tenía. Se notaba que algo quería decir, preguntarle no es mi obligación.

–¿Quién es él en realidad y que haces viviendo con él? – Por fin me reclamo.

Me habló con un tono más agresivo de lo que estaba esperando. Desde que comencé a darle "privilegios" no había parado en insistir con ese tema, no pude evitar poner los ojos en blanco.

¿Tanto solo para hablarme de Billy? Pareciera que piensa en él más que yo.

–No te importa. – Respondí seco.

Deje en segundo plano las ofensas y quejas, no pensaba discutir o en si seguirla el juego. Mucho menos después de haber tomado de más, pero al parecer el pequeño Andreas no entendía lo que significaba "No".

Insistía en indagar en mi vida y en la vida de Billy.

Y eso no pensaba permitirle.

Para este punto ya me sentía totalmente arrepentido de haberme dejado convencer por su carita de niño bueno, que de bueno no tiene nada, es más bien una puta. Me arrepentía por dejarme llevar por esa linda sumisión y, por sobre todo, dejarme llevar por ese pelo negro.

Sabía que jamás me hubiera fijado en el si hubiera seguido con su rubio natural y su corte masculino. Yo lo sabía y él lo sabía.

Los parloteos de Andreas se volvieron un murmullo en mi mente borrosa por el alcohol. Trataba de recordar en que momento le di permiso a ese marica de creerse tanto.

Su presencia en mi casa, en mi vida se había vuelto una piedra en el zapato. Por mi mente nunca se me ocurrió que fuera así de molesto. El pequeño encanto que veía ya se comenzaba a desvanecer, y ahora mismo seguía dándole lo que quería porque no tenía a quién de verdad quería.

Así que debía conformarme con cualquier mierda que se pareciera, aunque sea mínimo, a él.

–¡Tom Trümper! – Grito Andreas sacándome de mis pensamientos. – ¿No me vas a responder?, ¿Eres tan poco hombre para darme la cara?

Después de mucho rato me digne a mirarlo, tenía la cara roja ya sea por la furia o por el alcohol. Esto fue lo que me colmo, todos nos veían.

Se había armado un espectáculo, como si fuera hecho para ellos.

Me acerque un poco a Andreas para hablarle sin que nadie más se enterara de lo que decía.

–Vamos a otro lugar a hablar de esto. – No iba a permitir volverme el entretenimiento de alguien más.

Me puse de pie en seco y de forma brusca, la ira estaba en ebullición y sentía que ya no podría dejarlo pasar. Pasamos a un cuarto de invitados y lo senté en la cama.

A penas se sentó le lance una cachetada con el dorso de la mano.

–¿Te dolió? – Pregunte, Andreas no me miraba, se quedó estático tocando su mejilla. – Parece que aún no lo has entendido. No tienes el derecho de meterte en mi vida.

El bulto de pelo negro teñido se levanto. Sus ojos estaban llorosos con una mirada de resentimiento, quizá contra mi o contra Billy.

–¿Me vas a venir a hablar de derechos? – La voz herida se notaba. – Tú, quien pasa sobre todos sin importarle nada.

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