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La Ciudad de la Luz, se despertaba con la suavidad dorada del sol matutino, que acariciaba los edificios históricos con una calidez acogedora y resaltaba los detalles ornamentales de sus fachadas con un brillo especial. Las calles empedradas, pulidas por siglos de historia y cultura, brillaban bajo la luz del día, reflejando el paso tranquilo de los parisinos y los turistas que llenaban las aceras con un murmullo animado y cosmopolita.

Los icónicos bulevares se extendían con elegancia, flanqueados por altos edificios de piedra gris con balcones adornados con enredaderas y flores coloridas que daban un toque de vida y frescura a la escena urbana. Los cafés y bistrós, con sus mesas de hierro forjado dispuestas estratégicamente en las aceras, invitaban a los transeúntes a detenerse y disfrutar de un café aromático mientras observaban el ir y venir de la vida parisina.

Los parques y jardines eran oasis verdes en medio de la ciudad bulliciosa, donde los árboles centenarios ofrecían sombra fresca y los senderos empedrados invitaban a pasear tranquilamente. El Gran Jardín desplegaba su belleza con parterres de flores perfectamente cuidados y estanques donde los barcos de juguete navegaban en aguas tranquilas, mientras que el Jardín de las Tullerías ofrecía vistas impresionantes de la Torre Eiffel a lo lejos.

El Sena, el río que serpentea a través de París, añadía un toque de serenidad a la escena urbana. Los puentes históricos, adornados con farolas de hierro forjado y esculturas elegantes, conectaban los barrios y ofrecían vistas panorámicas de la ciudad y sus monumentos icónicos. Desde el Pont Neuf hasta el Pont Alexandre III, cada puente era una obra maestra arquitectónica que contaba historias de amor, arte y historia a lo largo de los siglos.

Los edificios emblemáticos de París, como la majestuosa Catedral de Notre-Dame con sus gárgolas vigilantes y la imponente Arco del Triunfo en la bulliciosa Place de l'Étoile, se alzaban como testigos silenciosos de la grandeza y la historia de la ciudad. Los museos y galerías de arte, como el Louvre con su pirámide de vidrio brillante y el Musée d'Orsay en una antigua estación de tren, ofrecían tesoros culturales que atraían a visitantes de todo el mundo.

( . . . )

⎯⎯ ¿Aún deseas querer leer lo que hay escrito arriba de tu partitura? ⎯⎯ preguntó el profesor, su voz resonando suavemente en la sala de música.

⎯⎯ Désire. ⎯⎯ mencionó el infante de nombre Patricio, con un tono que denotaba una mezcla de incertidumbre y obediencia.

El profesor subrayó la respuesta golpeando el teclado con el lápiz, un sonido seco que resonó en la silenciosa sala. Patricio permaneció inmóvil, la cabeza girada hacia su partitura, sus ojos fijos en las notas que parecían danzar frente a él.

⎯⎯ ¿Y qué quiere decir Désire? Una partitura clásica de la época, digna solo para los que tienen el valor a tocarla sin necesidad de dueto de las sinfónicas. ⎯⎯ El profesor hizo una pausa, esperando una respuesta que sabía no llegaría fácilmente.

⎯⎯ No lo sé, señor. ⎯⎯ admitió el niño, su voz apenas un susurro.

Un hombre, sentado a tres metros de allí, suspiró con molestia. Era su padre, Sergio, cuya paciencia parecía haberse agotado hacía tiempo.

⎯⎯ ¿Estás seguro de no saber qué quiere decir, pequeño? ⎯⎯ insistió el profesor, su voz cargada de una mezcla de frustración y expectativa.

El niño no respondió, claramente incómodo bajo la mirada inquisitiva del profesor. Este último dio un grito ahogado de impotencia, golpeando de nuevo el teclado con el lápiz. Ni una pestaña del niño se movió. El profesor se giró, sus ojos encontrándose con los de Sergio.

𝚇𝚅 ࣪い. 𝕯𝒆́𝒔𝒊𝒓𝒆 ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora