𝚇𝚅 ࣪い. 𝕯𝒆́𝒔𝒊𝒓𝒆 ❜

≀ ⎯⎯ ⨾ 𝟎𝟓

,, ( ̱͞ ִ 㡜 𝐋 ' 𝖴𝖷𝖴𝖱𝖸 )

ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ. ❜ ╱ ㅤ𐫞𐫗ᰭ

( . . . )

— Dentro de un cuarto de hora, se acabará la jornada de trabajo, y usted volverá a su casa poco después. Disponemos realmente de muy poco tiempo. Creo que no tiene ninguna importancia que ese haya esté allí o no. En su lugar, lo dejaría crecer, con su sombra cada año espesándose sobre los muros de esa habitación que dicen que es la suya, me pareció entender, por error. — Dijo el rubio, con una voz calmada pero firme.

— Pero, a veces, su sombra es como tinta negra. — Protestó suavemente Sergio, apoyándose con toda la espalda en la silla. El movimiento fue entero, algo vulgar, desviando la vista del rubio, como si intentara escapar de una verdad incómoda.

— No importa, creo. — Respondió el rubio, encogiéndose de hombros.

El rubio tendió un vaso de vino, riendo con una risa ligera, casi despreocupada.

— Aquella mujer se había convertido en una borracha. Se le veía por la noche en los bares al otro lado del arsenal, como una cuba. La insultaban mucho. — Dijo el rubio, con una mezcla de indiferencia y algo de lástima.

Sergio fingió un asombro exagerado, sus cejas levantándose y su boca formando una "O" perfecta.

— Me lo temía, pero no hasta ese punto. Quién sabe si en su caso no fuera necesario. — Dijo Sergio, con un tono que intentaba ser despreocupado pero que no lograba ocultar del todo su inquietud.

— Sé tan poco de usted. Hábleme. — Dijo el rubio, inclinándose un poco más hacia adelante, sus ojos fijándose en los de Sergio con una intensidad que casi le quemaba.

— Sí. — Pareció Sergio remontarse lejos, su mirada perdida en algún punto distante. — A veces también, el sábado, uno o dos borrachos pasan por el Boulevard de la Mer. Cantan muy fuerte y hacen discursos, van hasta las dunas, al último farol y vuelven. Cantan siempre y en general, pasan tarde cuando todo el mundo duerme ya. Se evaden valientemente a esa parte de la ciudad tan desierta.

El rubio asintió, sus ojos brillando con una comprensión silenciosa.

— Usted ya está acostado en esa gran habitación muy tranquila, los oye. Reina en ese cuarto un desorden fortuito que no le es propio. Usted estaba acostado allí, lo estaba. — Dijo el rubio, sus palabras flotando en el aire entre ellos, llenas de una extraña certeza.

Sergio se retrajo, su cuerpo encogiéndose como si intentara hacerse más pequeño. Como a veces acostumbraba a hacer, se entregó a la languidez. Su voz lo abandonó, y sus manos empezaron a temblar ligeramente, reflejando la tormenta interna que no podía expresar con palabras.

El rubio observó el temblor en las manos de Sergio y, sin decir nada, extendió su propia mano, cubriendo las de Sergio con una calidez inesperada. Sergio movió sus manos con rapidez ante el tacto.

— Van a prolongar ese boulevard más allá de las dunas. — Dijo Sergio, su voz temblando ligeramente. — Hablan de un nuevo proyecto.

— Usted estaba acostado allí. Nadie lo sabía. Dentro de diez minutos acabarán de trabajar. — Respondió el rubio, con una mirada fija que parecía atravesar a Sergio.