≀ ⎯⎯ ⨾ 𝟎𝟑

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El crepúsculo envolvía el café mientras Sergio y el hombre rubio de ojos azules se encontraban inmersos en su conversación. El ruido distante de hombres en el puerto y el murmullo de la radio de fondo creaban una atmósfera melancólica y contemplativa en el local. Sergio, con el rostro sonrojado por la ebriedad y la belleza del extraño, se esforzaba por mantener la compostura.

— ¿Hace mucho tiempo que le pasea? — Mencionó el hombre sonriéndole, sus ojos azules brillando como diamantes en la penumbra del café.

Sergio se sintió turbado por la intensidad de la mirada del hombre. — Quiero decir, ¿Hace mucho tiempo que le pasea por las plazas y la orilla del mar? — Rectificó el hombre, observando la reacción de Sergio con curiosidad.

Sergio soltó un leve gemido, su sonrisa desapareciendo y siendo reemplazada por una mueca que revelaba su rostro sonrojado y perturbado por la presencia y las palabras del hombre.

— No habría debido beber tanto vino. — Murmuró para sí mismo, tratando de mantener la claridad mental mientras el ambiente del café se llenaba con el sonido de una sirena anunciando el final del turno de trabajo para el sábado. La radio, insoportable, se elevó en volumen después de la sirena.

— Ya son las seis. — Anunció la dueña del café, bajando el volumen de la radio y comenzando a preparar la barra con hileras de vasos.

Sergio permaneció largo tiempo en silencio, estupefacto, mirando el muelle como si estuviera perdido en sus pensamientos. Cuando un grupo de hombres ruidosos entró al café, su hijo Patricio se abrió paso entre ellos para llegar hasta su padre, quien lo atrajo hacia sí en un movimiento mecánico pero acogedor.

— Usted es el señor Davidson, el esposo de Lewis Hamilton Davidson, el director de 'L'Étoile Brillante' y de las fundaciones de la costa. Vive en el Boulevard de la Mer. — Afirmó el hombre rubio, añadiendo un detalle que desconcertó a Sergio por la familiaridad con la que hablaba.

Otra sirena sonó al otro extremo del muelle cuando llegó un remolcador, interrumpiendo momentáneamente la conversación. Patricio, liberándose de la mano de su padre de manera brusca, corrió hacia el otro lado del café donde jugaba solo, ajeno a la conversación de los adultos.

— Sí, estudia piano. Tiene buena disposición, pero muy poca voluntad, tengo que reconocerlo. — Dijo Sergio, dando paso a los nuevos clientes que llenaban el café.

El hombre se acercó un poco más a Sergio, hablando en un tono más íntimo mientras la luz del sol se reflejaba sobre el mar y el cielo anaranjado del atardecer. "Para mí, son un gran placer esas clases de piano," admitió, mirando a Sergio como si pudiera ver a través de sus pensamientos.

Patricio, bajo el crepúsculo del atardecer, regresó una vez más al lado de su padre, observando con curiosidad a los clientes del café. El hombre rubio señaló con un gesto hacia fuera, atrayendo la atención de Sergio hacia el puerto y el paisaje urbano.

𝚇𝚅 ࣪い. 𝕯𝒆́𝒔𝒊𝒓𝒆 ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora