Capítulo 13

291 25 9
                                    

POV.CHRISTIAN.

El vacío en mi pecho se dilata como un abismo insondable, creciendo con cada latido que me arrastra hacia la desolación. Anastasia. Su nombre atraviesa mi mente como una navaja afilada, desgarrando mis recuerdos, atormentándome con su eco persistente.

Miro por la ventanilla del auto, pero mi mirada se pierde en un paisaje de sombras grises, un reflejo perfecto de mi alma. Reynolds conduce con un silencio sepulcral, mientras Alex me observa cautelosamente a través del espejo retrovisor, su preocupación flotando en el aire como un fantasma intangible. Puedo sentir su inquietud, pero ya nada me alcanza, nada penetra esta coraza de dolor que me envuelve.

Cierro los ojos y solo veo su rostro: confundido, herido, traicionado. El hospital, ese lugar de paredes blancas que fue testigo de mi cobardía más profunda. Me marché sin una palabra, sin un adiós, delegando en Reynolds y Alex la misión de llevarla a su nuevo destino. Un acto de pura cobardía que me consume desde dentro.

El peso de mis decisiones me aplasta, me ahoga en un mar de remordimientos. ¿Cómo pude ser tan destructivamente estúpido? Tenía todo: Anastasia y Teddy, mi universo completo reducido a dos seres que representaban mi única verdadera felicidad. Y lo destruí, lo arrojé al vacío por un miedo mezquino, por el terror de no poder protegerla de las sombras que acechan mi existencia.

Grey Enterprises me recibe como un extraño. Andrea, con su profesionalismo imperturbable, me ofrece un café que acepto con un movimiento mecánico. Mis pasos me conducen a mi oficina, pero me siento como un intruso en mi propio reino. Me desplomo en la silla, mi mente un torbellino de culpa y destrucción.

El teléfono me tienta, susurra la posibilidad de una llamada, de una explicación. Pero ¿con qué derecho? Le he fallado en cada dimensión posible. El arrepentimiento me corroe, un ácido implacable que disuelve cada certeza, cada ilusión que alguna vez me sostuve.

La ironía me atraviesa como un rayo: en mi obsesión por protegerla, le he infligido el más profundo de los dolores. A ella, a Teddy, a mí mismo. Estoy atrapado en una prisión fabricada por mis propias manos, y la única llave la posee ella: Anastasia, mi luz en la oscuridad, a quien he abandonado en la más absoluta penumbra.

¿Cómo continuar? ¿Cómo respirar sabiendo que he destruido lo más precioso? El futuro se extiende ante mí como un desierto árido, desolado. Ya no soy Christian Grey, el magnate imparable. Soy solo un hombre roto, consumido por la añoranza y el terror de lo que vendrá.

La culpa me devora, y comprendo que merezco cada instante de este tormento. Fui yo quien eligió este camino, quien en su arrogancia creyó poder decidir por todos, apartándola sin una explicación, convencido de que así la mantendría a salvo.

Ahora, sentado en este imperio de papel, comprendo mi verdad más desnuda: sin ellos, sin su amor, no soy nada. Solo un fantasma errante, deseando poder retroceder en el tiempo, deshacer el error que me ha costado todo.

Anastasia y Teddy.

Mi universo.

Mi respiración.

Mi perdición.

Un suspiro que parece contener toda la tristeza del mundo.

La puerta de mi oficina se abre de golpe, y ahí está Elliot, con esa sonrisa despreocupada que hoy me irrita tanto. Siento que la cabeza me va a estallar, y su presencia solo empeora las cosas.

—Hermano, creí que no vendrías hoy —dice, plantado frente a mí como si fuera dueño del lugar.

Aprieto los puños bajo el escritorio, conteniendo la rabia que amenaza con escapar. "Respira, Christian", me digo a mí mismo.

El amor en mis términos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora