POV.ANASTASIA.
—¡Limpia ese auto impecablemente!
La voz resonó como un látigo cortante.
El ruido exterior se filtraba, molesto, atravesando las paredes. El sol se deslizaba suavemente por la ventana, anunciando el amanecer. Su calor tibio acariciaba mi rostro, un contraste hiriente con la tensión que me envolvía. Ah, el agotamiento me consumía.
Perezosamente, entreabrí los ojos y miré el reloj en la pared. Las seis en punto. Exactamente. Un momento preciso que parecía suspendido entre la realidad y la pesadilla. Me cubrí el rostro, intentando ahogar un suspiro. Perverso... Un sueño terrorífico me había robado las horas de descanso, dejándome exhausta y vulnerable.
De pronto, algo hizo clic en mi mente. ¿Sueño? No. La realidad me golpeó con la fuerza de un puñetazo. Me incorporé bruscamente, sintiendo la inmensidad de la cama, de la habitación. Todo era demasiado grande, demasiado extraño, como si hubiera caído en el país de las maravillas, pero uno mucho más oscuro.
Una presencia cálida me acompañaba: Teddy, profundamente dormido a mi lado, ajeno a mi desconcierto. Su respiración tranquila era lo único familiar en este ambiente extraño.
Unos golpes suaves interrumpieron mi turbación.
—Joven maestro, es hora de despertar —una voz respetuosa atravesó la puerta.
La puerta se abrió con suavidad estudiada. Taylor, el hombre de corte militar entró con movimientos precisos. Su presencia era una mezcla de disciplina y servidumbre que me ponía los nervios de punta.
—Buenos días —murmuré, las palabras atrapadas en un nudo de angustia.
—Lamento si la he despertado —respondió él, inclinándose ligeramente.
—No, tranquilo, ya estaba despierta. Ah, entonces... —mis palabras se tropezaron entre sí.
—Puede llamarme Taylor —intervino con tono formal, extendiendo un conjunto de ropa—. No sé si es de su tamaño y agrado en referente al modelo.
—Gracias, no hay problema —respondí, la confusión tiñendo mi voz.
—Por favor, procure usar siempre este color de ropa —indicó, mientras me entregaba una blusa blanca inmaculada y un pantalón negro, complementados con unos zapatos elegantes. La formalidad era una armadura en este mundo desconocido.
—Sí —asentí, sorprendida ante la elegancia de las prendas.
—Mamá —la voz adormilada de Teddy rompió el momento protocolario.
—Ah, Teddy, ¿dormiste bien? —acaricié su mejilla con ternura maternal. Sus ojos brillaron, su mirada se dulcificó como miel líquida—. Buenos días —sonreí, intentando ocultar mi inquietud tras una máscara de afecto.
—¡Sí! Buenos días, mamá —respondió, acariciando mi mano que seguía en su mejilla—. Esta vez Teddy no lloró.
Sus palabras me golpearon como un enigma oscuro, sin comprender su verdadero significado.
—Ah... ¿Hi-hiciste eso? Buen trabajo —balbuceé—. ¿Ya no tienes sueño, Teddy? ¿Quieres dormir un poco más?
Su sonrisa iluminó la habitación mientras negaba con la cabeza.
—Si viene Taylor por la mañana, eso significa que es hora de mamá y papá.
—¡He...! ¿Qué? —exclamé, el desconcierto evidente en mi voz.
—Sí, si no comemos, papá se enojará —explicó con una seriedad impropia de su edad.
—Ah, joven, debe cambiarse de ropa —intervino Taylor, acercándose para levantar a Teddy.
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El amor en mis términos.
RomanceEn la soledad de su duelo, Christian Grey se aferra a su único vínculo con la vida: su pequeño hijo Teddy. Desesperado por llenar el vacío, contrata a Anastasia, una estudiante de literatura, para ser la madre temporal de Teddy. Lo que comienza como...