Capítulo 4

206 21 4
                                    

POV.CHRISTIAN

—¡Christian! —su voz era un alarido que desgarraba los límites entre la realidad y la pesadilla. Un susurro espectral que me arrastraba al abismo más oscuro de mi memoria. —Cuida de Teddy... Perdóname.

Sara agonizaba.

—¡Resiste! —mascullé.

—Prométemelo... Su voz se desintegraba como cenizas. Prométeme que lo cuidarás... que no lo perderás.

El rostro de Sara emergía entre las sombras, un lienzo desgarrado de sangre. Estaba en medio del pavimento con su cuerpo entre mis brazos. Sus ojos, más allá del dolor, me atravesaban con una intensidad que destrozaba mi alma. No era un simple adiós, era una sentencia final.

La bala que la atravesó no fue solo un disparo, sino un veredicto. Sus pupilas, cristalizadas por el dolor, contenían un universo de verdades que jamás me revelaría.

—Lo haré. —fue lo último que escucho de mí.

Desperté violentamente. El sudor frío me cubría como un sudario, mi respiración era un sollozo contenido. Sara, convertida en un escudo humano, interceptando la muerte que venía por mí.

Su última súplica seguía resonando en mis entrañas: Cuida de Teddy. Perdóname.

Me incorporé, las manos temblando como hojas en una tormenta. La culpa me consumía no solo por su muerte, sino por el abismo de secretos que me dejaba. ¿Qué verdad había enterrado con ella? ¿Qué pacto la obligó a sacrificarse? No lo entendía. Estaba cansado de estas pesadillas que rara vez aparecían sabía que la culpa era la causante evidentemente.

Suspiré.

Mis ojos se posaron en Anastasia, dormida abrazando a Teddy contra su pecho. No sentía amargura, sino un profundo respeto por el acuerdo que habíamos establecido. Cada detalle del contrato estaba diseñado pensando única y exclusivamente en el bienestar de mi hijo.

—Hmm... ¡Christian! —murmuró ella entre sueños.

¡Joder!

Me levanté sin dramatismo, dirigiéndome al baño. El agua helada era un ritual matutino, no un intento de ahogar recuerdos. Me vestí con precisión, eligiendo un traje negro que reflejaba mi profesionalismo.

Regresé a la habitación. Anastasia seguía dormida, un recurso necesario para la estabilidad de Teddy.

—Oye... —la sacudí con firmeza.

—Un poco más... —susurró ella.

Sin perder la calma, agarré su mano.

—¡Despierta! —ordené con claridad. Sus ojos azules se abrieron. La miré sin emoción. —No sé qué tipo de sueño estas teniendo, pero resuélvelo antes de que Teddy despierte —espeté.

—¿Qué? ¡No es así...! Lo siento —se disculpó— Mejor me iré a cambiar.

La vi bajarse de la cama.

La detuve, calculador. No podía arriesgarme a que Teddy despertara y no la encontrara; sus llantos desconsolados eran algo que no podía soportar.

—Debes hacerlo rápido —dije secamente ella me miro sin comprender—. ¿Estás excitada? Tu cara está muy roja. Además, tu cuerpo reacciona bajo la tela del pijama.

Sus ojos reflejaron desconcierto. Mientras se cruzaba de brazos ocultando la verdad.

—¿No entiendo esta estupidez? —respondió, frunciendo el ceño—. Sabe, haré como que nunca escuché eso de su parte.

El amor en mis términos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora