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Si el capítulo desde los dos anteriores están planos, deplorables, boludos y cero interesantes es porque no estaban planeados. Iba a quedar en qué se moría Matías y ta, pero dije "ay, pobres los que leen esto, se los alargo un poco así no sufren" y bueno acá ando. Si no les gusta me abro la nuca con un fierro oxidado.

Día cincuenta y ocho, 2:34 am.

Desde el cuarto se escuchaban risas del pasillo, murmullos ininteligibles y pasos pausados.

——Che, ¿qué horas son? ——le pregunta Matías a Enzo, codeándolo. Había asumido inconscientemente que estaba despierto.

——¿Qué hora es? ——corrige él, riendo con la voz ronca por el sueño. ——Dos y media, por ahí.

El castaño chasquea la lengua, hundiendido la cara en la almohada. No podía quejarse de los ruidos, no tenía la autoridad para nada más que sentarse a esperar que el padre de los niños o el dueño de la casa hicieran algo al respecto.

Enzo estaba acostumbrado a la actitud hiperactiva de esos dos niños, sobre todo las veces que Emiliano festejaba algo en su casa. Cuando iban quedando pocas personas en la madrugada y la fiesta se trasladaba dentro, se oían correteando de punto a punto. Mas su costumbre no significaba que la situación no interfiera en su sueño.

——¿Y vos a dónde vas? ——volvió a averiguar el castaño cuando lo vio incorporarse.

——Al sillón ——contestó con simpleza, saliendo del cuarto.

——¿Por?

Pero cuando alcanzó a hablar Enzo ya no estaba en el cuarto. ¿Le incomodaba su presencia? No, en todo caso lo habría echado sin más. Además, ¿no fue él quien empezó la mentira? Debía mantener la fachada. A Matías no le importaba eso, de todos modos.

Pero fue detrás suya.

——Soltá ese pucho, adicto.

Recostado sobre el brazo del mueble, el azabache volteó de inmediato, tranquilizándose al ver que Emiliano no se iba a enterar de que estaba fumando en el mismo entorno en el que estaban sus criaturas, quienes habían huido a acostarse en cuanto oyeron la puerta de la habitación.

——Ni ahí, hace días no fumo.

——Fumar mata, ¿sabés? ——soltó luego de unos segundos de silencio eterno.

——Me imagino que sí. ¿Querés?

——Sí.

Tuvo que fingir que sabía fumar, de suerte no se murió ahogado, pero estuvo cerca. No era como un calmante, al contrario. Con un par de caladas se había hartado.

——No le sabés amigo, se re nota ——se burló Enzo antes de apagar el cigarro en un cenicero con forma de rinoceronte bebé.

——Tengo sed.

——¿Sed de agua? Porque tengo vino, pero ni idea si querés.

——Sí, sí. De arriba un rayo.

En menos de un minuto Enzo había llegado de la cocina con una botella recién abierta y dos copas, se volvió a sentar y sirvió hasta el tope en silencio.

——¿Vos querés empedarme?

——¿Qué pasa cuando te empedás?

Matías vaciló, mirando la bebida unos segundos antes de cerrar los ojos y bajarle un buen trago de golpe. El vino dulce le parecía repugnante, como si triturara una o dos uvas y le pusiera dos kilos de azúcar.

Al menos no le quemaba la garganta. No recordaba la última vez, pero cuando discutía con Malena, se clavaba un whisky puro. No era alcohólico porque sus disputas no eran frecuentes, tampoco recíprocas la mayoría de las veces. Él rogaba por un hijo y ella lo ignoraba después de desviarle el tema.

——Nada. ¿Posta no has tenido una relación nunca? ——indagó.

——Jamás.

——Me dijiste que habías tenido un lote de novios.

——No es lo mismo ——murmuró, Matías no tardó en buscarle una justificación ——Digo, no viviría con ellos, no se los presenté a nadie, no era nada más allá de garchar. ¿Entendés?

Asiente, terminando su copa.

——¿Cuándo me vas a correr?

——Nunca si no te mandás ninguna cagada.

——Ah. Dame un beso ——suelta arrepintiéndose casi de inmediato.

——¿Por?

——Dale, no seas masa ——sostiene.

Enzo se inclinó y lo besó por unos segundos. A pesar de su aparente entusiasmo, Matías se quedó estático. Es como si besara una pared, pero no se sintió del todo mal.

——Me parece que me gustás, eh ——le confesó apenas se separó de él.

——No creo, es costumbre seguro ——le contestó con simpleza Enzo, extendiendo su brazo alrededor de sus hombros.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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𝐊𝐈𝐋𝐈𝐆, matíasxenzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora