︵‿︵‿୨ AURORA୧‿︵‿︵
He perdido la cabeza.
La salida de Hades del baño me deja sola, atrapada en un torbellino de emociones que no puedo controlar. Miro el taburete donde, hace apenas unos minutos, él estaba sentado, mirándome desde arriba con esa intensidad que me desarma. ¡Santa mierda! Mis latidos siguen fuera de control, al igual que mi mente. Estuve a punto de suplicarle por un beso. ¿En qué estaba pensando?
El calor en mi cuerpo es abrumador, y no es solo por el agua de la bañera. Mi parte baja sigue palpitando, muy húmeda, y sé que no tiene nada que ver con el baño. Donde Hades me tocó, mi piel aún arde como si su mano estuviera ahí, como si su toque se hubiera quedado impregnado en mí. Llevo una mano al cuello, intentando calmar ese fuego persistente, mientras sus palabras se repiten en mi cabeza, resonando como un eco.
¿Es posible que no sienta asco de mí? ¿Que, por alguna razón inexplicable, Hades realmente me vea de una manera distinta? La posibilidad me golpea con tanta fuerza que, en lugar de sentir alivio, siento cómo la bilis sube en mi garganta y una ola de ansiedad espeluznante se extiende por mi cuerpo, dejándome paralizada.
Y entonces, aparece esa voz. Esa maldita voz. La que nunca se calla, la que siempre está ahí para recordarme lo que soy, lo que nunca dejaré de ser.
¡Ja! ¿Crees que una basura como tú le puede gustar? Él debe querer mujeres de verdad, no un trapo usado como tú. Le das lástima.
Basta. Necesito que esta voz se detenga. Necesito callarla.
¿No decías que estabas enamorada de Ares?
Me traicionó. Me dañó.
Tenía razón. Cualquiera te sirve, mientras tenga una polla.
¡Basta! La desesperación me invade. No quiero pensar en Ares, en lo que me hizo, en cómo me traicionó y me rompió de maneras que no sé si alguna vez podré reparar. Pero esa maldita voz sigue ahí, envenenándome, recordándome que tal vez Hades solo siente lástima por mí, que todo esto es una mentira. Que soy yo quien está leyendo señales donde no las hay.
Cierro los ojos con fuerza, tratando de respirar, de calmar la agitación en mi pecho. Pero la duda ya ha echado raíces, y el dolor y la inseguridad se enredan en mí como una red de la que no puedo escapar. Hades no puede quererme. No después de todo lo que soy.
—¿Pequeña?
La voz de Hades llega a mí, atravesando la neblina de pensamientos y emociones que me mantenían atrapada. Su tono suave, casi como si viniera de otro mundo, logra devolverme a la realidad. Me giro lentamente hacia la puerta, donde lo encuentro de pie, observándome con esos ojos llenos de preocupación. Su mera presencia es un bálsamo para mi mente caótica, pero la inseguridad aún está ahí, como una sombra que no puedo sacudirme.
Hades se acerca despacio, y antes de que pueda reaccionar, toma mis manos entre las suyas con una ternura que me desarma por completo. Sus dedos, firmes pero cálidos, envuelven los míos, transmitiéndome una seguridad que no sabía que necesitaba. El caos en mi cabeza comienza a disiparse, aunque las dudas siguen ahí, susurrándome que no soy suficiente.
—¿Está todo bien? —pregunta en un susurro, su voz llena de sinceridad.
Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, una presión que me cuesta controlar. No quiero que me vea así, rota, pero tampoco puedo apartarme de la calidez de su toque. Me aferro a sus manos con fuerza, buscando un ancla, algo que me mantenga firme cuando siento que todo se desmorona a mi alrededor. Respiro hondo, intentando calmarme, permitiendo que su apoyo y su presencia me llenen, aunque sea por un momento.