̶«̶ ̶̶̶ ̶ ̶ ̶̶̶ ̶«̶ ̶̶̶ ̶ HADES ̶»̶ ̶̶̶ ̶ ̶ ̶̶̶ ̶»̶ ̶̶̶ ̶ ̶
Kol me examinó con una ceja levantada, su mirada fija en mi rostro.
—Esa no es la cara de alguien que fue emboscado.
Mikhail, incapaz de contenerse, soltó una carcajada, interrumpiendo a Kol antes de que pudiera continuar.
—¡Bastardo, claro que no! —dijo, riendo a carcajadas—. Esa cara dice: "Tuve mi primera follada después de años". ¡Campeón!
El comentario estalló como una bomba, haciendo que los demás se giraran hacia mí. Aroon se unió a la broma, sin perder el ritmo.
—¡Felicidades! ¿A quién felicitamos? —preguntó, con una expresión de exagerada confusión.
Mikhail, con su típica energía desbordante, le dio un golpe en el hombro mientras seguía riéndose.
—A este bastardo, claro. ¡Acaba de perder su virginidad!
Mi paciencia alcanzó su límite, y antes de que el humor se saliera de control, lancé una advertencia, mi voz firme y baja.
—Cierra esa maldita boca o me importará una mierda que seas un bastardo desquiciado.
Ellos levantaron las manos, fingiendo inocencia, y Mikhail hizo un gesto de poner un candado en su boca, con una mueca exagerada. Si no fuera por el juramento de no perjudicarnos entre nosotros, lo habría destrozado allí mismo, sin pensarlo dos veces. Después de todo, él fue quien incendió nuestro antiguo lugar de encuentro sin pestañear. Parecía el tipo más inofensivo del mundo con su cara de niñito travieso, pero detrás de esa fachada se escondía un psicópata peligroso. Disfrutaba matar más de lo que debería. Esa maldita sonrisa infantil siempre nos sacaba de líos en los negocios, pero sabíamos quién era realmente.
Los demás llegaron poco después, tomando asiento en sus lugares habituales. El ambiente se relajó un poco, pero las miradas seguían cargadas de humor.
—¿De qué estamos hablando? —preguntó Ivanov, entrando justo en medio de la charla.
—Nuestro pequeño por fin se ha convertido en hombre —anunció Mikhail con entusiasmo, como si fuera una revelación importante—. ¡Hijo de puta!
Ivanov, tan sarcástico como siempre, hizo un gesto de fingida decepción.
—Esperaba que al menos te dieran en el hombro. —dijo, mirando a Mikhail.
Kol, sentado a su lado, negó con la cabeza mientras intentaba esconder una sonrisa.
—Acordamos que las armas estaban prohibidas, ¿recuerdas?
Me encogí de hombros con indiferencia, sacando la pistola de mi bolsillo y guardándola con calma.
—No pueden decirme que ninguno pensó en dispararle al menos una vez.
Donovan, siempre el más silencioso, levantó una mano sin cambiar su expresión.
—Preferiría torturarlo, pero una bala también me parece bien.
El comentario hizo que todos soltarán alguna risa contenida, excepto Mikhail, que sacó la lengua, volviendo a su papel de niño travieso.
—Bah, todos son unos viejos amargados.
Aurora tenía razón. Si alguien nos viera en estos momentos, no creería que la mayoría de nosotros somos asesinos despiadados —algunos más que otros— y no nos tomarían en serio. Pero detrás de las risas y los comentarios bromistas, sabía que cada uno de nosotros estaba listo para actuar en cualquier momento. El tratado era solo una capa que cubría la brutalidad que todos compartíamos.